El Mundial de Balonmano Femenino 2025, que se disputa entre Alemania y Países Bajos, llega para España como una cita decisiva. Las Guerreras, inmersas en un proceso de reconstrucción tras años de resultados irregulares, afrontan el torneo con una mezcla de ilusión, presión y la sensación de que este campeonato puede marcar un antes y un después. ¿Será 2025 el año en que el equipo recupere su lugar entre las potencias internacionales?
Un Mundial que pesa más de lo que parece
España logró el billete mundialista superando a Croacia con una remontada histórica y aterriza en el torneo con la necesidad de reivindicarse tras un ciclo complicado. Las últimas participaciones en grandes citas han dejado un poso amargo: eliminaciones tempranas, un rendimiento discreto en los Juegos Olímpicos y un historial reciente lejos de la brillantez que caracterizó a la selección en etapas anteriores.
El seleccionador Ambros Martín ha reconocido en varias ocasiones que el equipo está en plena reconstrucción, pero también subraya el potencial de la nueva generación: hay ambición, energía y un deseo claro de recuperar el prestigio perdido. Este Mundial, más que un objetivo deportivo, es un examen de madurez.
La nueva generación que quiere liderar el cambio
La convocatoria definitiva para el Mundial refleja una apuesta clara por la renovación. Martín ha mezclado jugadoras de gran proyección con referentes ya consolidados en la selección.
Entre los nombres que más ilusión despiertan están Lysa Tchaptchet y Lyndie Tchaptchet, dos pivotes de físico imponente, capaces de reforzar la defensa y aportar contundencia en seis metros. También destaca la portera Nicole Morales, que se estrena en un gran campeonato con expectativas crecientes.
Junto a ellas, veteranas como Danila So Delgado u Ona Vegué aportan jerarquía y experiencia. Ambas tuvieron un papel destacado en el debut frente a Paraguay, recordando que la columna vertebral del equipo sigue contando con talento contrastado.
El reto está en lograr que esta mezcla de juventud y veteranía no solo conviva, sino que funcione como un engranaje fluido desde el primer partido.
Las dudas que vuelven una y otra vez
Aunque hay motivos para confiar, también existen señales de alerta. La preparación previa en torneos europeos dejó ver lagunas defensivas, desajustes en transición y problemas ante selecciones físicamente superiores. Derrotas contundentes ante combinados de primer nivel han recordado que España aún está lejos de su mejor versión.
La irregularidad es, quizá, la principal amenaza. Las Guerreras han alternado momentos de brillantez con fases de desconcierto en las que encajan parciales amplios y pierden el control del ritmo del partido. En un Mundial, esos altibajos pueden resultar letales.
Otro desafío está en la efectividad ofensiva. España necesita mejorar su capacidad para convertir los ataques en goles, especialmente en partidos cerrados donde cada lanzamiento cuenta. El Mundial exigirá precisión, creatividad y calma.
El Grupo D, primer obstáculo antes de soñar
España ha quedado encuadrada en un grupo que, en teoría, le permite soñar con un inicio sólido. El debut ante Paraguay, resuelto con autoridad, ya dio señales de cohesión y confianza. Pero el verdadero reto llegará en la siguiente fase, donde esperan selecciones más exigentes, con mayor experiencia y plantillas más profundas.
El objetivo inmediato es pasar la primera fase con solvencia, sumar minutos de calidad para las jóvenes y llegar a la ronda principal con opciones reales de competir por el pase a cuartos de final.
A partir de ahí, todo dependerá de la consistencia: si España logra encadenar partidos intensos a nivel defensivo y mantiene la frescura en ataque, puede aspirar a entrar entre las ocho mejores del mundo.
¿Es 2025 el año de las Guerreras?
No hay una respuesta firme, pero sí una certeza: este equipo está hambriento. Hay talento emergente, líderes con recorrido internacional, un seleccionador decidido a construir a largo plazo y una afición que quiere volver a ilusionarse.
El Mundial será un termómetro de la evolución de este nuevo ciclo. Puede convertirse en el campeonato en el que las Guerreras vuelvan a competir sin complejos, recuperen su identidad y demuestren que siguen siendo un rival temible.


