Tecnológicas

Crónica de una ruptura anunciada: Trump y los techno bros

Lo que se presentó como un eje entre Trump y Silicon Valley se ha desmoronado en apenas cien días: la Casa Blanca endurece las restricciones comerciales y castiga a las grandes tecnológicas

Elon Musk y Donald Trump

La imagen de Donald Trump, en el Capitolio, prestando juramento como presidente de Estados Unidos el 20 de enero de 2025, rodeado por magnates tecnológicos, recorrió el mundo. Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Sundar Pichai y Elon Musk ocupaban asientos de privilegio, más cerca del nuevo mandatario que muchos miembros de su gabinete. Para algunos fue el símbolo de una alianza peligrosa entre el poder político y el capital tecnológico; para otros, una muestra de que el futuro de la democracia estadounidense se escribiría en clave digital.

Pero apenas 100 días después de aquella ceremonia cargada de mensajes implícitos, la relación entre Trump y los llamados techno —ese grupo de multimillonarios de Silicon Valley— muestra más fisuras que afinidades. Lo que empezó como un matrimonio de conveniencia parece haberse transformado en la crónica de una ruptura anunciada.

La promesa de un eje Trump–Big Tech

Durante la campaña de 2024, varios movimientos hicieron pensar en un pacto tácito. Elon Musk comprometió hasta 300 millones de dólares en apoyo a Trump y aceptó liderar el recién creado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), un experimento político inspirado en la lógica de las startups: menos burocracia, más acción. Para muchos, Musk era un “copresidente” con licencia para podar la administración pública a su antojo.

Bezos, fundador de Amazon, se dejó ver en actos oficiales, lo que sorprendió después de años de frialdad con Trump. Zuckerberg, en tanto, parecía haber encontrado en el nuevo gobierno un clima más favorable para rebajar exigencias regulatorias sobre Meta. Incluso Tim Cook, de Apple, logró retrasar temporalmente la aplicación de aranceles que amenazaban con encarecer el iPhone.

Parecía una realidad contundente que los gigantes digitales habían dado un paso hacia Trump, y Trump parecía corresponder con guiños que hacían pensar en un eje común frente a Europa, China y las voces críticas dentro de Estados Unidos.

Elon Musk vs Donald Trump - Internacional
Fotografía de archivo en la que el magnate Elon Musk (i) escucha al presidente de Estados Unidos, Donald Trump (d)
EFE/Aaron Schwartz/Pool

La advertencia de Biden

Cinco días antes de abandonar la Casa Blanca, Joe Biden dejó una advertencia que hoy suena profética. En su discurso de despedida habló de la formación de una “oligarquía de riqueza extrema” y alertó sobre el nacimiento de un “complejo tecno-industrial” que amenazaba la democracia, en paralelo a lo que Eisenhower llamó en su día el complejo militar-industrial.

La escena de los magnates en la investidura de Trump parecía confirmar aquella tesis. Sin embargo, el curso de los acontecimientos demostraría que la alianza estaba lejos de ser sólida.

De la luna de miel al desencanto

La gestión económica de Trump en sus primeros meses desató tensiones inesperadas con Silicon Valley. El primer escollo fue la ley Antimonopolio con sello MAGA. El nuevo gobierno no desmontó la ofensiva contra Big Tech iniciada por Biden. Al contrario, reforzó la línea dura. El Departamento de Justicia busca ahora obligar a Google a vender Chrome, mientras la Comisión Federal de Comercio (FTC) presiona a Meta para desprenderse de Instagram y WhatsApp. Lejos de un perdón presidencial, la política antimonopolio mutó de “hipster” a “MAGA”, pero mantuvo en esencia la idea de limitar el poder de las grandes plataformas. Después llegaría el Golpe a Nvidia y la inteligencia artificial. En abril, la Casa Blanca amplió las restricciones de exportación de chips avanzados a China, arruinando la estrategia de Nvidia de adaptar sus productos a la normativa. La medida obligó a la empresa a asumir pérdidas de 5.500 millones de dólares en inventario inutilizable. Silicon Valley entendió que ni la cercanía a Mar-a-Lago garantizaba indulgencia.

Los aranceles globales del 10% que Trump impuso, lejos de beneficiar a la industria digital, amenaza a sus cadenas de suministro y abre la puerta a represalias de la Unión Europea. Las multas a Apple y Meta por la nueva Digital Markets Act se sumaron a este clima de hostilidad recién nacido entre La Casa Blanca y los gigantes tecnológicos . Un Mercado en caída libre. Los inversionistas están respondiendo con escepticismo. El valor combinado de las siete grandes tecnológicas —Apple, Microsoft, Nvidia, Amazon, Tesla, Google y Meta— cayó un 24% en tres meses, borrando 4,2 billones de dólares en capitalización bursátil. La promesa de prosperidad bajo un Trump pro-empresarial se ha evaporado con rapidez.

