Con las gafas moradas

‘Tienes un e‑mail’: aprobado raspado del test de Bechdel

Su estreno en 1998 se leyó como un canto a la ternura en la era digital, pero al revisarla hoy surgen lecturas incómodas: jerarquías de género y una protagonista cuya realización vital sigue subordinada al amor romántico

Cuando Tienes un e‑mail (You’ve Got Mail, 1998) fue lanzada, se convirtió en un éxito instantáneo. La historia de una mujer que, sin saberlo, se enamora online de su competencia comercial se vivió como un puente entre tradición y modernidad: mensajes por Internet, emocionantes, llenos de química virtual. Sin embargo, revisitada a través de una perspectiva feminista contemporánea, la película revela relaciones jerárquicas y estereotipos de género que suavizan su encanto inicial.

Dependencia emocional y rescate romántico

Kathleen Kelly (Meg Ryan) dirige una librería infantil independiente. Joe Fox (Tom Hanks), heredero de una cadena de grandes librerías, se cruza en su camino como competidor. Cuando descubren su identidad real, su conexión emocional y profesional se vuelve ambigua. Kathleen representa a la mujer que se renueva solo a partir del vínculo romántico; Joe, el hombre exitoso que finalmente demuestra comprensión y empatía.

Meg Ryan y Tom Hanks en ‘Tienes un e-mail’

En una de las escenas clave, Joe, preocupado por la librería de Kathleen, intenta protegerla diciendo: “Tu tienda es especial, es sagrada”. Aunque suena bienintencionado, refuerza un patrón: el protector masculino decidido a salvar el negocio y, por extensión, el corazón de la mujer. Lo digital se encuentra con lo afectivo en una narración donde, sin su socio, Kathleen solo es capaz de llorar y declinar, hasta recibir el rescate.

Invisibilización laboral y materialista

Aunque Tienes un e‑mail muestra a Kathleen trabajando, entre arrendas y facturas, su trabajo apenas encuentra espacio dramático. Se entiende menos como una labor profesional y más como parte de su mundo emocional. Cuando su librería cierra, lo importante no es la pérdida económica, sino el sufrimiento sentimental. En paralelo, Joe muestra desde el inicio su comodidad económica —herencia familiar, grandes ingresos— como un estatus incuestionable. El contraste entre una clase media resentida y un poder adquisitivo masculino nunca cuestionado subraya la brecha económica entre ellos, algo que en 2025 ya resulta poco sutil.

Test de Bechdel y representación femenina

Doce años después del Test de Bechdel, Tienes un e‑mail tiene brechas visibles. Hay algunas conversaciones entre mujeres —Kathleen con su amiga Bea— pero siempre en torno a su trabajo o la dependencia emocional de su relación con Joe. Nunca discuten entre mujeres un tema que no incluya hombres, ya sea relaciones o negocios. La película aprueba el test, pero con margen mínimo, y siempre en clave emocional, no ideológica.

Estereotipos de género en el guion

Es Nora Ephron, con un guion lleno de detalles encantadores (“¿Acoso? ¿Así lo llaman los chavales ahora?”, dice Joe riéndole a Kathleen al aparecer en su librería sin avisar), quien crea una comedia romántica entrañable. Pero la forma de construir la relación de Joe y Kathleen está plagada de jerarquías. Joe aparece siempre como el hombre que rompe barreras, que se disculpa, que revela su vulnerabilidad… mientras Kathleen yace en segundo plano, replegada en un sufrimiento emocional que no conduce a autonomía ni desarrollo personal.

Añade el sutil mensaje de que su relación solo será posible cuando Joe renuncie —o al menos aminore— su liderazgo económico. El amor romántico se asienta en la voluntad masculina de cambiar para recuperar la mujer. Kathleen no se reinventa sola; necesita ese cambio externo para que su historia tenga final feliz.

'Tienes un e-mail', protagonizada por Tom Hanks y Meg Ryan
‘Tienes un e-mail’, protagonizada por Tom Hanks y Meg Ryan

La historia se presenta como “duelo amistoso” entre pequeñas librerías y una corporación. Pero no se diagnostica: la invasión de cadenas ataca directamente el modo de vida de una emprendedora. El conflicto es minimizado, presentado como un juego emocional más que como un problema social mayor: pérdida de empleo, desarraigo, desprotección. En 1998 se disfrazaba de cuento romántico; hoy, la pérdida sabe a menosprecio de la estabilidad femenina.

¿Puede seguir disfrutándola hoy?

Tienes un e‑mail mantiene su química, nostalgia y elegancia. Pero con las gafas del feminismo, se revela una narración tradicional: amante masculino que “rescata” a la female lead, dependencia afectiva teñida de paternalismo emocional. Su atractivo no se quiebra, pero sí requiere reconocimiento crítico.

Puede seguir gustando a quienes la recuerdan por su encanto y ternura. Pero si se busca una heroína autónoma, sin rescates masculinos ni narrativas de poder ocultas, esta ya no es la película. Su magia se vuelve retrospectiva y nos recuerda por qué algunas historias de amor noventeras han envejecido menos bien que otras.

Quizás Tienes un e‑mail siga siendo disfrutable, pero solo si aceptamos que es un producto de su tiempo, útil para analizar nuestra evolución en la forma de narrar el amor femenino y el lugar que otorgamos a las mujeres en esas historias.

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