MUJERES NO OBJETO

Los cantos de las lavanderas

Antes de la lavadora, lavar la ropa era una tarea dura, colectiva y femeninaLas lavanderas convertían la fatiga en música y tejían comunidad a través de coplas que aún resuenan en la memoria

Imagen: Kiloycuarto

Antes de que existieran las lavadoras, antes incluso de que el jabón fuera un producto común, lavar la ropa suponía una tarea ardua y comunitaria. Las mujeres cargaban a diario o por semanas con fardos de prendas sucias, y caminaban hasta el río o el lavadero.

Se arrodillaban sobre piedras pulidas, restregaban, golpeaban, aclaraban con manos enrojecidas por el agua helada. Cantaban para no sentir el frío, para acompasar el esfuerzo, para mantenerse despiertas y, sobre todo, para contarse unas a otras lo que no podía decirse en voz baja en casa. Los cantos de las lavanderas fueron durante siglos una forma de resistencia íntima, de desahogo coral y de transmisión de saberes.

En Europa, Asia o América Latina, allí donde hubo lavanderas hubo cantos. Y aunque cada región impuso sus formas, ritmos y melodías, la esencia era la misma: transformar la fatiga en música. A menudo eran coplas sencillas, con estribillos repetitivos que facilitaban el canto colectivo. Se hablaba de amor y de abandono, de maridos perezosos, de suegras insoportables, de niños malcriados o del deseo por el mozo que pasaba. A veces eran picarescos, otras melancólicos, nunca inofensivos.

En Galicia, por ejemplo, las lavanderas entonaban albas, romances y canciones de trabajo que mezclaban quejas y humor: “O río lava o que pode, o que non pode non lava, quen ten marido solteiro, que lle lave a roupa brava”.

En Castilla, eran más frecuentes las seguidillas con doble sentido, perfectas para decir lo que no se debía. En Andalucía se conserva aún parte del repertorio de las lavanderas del Guadalquivir, con melodías cercanas a los cantes de ida y vuelta. En el País Vasco las garbitzaileak repetían tonadas breves, más rítmicas que melódicas, a veces sin palabras, como si el agua marcara el compás.

Estos cantos, además del necesario entretenimiento, cumplían funciones sociales. Creaban comunidad y tejían redes. Las lavanderas sabían quién estaba embarazada, quién lloraba por un desamor, quién no tenía qué comer. Se apoyaban entre sí; se vigilaban también. A través de los cantos circulaban noticias, críticas y esperanzas. Lo que no se decía en la iglesia, lo que no se atrevía una a contar sola se cantaba entre todas.

En algunos casos los cantos cumplían una función espiritual. Las lavanderas pedían protección para sus hijos, rogaban por los muertos, bendecían el agua que lavaba la ropa, y las penas. En otras ocasiones, los cantos eran abiertamente subversivos: se burlaban del poder, del cura, del patrón. El canto atenuaba también las injusticias, al menos por unas horas.

A partir del siglo XX, con la llegada de las fuentes públicas, los lavaderos municipales y, más tarde, la lavadora eléctrica, el canto de las lavanderas fue extinguiéndose. No desapareció de golpe: en muchos pueblos convivieron durante años el lavadero y la radio, la canción popular y la música grabada, pero se fue diluyó con la pérdida del trabajo manual colectivo. Lo que se ganó en comodidad se perdió en compañía.

Algunos de esos cantos han sido recogidos por folcloristas, etnomusicólogos o grupos de música tradicional. Se escuchan en festivales, en documentales, en discos que intentan rescatar lo que fue. Aquellos cantos, sin embargo, estaban hechos para el agua, para el jabón casero, para las manos agrietadas. Eran voces que salían de los cuerpos cansados y de las voces que sabían que cantar era casi la única manera de existir.

Fueron mujeres anónimas las que dejaron esa huella musical en las piedras del río. Aunque sus nombres se perdieran, sus cantos siguen flotando, como espuma antigua, en la memoria de quienes aún los recuerdan.

Espido Freire, autora de La historia de la mujer en 100 objetos ed.Esfera Libros, ha seleccionado 31 para una saga veraniega en Artículo14 donde hace un recorrido por algunos de los objetos que más han marcado a las mujeres a lo largo de su historia.

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