“Pues no pareces lesbiana”, “¿Quién hace de hombre?”, “Veo una reserva de cama doble. Os he puesto dos separadas, para que estéis más a gusto”, “Es un capricho, ya te darás cuenta”, “Si te gustan las mujeres, ¿por qué iniciaste la transición?”.
Escuchamos atónitas. Aunque no nos resulte extraño. Detrás de cada uno de estos entrecomillados, hay una mujer lesbiana o bisexual que recuerda cómo cada uno de estos comentarios les hacía sentir un poquito más “inseguras” que el día anterior a escucharlos. Un poco más “juzgadas” y un poco más “hartas”. Pero, sobre todo, puntualiza Carla (nombre ficticio para preservar su identidad) un poco más “agotada”.
Del ‘quién hace hombre’ al ‘si te gustan las mujeres, por qué eres trans’
“A mi cuando me dicen, que no parezco lesbiana, me hacen sentir como que soy una lesbiana de segunda. Y aunque lo he escuchado más de lo que me gustaría, lo que no soporto es cuando a mi y a mi pareja nos preguntan: ¿Quién hace hombre, ¿Quién se la mete a quién?”, recuerda Carla. Resulta difícil imaginar que haya personas que, a dos mujeres cisgénero, les pregunten por “quién se la mete a quién”. Pero ocurre.
También ocurre que hay quien, a una mujer transgénero en una relación lésbica, le preguntan: “Si te gustan las mujeres, ¿por qué iniciaste la transición?”. Es lo que le ocurrió a Beth Giraldo, vicepresidente del colectivo LGTBIQ+ COGAM. “Es una discriminación, una violencia involuntaria. Pero serlo, lo es”, afirma. Escuchar afirmaciones como “entonces vosotras en el sexo no tendréis problema, porque una tiene vagina y otra pene” también lo ha vivido. Y ahí, explica, “nadie se paró a pensar si yo tenía o no pene, y en el caso de tenerlo, si lo quería o no utilizar”.
Situaciones violentas que “nadie” ve
A Laura (nombre ficticio para proteger su identidad), de vacaciones con su pareja, le pusieron en duda si la reserva de habitación que había hecho era la correcta. “Habíamos pedido ya la cama doble por internet, y cuando llegamos, nos dieron dos camas separadas porque vieron que éramos dos tías”, cuenta. “Y puedo afirmar que fue por eso, y no por una confusión o falta de habitaciones de matrimonio porque nos lo dijo la persona de recepción: ¿Seguro que no preferís dos separadas?”.
Laura, ante estos recuerdos, añade: “¡Joder, si se la estaba pidiendo, será por algo! ¿No?”. No puede evitar el cabreo. Es impotencia. Porque este es solo un ejemplo de las ciento de situaciones violentas a las que ha tenido que hacer frente solo por ser mujer y ser lesbiana. Ella y su pareja, Gloria (nombre ficticio para proteger su identidad), se han sentido discriminadas no solo en un entorno social, también laboral, y familiar.
“A Gloria, con 15 años, la llevaron al psicólogo tratando de ‘evitar’ lo que es inevitable: que le gustan las mujeres. Fue en otros tiempos, hace más de veinte años, pero ¿alguien puede pararse a pensar en el poso que queda? ¿En el tiempo que Gloria ha necesitado para reconstruirse?”, sigue. Y, pese a todo, aún siguen escuchando esas “impertinencias” que tiene “la gente”.
Violencia indirecta, otra forma de discriminación LGTBIQ+
Esta es una de las caras menos visibles de la discriminación ejercida contra el colectivo lésbico. Las llamadas violencias indirectas. Casi invisibles. Persistentes. Normalizadas y, por tanto, banalizas.
“Las mujeres vivimos en una continua discriminación, múltiple, triple, o más”, explica Giraldo. Primero, “nos enfrentamos a discriminación por ser mujeres”, en segundo lugar, “si perteneces al colectivo como mujeres lesbiana o bisexual”, y luego “si eres una mujer racializada, gitana, musulmana, o vete tú a saber qué condiciones se dan en una persona”, explica Giraldo.
Desde el entorno social hasta el ámbito jurídico
Y esta realidad, esta violencia indirecta, las mujeres lesbianas la sufren también en entornos que, como mínimo, deberían ser seguros: los juzgados.
Así lo asegura el abogado interseccional, especialista en violencias machistas y derechos LGTBQI, Isaac Guijarro (Olympe Abogados): “Nosotras sí que nos hemos encontrado en cuanto a la violencia intragénero -la que ejercen parejas del mismo sexo- entre ellas, pues ya sean dos hombres gays o dos mujeres lesbianas, por parte de los juzgados, una resta de importancia, básicamente. Llegaron a decir en una declaración (en la que una pareja había maltratado a la otra), que si ‘eso no lo podían arreglar en casa’”.
Ocho de cada diez han sufrido violencia por su orientación sexual
La violencia que se ejerce contra las mujeres lesbianas o bisexuales, la discriminación, es tal que 8 de cada 10 mujeres lesbianas identifica que ha sufrido algún tipo de violencia por su orientación sexual: Carla, Beth, Laura o Gloria forman parte de ese 80 por ciento.
Las verbales y psicológicas son las más frecuentes: comentarios inapropiados (71%), faltas de respeto (54,1%) y miradas intimidantes (43%). Así se detalla en un estudio elaborado por el Instituto de la Mujer publicado el pasado 26 de abril (Día Mundial del Amor Lésbico).
Mujeres tenían que ser
Los datos son aterradores. Pero todavía parecen pasar desapercibidos. La heteronormatividad, todavía hoy, no permite que esa violencia indirecta se tenga en cuenta como lo que es: violencia.
Pese a ello, Carla, Beth, Laura y Gloria, viven su sexualidad como les da la gana: “Y quien niegue que esto es violencia, que les den”. Mujeres tenían que ser.