Elon Musk, ¿aliado o rival?

El caso de Musk merece capítulo aparte. Si bien obtuvo un asiento privilegiado en la administración, su figura genera más tensiones que armonía. Como líder de DOGE, se convirtió en símbolo de la cruzada contra la burocracia federal, pero sus resultados tangibles son escasos. Su estilo disruptivo se refleja en disputas públicas con otros ejecutivos: demandas contra Microsoft y OpenAI, críticas constantes a Apple y enfrentamientos personales con Zuckerberg.

Su propio imperio vive realidades opuestas. Mientras SpaceX se beneficia de contratos federales y del archivo de una demanda laboral heredada de la era Biden, Tesla ha visto desplomarse su valor en bolsa. Musk sigue siendo el más cercano a Trump, pero ni siquiera él ha logrado que la Casa Blanca modere su postura general hacia el sector.

Bezos, Zuckerberg y el desencanto silencioso.

Para Jeff Bezos, la apuesta por una relación más cordial con Trump parecía un cálculo pragmático con el que proteger la maquinaria logística y de comercio electrónico de Amazon frente a tarifas y regulaciones. Sin embargo, el giro proteccionista y la ofensiva antimonopolio han encendido alertas en Seattle.

En el caso de Zuckerberg, la situación es aún más delicada. Meta enfrenta presiones judiciales para desprenderse de sus adquisiciones estrella y multas multimillonarias en Europa. Aunque la empresa suavizó sus políticas de moderación de contenidos para no incomodar al trumpismo, la estrategia no ha dado frutos. Lo que parecía un terreno de entendimiento —menos regulación sobre discurso político en línea— se ha transformado en un arma de doble filo, con nuevas investigaciones por “censura” desde la propia FTC.

Jeff Bezos, fundador de Amazon.

Entre la conveniencia y la sumisión

Los primeros 100 días de Trump 2.0 han dejado claro que la relación con los techno bros no es un idilio, sino más bien un matrimonio de conveniencia asimétrica que empieza a estar mal avenido Silicon Valley buscaba protección y un entorno regulatorio más amable; Trump, como un águila, capitalizó el apoyo económico y la legitimidad que le otorgaba exhibirse junto a los hombres más ricos del mundo. Pero el resultado ha sido un vínculo frágil, donde las tecnológicas se ven más sometidas qué beneficiadas. En lugar de una asociación estratégica, lo que se ha consolidado es una relación marcada por la desconfianza y la amenaza de sanciones permanentes.

La excepción llamada Tik Tok

Un caso singular es el de Tik Tok. Contra todo pronóstico, la plataforma ha recibido prórrogas para seguir operando en Estados Unidos. Trump utiliza esta indulgencia como carta política que representa el gesto prometido en campaña, mantiene en vilo a Byte Dance y busca favorecer a posibles compradores estadounidenses afines, como Oracle. La excepción confirma que la supervivencia depende de la buena voluntad presidencial.

La supuesta unión monolítica entre Trump y ‘Big Brothers de la tecnología’ nunca existió. Silicon Valley no es un bloque homogéneo porque los intereses de Amazon difieren de los de Tesla; los de Meta chocan con los de Apple; y los de los emprendedores cripto apenas coinciden con los de Google. Lo que los une es el temor a la regulación, pero ni siquiera ese frente común ha sido suficiente para frenar la agenda de Washington.

La foto del Capitolio quedará como símbolo de una expectativa frustrada: la del nacimiento de un eje político-tecnológico capaz de redefinir las reglas del juego global. La realidad, sin embargo, es que Trump gobierna con pragmatismo y oportunismo, premiando o castigando según sus propios intereses inmediatos, sin comprometerse a una agenda estable para el sector.

La inevitable ruptura

Hoy, al cumplirse siete meses de la nueva administración, queda claro que Musk conserva un lugar en la mesa, pero Bezos, Zuckerberg y el resto se enfrentan a un gobierno que no duda en castigarlos. La crónica de esta ruptura parecía escrita desde el inicio. El matrimonio formado entre la Casa Blanca y Silicon Valley ha terminado revelándose como una relación desigual, donde los gigantes tecnológicos actúan más por miedo que por convicción.

En este tablero, Trump no comparte el poder: lo concentra. Y los ‘techno bros’, acostumbrados a imponer sus reglas en los mercados globales, descubren ahora lo que significa depender del humor de un presidente imprevisible.

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