Antes de que Ms. Magazine viera la luz por primera vez en 1972, las revistas específicamente dirigidas a un público femenino tenían una razón de ser esencial: vender productos de belleza y enseñar a las mujeres a ser mejores esposas, madres y cuidadoras del hogar. Se empeñaban en definirlas en base a los hombres que las rodeaban, atrapando su identidad en la reducida esfera doméstica y limitándolas al rol de consumidoras que la sociedad patriarcal les había impuesto. En ese sentido, la aparición de la revista supuso toda una ruptura: de pronto, una nueva ola del feminismo —gestada en la convulsa década anterior— invitaba a las mujeres a mirarse de frente, a reformularse y a rebelarse contra los corsés invisibles que las oprimían.
Dirigida a seis manos por Cecilia Aldarondo, Alice Gu y Salima Koroma —cada una de ellas dirige uno de sus tres episodios–, la miniserie documental Querida Ms.: Una revolución impresa se adentra en la historia, compleja y vibrante, de una publicación que no solo reflejó las luchas por los derechos de las mujeres sino que, en más de una ocasión, llegó a marcar el rumbo del propio movimiento. Más de medio siglo después de aquel número fundacional, editoras y colaboradoras –entre ellas, las cofundadoras Gloria Steinem, Letty Cottin Pogrebin, Pat Carbine y Suzanne Braun Levine, su primera directora– se sientan frente a la cámara para revivir los orígenes de la cabecera, las batallas que ellas libraron y la determinación que las llevó a dedicar aquellas páginas a temas que hasta entonces eran tabú. El aborto, la vida doméstica, la violencia machista, las desigualdades laborales y la política sexual se convirtieron en asuntos de discusión pública que desafiaron silencios socialmente impuestos y, decimos, contribuyeron a impulsar nuevas conquistas por parte del feminismo.

Combinadas tanto con un amplio surtido de imágenes de archivo de marchas, manifestaciones y momentos emblemáticos de la lucha feminista como con un análisis minucioso de las portadas más icónicas de la revista, esas entrevistas permiten al documental a las entrañas de Ms., el clima político en el que operó entre los 70 y los 90 y las preguntas que se planteó, que rara vez tenían respuestas sencillas. Temas como las dificultades para alcanzar una verdadera sororidad, la representación de las mujeres en los medios y el derecho a decidir sobre el propio cuerpo ocupan un lugar central en cuanto que cuestiones nucleares tanto en las páginas de la revista como en los despachos de su redacción.
En ese sentido, es importante recordar las contradicciones a las que se vio expuesta una publicación que quería dinamitar el sistema capitalista y patriarcal pero al mismo tiempo necesitaba sobrevivir dentro de él. Las mujeres de Ms. desafiaron el orden establecido pero también tuvieron que pactar, a menudo a regañadientes, con los mismos anunciantes a los que criticaban con el fin de seguir llegando a los quioscos. Hubieron de soportar presiones de los sectores conservadores, las empresas publicitarias e incluso, en ocasiones, otras vertientes del propio movimiento feminista. Las cartas que llegaban sistemáticamente en tromba a la redacción estaban en buena medida firmadas por mujeres agradecidas por sentir por primera vez que no estaban solas, pero también las había remitidas por hombres furiosos por lo que percibían como una amenaza a su dominio en el hogar, o de mujeres antifeministas, o de trabajadoras sexuales que reprochaban a la revista su opinión sobre la industria del sexo.

Querida Ms. no rehúye los temas espinosos. Reconoce, por ejemplo, que en ocasiones Ms. cayó en políticas de exclusión al centrarse demasiado en un feminismo blanco y dejar en segundo plano las voces y vivencias de las mujeres negras, y demuestra cómo esas críticas ayudaron a abrir la mirada hacia un feminismo más interseccional. También queda en evidencia cómo Ms. fue campo de batalla de intensos debates internos, por ejemplo entre quienes consideraban que toda pornografía es misógina y quienes defendían la existencia de matices entre erotismo y pornografía.
Como el propio feminismo, el documental resulta a ratos caótico y contradictorio, y por momentos carente de matices. Pero nada de eso le resta fuerza como homenaje al periodismo impreso en una era devorada por lo digital –desde 2001, Ms. Magazine se publica exclusivamente online–, como celebración del legado de la revista y como invitación a trazar paralelismos que evidencian hasta qué punto algunos de los combates que libraron Gloria Steinem y sus compañeras siguen siendo necesarios. La revolución que empezó en aquellas páginas sigue estando lejos de terminar.