Dama del Imperio

Julie Andrews a los 90 años: de institutriz mágica a icono irreverente

La estrella británica “prácticamente perfecta” entra en su décima década de vida. Su carrera, marcada'Mary Poppins' y 'Sonrisas y lágrimas', también guarda un lado transgresor

Julie Andrews cumple 90 años
Julie Andrews cumple 90 años
Montaje: kiloycuarto

La dama del Imperio Británico Julie Andrews, una de las figuras más queridas e influyentes del cine y la música, ha cumplido 90 años. Su voz, reconocible desde la infancia, se convirtió en símbolo de ternura para generaciones con Mary Poppins (1964) y Sonrisas y lágrimas (1965), pero su carrera también estuvo marcada por decisiones valientes, papeles que rompían la pureza esperada y una capacidad para reinventarse cuando parecía que su voz se apagaba. En este aniversario, volvemos sobre su trayectoria—dulce, arriesgada, conmovedora—para celebrar a una artista que nunca se dejó encasillar.

Julie Andrews nació en Surrey en 1935 y se crio en Londres durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. De niña cantaba en los refugios antiaéreos; su padrastro le enseñó a cantar formalmente y a los ocho años ya tenía un registro impresionante: poseía “un órgano vocal adulto” y una voz soprano clara con un rango de cuatro octavas. Su talento la llevó del music hall al Royal Variety a los 13 años, y luego al teatro musical en Broadway. Allí interpretó papeles como The Boy Friend y, sobre todo, fue la Eliza Doolittle original en el musical My Fair Lady. Su dicción impecable y su musicalidad cautivaron tanto como su voz pura y expresiva.

Julie Andrews protagonizó 'Sonrisas y lágrimas' en 1965
Julie Andrews protagonizó ‘Sonrisas y lágrimas’ en 1965

Sin embargo, su salto al cine no fue sin tropiezos. Se cuenta que Jack Warner descartó su participación en la versión cinematográfica de My Fair Lady en favor de Audrey Hepburn, que tuvo que ser doblada para cantar. Como Julie Andrews misma bromeó más tarde, agradeció en los Globos de Oro que ese rechazo la liberara para protagonizar Mary Poppins. Y así, ganó el Oscar de 1965 por interpretar a la niñera “practicamente perfecta en todo”. Con la película y luego con Sonrisas y lágrimas, Julie Andrews construyó su leyenda.

Pero mientras el mundo la veía como la encarnación de sus personajes, ella ya estaba expandiendo sus límites. En The Americanization of Emily (1964) rechazó cantar para interpretar una mujer con conflictos morales, incluso dando una bofetada a su coestrella James Garner. Fue un indicio: Julie Andrews no se limitaría a personajes inocentes.

Julie Andrews en 10 (1979), una comedia sexual donde su imagen pública se desliza hacia el deseo.
Julie Andrews en 10 (1979), una comedia sexual donde su imagen pública se desliza hacia el deseo

Durante los años 70 y 80 exploró papeles más osados. En colaboración con su segundo esposo, el director Blake Edwards, protagonizó La semilla del tamarindo (1974), un thriller romántico, y 10 (1979), una comedia sexual donde su imagen pública se desliza hacia el deseo. Luego vinieron dos películas que redefinieron su perfil: S.O.B. (1981), en la que la actriz decide desnudarse para recuperar relevancia, y Victor/Victoria (1982), un musical queer en el que Julie Andrews interpreta a una cantante que finge ser hombre. Fue una apuesta arriesgada: aceptó desnudo implícito y jugó con roles de género con dignidad y gracia. El film fue un éxito inmediato y se convirtió en obra de culto.

No faltaron también papeles dramáticos. En That’s Life! (1986) interpretó a una cantante en riesgo de perder su voz, y en Duet for One (también en 1986) encarnó a una violinista con esclerosis múltiple, cuya vida personal y artística se desmorona. Allí, en su conversación con el personaje interpretado por Max von Sydow, pronuncia una frase brutal: “I’m f***ing a totter!”, desnudando su vulnerabilidad.

Victor/Victoria (1982), un musical queer en el que Julie Andrews interpreta a una cantante que finge ser hombre.
Victor/Victoria (1982), un musical queer en el que Julie Andrews interpreta a una cantante que finge ser hombre

La vida real la alcanzó: en 1997 una cirugía mal realizada en sus cuerdas vocales destruyó buena parte de su habilidad para cantar. Fue un golpe devastador para quien había hecho de la voz su sello. Pero Julie Andrews no abandonó ni sus sueños ni su carrera. Se reinventó en el cine interpretando personajes cómicos y elegantes, como en The Princess Diaries (Princesa por sorpresa, 2001). Aun con su voz mermada, prestó su talento como actriz de doblaje para sagas animadas —Shrek, Gru: mi villano favorito— y volvió a cautivar: desde 2025 narra en Los Bridgerton con impecable precisión como Lady Whistledown, cada consonante medida, cada susurro burlesco.

Hoy, a los 90 años, Julie Andrews encarna una doble herencia: la del canto con dulzura y la del impulso que se atreve a romper moldes. Para muchos, sigue siendo la niñera que enseñó a volar con música. Pero también es la mujer que, cuando quiso, puso una pegatina en su coche que decía “Mary Poppins Was a Junkie”, se proclamó enemiga de la palabra wholesome y abrazó papeles deliberadamente subversivos. La voz más noble del cine sigue viva, afilada, comprometida con su propia historia y siempre lista para susurrar una nueva página de su leyenda.

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