Festival de Cannes

Cannes 2025: el cuerpo vetado, la política al desnudo

La prohibición a la desnudez, nueva regla de la 78ª edición del festival, ha causado controversia

Bella Hadid portando un 'naked dress'
El año pasado, Bella Hadid vistió un 'naked dress', ahora prohibido

En su 78ª edición, el Festival de Cannes —ese templo del glamour, la alta costura y el cine de autor— ha dejado algo claro: este año, no solo desfilan películas, sino también ideas. Con un ambiente cargado de discursos políticos, homenajes a leyendas del séptimo arte y una controvertida prohibición a la desnudez, Cannes 2025 nos invita a pensar en el poder del cuerpo femenino, la moda como provocación y las nuevas formas de censura que emergen incluso desde espacios aparentemente progresistas.

Veto a la desnudez

Tal vez la gran sorpresa de la primera noche en la Croisette no fue ver a Quentin Tarantino declarar el festival “oficialmente inaugurado” dejando caer el micrófono, ni siquiera escuchar a Robert De Niro calificar a Donald Trump como “el presidente filisteo de América” durante su homenaje en el Palais. Lo que realmente encendió el debate fue una nueva regla publicada discretamente en el sitio oficial del festival: “Por razones de decencia, la desnudez queda prohibida tanto en la alfombra roja como en cualquier otra área del festival.”

Cannes ha decidido poner fin a lo que durante años fue una de sus marcas visuales más comentadas: ‘el naked dress. El vestido transparente, insinuante y poderoso que se convirtió en estandarte de muchas mujeres que, desde la moda, reivindicaban su derecho a mostrarse sin filtros ni disculpas. Pero ahora, lo que antes era una declaración de fuerza y libertad, parece haber cruzado la delgada línea de lo “tolerable”.

¿Decencia o doble moral?

En teoría, la norma es clara. En la práctica, no tanto. Mientras algunas influencers fueron frenadas por llevar escotes demasiado osados o transparencias atrevidas, figuras como Bella Hadid o Julia Garner siguieron avanzando sin contratiempos por la Croisette. ¿La razón? Tal vez su relación con las grandes casas de moda que patrocinan el evento. Tal vez su estatus de “celebridad Cannes”. Tal vez, simplemente, porque en el fondo, las reglas no son iguales para todas.

Y aquí es donde muchas alzamos la ceja. Porque lo que se presenta como una cuestión de “protocolo” o “fluidez del tránsito” —también están prohibidos los vestidos voluminosos con cola, por ejemplo— parece esconder una incomodidad mucho más profunda con los cuerpos femeninos que no se ajustan a lo “elegante”, lo “correcto” o lo “controlado”.

El cuerpo, siempre político

La desnudez no es nueva en Cannes. Desde la aparición de Ilona Staller en 1985 con un vestido rosa sin parte superior, hasta los looks icónicos de Naomi Campbell o Claudia Schiffer, la alfombra roja siempre ha sido un lugar para jugar con los límites. Pero hay una diferencia fundamental entre la provocación vacía y la provocación con intención. Para muchas mujeres, el acto de mostrar el cuerpo no es una banalidad, sino una afirmación: de autonomía, de deseo, de poder.

¿Puede un festival que rinde tributo a cineastas transgresores —como David Lynch— censurar al mismo tiempo los cuerpos que han sido históricamente objetos de censura? ¿Puede celebrar la libertad narrativa mientras limita la libertad estética?

Moda empoderada o hipersexualizada

Este debate no es nuevo. Desde hace años, las redes sociales y las alfombras rojas son campo de batalla entre quienes ven el naked dress como una forma de empoderamiento y quienes lo consideran una repetición vacía de una idea gastada. Sin embargo, el problema no es el vestido transparente en sí, sino lo que representa: el derecho de una mujer a decidir cómo, cuándo y por qué se muestra.

La moda —y especialmente la femenina— ha sido históricamente interpretada como superficial, pero en realidad es profundamente política. Lo que una mujer elige vestir, sobre todo en espacios públicos, dice mucho sobre los tiempos que vivimos. Y si Cannes ahora dice “no” al desnudo, lo que está haciendo no es proteger la decencia, sino volver a trazar los límites de lo que considera aceptable en su mayor parte por motivos económicos para guardar la moral de ciertos patrocinadores.

Cannes, política y contradicción

Lo más curioso es que esta edición de Cannes ha sido una de las más políticas de la historia reciente. Con Robert De Niro llamando a organizarse contra el autoritarismo y Leonardo DiCaprio elogiando su compromiso con la democracia, el festival se posiciona como un bastión de la libertad. Pero esa libertad parece detenerse en la tela de un vestido.

Porque mientras se aplauden los discursos sobre derechos civiles, se reprime silenciosamente el derecho a la expresión corporal. Mientras se homenajea a artistas que rompieron moldes, se exige a las mujeres que se ajusten a normas que parecen sacadas de otro siglo. ¿Estamos ante una nueva era de conservadurismo disfrazado de protocolo? ¿O será este un punto de inflexión para frenar los movimientos de moda que incomoda a patrocinadores del Medio Este en las alfombras rojas? Lo cierto es que Cannes, con su elegancia y contradicciones, sigue siendo un reflejo del mundo que habitamos.

Tal vez la verdadera revolución no consista en llevar menos o más tela, sino en no tener que justificar ninguna de las dos opciones. Porque el cuerpo —como el cine— es un lenguaje. Y censurarlo, aunque sea con buenas maneras, sigue siendo censura.