El pasado mes de octubre, el Museo Reina Sofía inauguró una exposición dedicada a la artista gallega Maruja Mallo. La muestra pretendía reconocer a una de las artistas más importantes del siglo XX español, y poner en valor su lugar dentro del grupo de artistas de la generación del 27. Mallo formó parte del grupo conocido como “las sin sombrero“, un grupo de mujeres que desafiaron a la sociedad de su época con su arte y con su rebeldía frente a las imposiciones sociales y patriarcales de esos tiempos. El nombre se debe al gesto de quitarse el sombrero en espacios públicos como forma de desobediencia. Pese a que su labor trató de ser invisibilizada en su día, en los últimos años se ha reivindicado a artistas y pensadoras tan importantes como la propia Mallo, María Zambrano, Concha Méndez, Rosa Chacel o Ángeles Santos. Esta última, fue protagonista de una de las historias más descorazonadoras sobre el silenciamiento de la mujer en el arte.
Ángeles Santos fue una de las artistas más precoces de toda la generación del 27. Con apenas 18 años, la autora pintó una de las grandes obras maestras del surrealismo del siglo XX español en su propia habitación. Un mundo es una obra de unos tres metros de largo por tres de ancho en la que la artista reflejó sus propios sueños y vivencias en un estilo surrealista y oscuro, donde habitaban figuras fantasmagóricas. Ya el propio título indica la conexión de la vida de Ángeles Santos con su obra: no es una representación del mundo como lo conocemos, sino de un mundo posible, uno que muestre quién es, cómo es y donde pueden cumplirse sus sueños y aspiraciones.
Junto a otros cuadros como Tertulia, la obra de Santos fue reconocida rápidamente por la crítica y el público. Tanto fue así que en el año 1930, la artista se ganó por derecho propio un espacio en el Salón de otoño de Madrid en esa edición. Su estilo, entre el expresionismo y el surrealismo, hacía converger todo tipo de influencias, desde las figuras estilizadas y deformes del greco, que se pueden observar en Tertulia hasta la poética de Juan Ramón Jiménez, pasando por las imágenes recogidas en el libro Realismo Mágico de Franz Roh.
El gran futuro de una artista que tumbó el patriarcado
De carácter rebelde, amiga de Federico García Lorca y Ramón Gómez de la Serna, a la artista se le auguraba un gran futuro. Sin embargo, los ambientes en los que se prodigaba y el estilo de dibujo que presentaba en sus grandes obras acabaron por asustar a su padre, Julián Santos, un inspector de aduanas. Este consideraba que el tipo de cuadros que pintaba Ángeles no eran propios de una mujer, y mucho menos de una tan joven. Pronto, Julián decidió prohibirle a su propia hija que se dedicara a la pintura como oficio. Ante esta restricción y acosada por una gran ansiedad, Ángeles huye de casa. Hay quien dice que durante los años de su juventud, la artista había intentado suicidarse y seguramente padecía una depresión. Sin embargo, en esa época, que una mujer estuviera triste y nerviosa era considerado un caso de enfermedad mental. Al ser encontrada por su familia, su padre decide tomar cartas en el asunto con una orden fatal y que cambiaría el curso de la vida de la joven pintora: la ingresarían en un hospital psiquiátrico.

El internamiento de Ángeles duró apenas un mes, pero fue suficiente para mellar a la artista. El padre de Ángeles solo le dejó salir de su encierro cuando juró que no volvería a pintar. Así, al salir del hospital, Ángeles volvió a su casa, pero ya no era la misma. El trauma que le dejó el encierro y la consideración que de ella tenía su familia, hizo que renunciara para siempre a su estilo surrealista, oscuro y tan sugerente. Desde entonces, siguió pintando, pero ya solo hacía cuadros que la sociedad pudiera aceptar que hiciese una mujer como ella. Su arte se dedicó únicamente a géneros que se consideraban femeninos: paisajes, flores, bodegones y algún retrato.
En esta época, en el mundo del arte, la invención y la experimentación se consideraba genialidad o locura según quién lo realizara. Si un hombre hubiese pintado Un Mundo, probablemente figuraría en todos los libros de historia del arte, sin embargo, en el caso de Ángeles, la artista pasó al ostracismo histórico. Para ella, la pintura suponía una gran obsesión, incluso llegando a dormir y comer poco. Esto, que en artistas como Van Gogh se ha considerado siempre como un mérito y muestra de entrega total al arte, en una mujer se veía como histeria y síntoma de enfermedad mental.

El fin de una gran artista
Ángeles Santos murió en el año 2013 a los 101 años. Sin embargo, en todos esos años, jamás volvería a pintar con su característico estilo. El trauma dejado por el encierro y por su familia quedó instalado en ella para siempre. Incluso al ser preguntada en una entrevista por si volvería a pintar un cuadro como aquellos, ya siendo ella mayor, descartaba la posibilidad. Tanto es así que ella misma ni siquiera se consideraba una gran artista, o alguien importante en el sector, y se negaba a hablar de aquella época o de lo que había hecho en ella. Según cuentan, Ángeles incluso llegó a destruir algunas de sus propias obras de arte.
Hoy, se ha podido redescubrir a esta gran pintora, igual que su descorazonadora historia, pero no ha sido tan fácil. En los años 90, el Museo Reina Sofía ya exhibía su obra, pero no con el reconocimiento que merecía. Según Manuel Borja-Villel, historiador del arte, el cuadro Un Mundo estaba expuesto en una esquina de uno de los pasillos de la segunda planta del edificio, olvidado, apartado. Cuando visitó el museo en 2008, exigió que se realojara en una sala importante del museo, argumentando que era una vergüenza que una de las obras maestras del siglo XX español estuviera en un rincón de un lugar de paso.

Actualmente, se pueden visitar sus obras en el Reina Sofía, así como en otros museos de la península, y se le han dedicado numerosas exposiciones tanto en España como en el extranjero. Lamentablemente, ninguna de ellas podrá restituir años y años de libertad creativa robada, y solo nos queda elucubrar cómo hubiera sido el desarrollo artístico de una de las artistas más interesantes del siglo pasado, que el patriarcado y las normas sociales nos arrebataron.

