La mujer y la minería

María Pérez y la grieta de género en la mina: “Toda mi vida he trabajado en sectores masculinizados”

Se llama María Pérez y es minera. Ella rehúye el victimismo -“Nunca me he creído víctima de nada”- aunque reconoce en conversación con Artículo14 que ha pasado “momentos muy malos”

La historia de María Pérez González es un recordatorio de que la igualdad se conquista, a veces, con casco y a golpe de martillo. Su trayectoria laboral está marcada por una lucha constante por entrar en sectores tradicionalmente masculinos. Y no solo lo ha conseguido, sino que hoy intenta que a otras mujeres no les cueste tanto.

“Toda mi vida he trabajado en sectores masculinizados. Fui la primera chica que estudió soldadura de grado medio en Andalucía y después, la primera en estudiar un grado superior de construcciones metálica.”

Y su decisión abrió grietas en su propia casa. Su padre, al enterarse de lo que iba a estudiar, dejó de hablarle durante dos meses. “Desde pequeña me ha encantado la mecánica, el tema del metal y cuando cumplí 16, tomé la decisión de estudiar mecánica y soldadura. La igualdad que hay ahora no es la misma que había hace 24 años y hasta mi padre me dejó de hablar. Los primeros meses estaba completamente en contra, mi padre era soldador y con el tiempo fue minero y se prejubiló siendo minero. Pero fue mi madre la que me ha apoyado siempre.”

La resistencia no vino solo de puertas adentro. También en el aula aprendió a aguantar las miradas de desaprobación, de compañeros y de profesores. “Lo pasé fatal, me miraban como diciendo ¿y tú que pintas aquí? Después se dieron cuenta de que me gustaba y que se me daba bien y acabé siendo una más del equipo. Siempre he sido muy segura de mí misma pero le pasa a otra persona con más inseguridad, y se vuelve a casa.”

María rehúye el victimismo, pero no minimiza lo vivido. “Nunca me he creído víctima de nada pero he pasado momentos muy malos.” La sensación de empujar contra corriente se repitió más tarde, ya en el mercado laboral. “Cuando terminé el grado medio de soldadura, una empresa me contrató aunque al principio chocó ver a una mujer en el taller. Luego estudié el grado superior y el primer bofetón me llegó cuando terminé esos estudios y una fábrica muy importante que pedían un perfil como el mío llamó a todos mis compañeros menos a mí y me dijeron: es que aquí no trabajan las mujeres. No tuve opción por ser mujer.”

Pero persistió pese a las circunstancias. “Me tenía que cambiar de ropa en las oficinas porque solo había vestuario de chicos, tampoco me podía duchar. Eso sí, siempre me han pagado igual que a los hombres porque era igual de productiva.”

La puerta a la mina se abrió tras un tiempo en Reino Unido. “Me fui tres meses a Inglaterra y mientras estaba allí mandé mi currículum y me llamaron de la mina: buscaban un perfil como el mío, me insistieron tanto que fui: una minería de interior que extrae cobre. He trabajado como perforista, a veces como artillera y con una máquina de sostenimiento. Llevo ya diez años en la mina. Empecé a dar visibilidad a la mujer, para que se viera que también podemos tener una trayectoria profesional en la minería, un buen sueldo, pero falta mucho por hacer. En interior de mina, a nivel operacional y en la provincia de Huelva, la presencia de mujer no supera el 6%.”

Aun así reconoce la rápida evolución que han tenido las mujeres en su sector “Ahora las empresas matrices lo están haciendo bien y las mujeres están entrando en formaciones y se las está contratando, poco a poco, pero el problema es que la actividad minera no solo está compuesta por trabajadores de las matrices sino por contratas auxiliares y ahí es donde está costando, donde nuestra presencia es prácticamente nula. Ya no hay trabajos en minería que la mujer no pueda hacer porque la tecnología ha suplido a la fuerza física.”

Su padre, años después de su desencuentro, le confesó por qué había negado la palabra. “Nunca me explicó por qué tomó esa actitud hasta que, catorce años después, me hicieron un reconocimiento a nivel provincial por mi lucha por la mujer y al volver en el coche mi padre me explicó que dejó de hablarme, no porque pensara que no tenía capacidades, sino porque sabía que me iban a hacer sufrir”.

Hoy, además de su trabajo en la mina, María dedica parte de su tiempo libre a abrir las puertas para otras mujeres. “Empecé a hacer proyectos de talleres para que en los centros educativos se les dijera a las niñas que también pueden ser electricistas, soldadoras, fontaneras, igual que ingenieras. Había un granito de arena que había que añadir. Y presentaba mi testimonio. Ahora esa Comunidad de Mara, que así llamé a mi perfil en redes sociales, se convirtió en empresa. Todavía hay mujeres que me contactan y que me dicen que piensan en abandonar. Porque la igualdad sobre el papel está muy bien pero la realidad es distinta.”

Su empleo bajo tierra exige mucha visibilidad en la superficie. Para que otras mujeres puedan seguir su camino sin encontrarse con las mismas trabas que ella ha tenido.

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