En una tarde marcada por el revuelo mediático en el hotel Mandarin Oriental Ritz de Madrid, Isabel Preysler (Manila, 75 años) acudió a la presentación de su autobiografía, Mi verdadera historia acompañada de su hija Tamara Falcó, para poner en sus propias palabras los relatos que durante décadas fueron contados por otros. Más de cien periodistas, cámaras y fotógrafos esperaban su llegada en un salón atestado, y cuando por fin apareció, lo hizo bajo un foco de flashes, observada por una corte de curiosos y rostros conocidos.
Isabel Preysler comenzó el acto agradeciendo de forma detallada y personal: “Si me permitís, voy a empezar leyendo unos agradecimientos porque no me quiero dejar a nadie”. Mencionó a los periodistas, a sus padres “por regalarme una vida y una vida inmensamente feliz de recuerdos inolvidables”, a sus hijos “que siempre serán un pilar fundamental y una fuente constante de alegría, y alguna que otra preocupación”, y a sus nietos “que aunque todavía no sean conscientes me regalan cada día su ilusión y energía”. No era un gesto superficial: se presentaba como mujer que toma la palabra, que se siente dueña de su versión.

Tamara Falcó tomó la palabra inmediatamente después, reconociendo que las memorias de su madre “son una sorpresa”; afirmó que Preysler “ha sido muy valiente por ponerse a escribir su verdad” y expresó su orgullo: “En nuestra familia no todo son cosas bonitas y ha tratado temas muy complicados con la elegancia que la caracteriza… cosas que ni yo sabía”. El gesto de complicidad entre madre e hija contrastaba con la carga de revelaciones que aguardaban en las páginas del libro.
Ante la pregunta “¿Por qué ahora?”, Isabel Preysler respondió con firmeza: “Se ha escrito mucho sobre mí durante muchos años. Era el momento porque ahora estoy llevando una vida tranquila y con serenidad”. Hizo además un viaje simbólico hasta su infancia en Filipinas: “Mi verdadera historia está en mis orígenes. Fui una niña privilegiada y feliz. Soy como soy por la niñez que he tenido, de eso tengo que darle las gracias a mis padres”.
Durante el turno de preguntas, llegó una de las más esperadas: la relación con el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa. “No he esperado a que falleciera. Estaba escribiendo el libro y él se murió mientras yo lo terminaba. Las cartas son mías y puedo publicarlas”, declaró tajante. Preysler afirmó haber decidido no quedarse callada ante lo que consideraba informaciones inexactas sobre su relación con el escritor: “Sólo he expresado lo que su entorno ha dicho sobre que él no era feliz a mi lado. He querido demostrar que eso no era verdad. Él era feliz y yo también lo era. El resto de lo que escribo son correcciones de cosas falsas que se han dicho”.

Respecto a sus grandes amores, la socialité no esquivó la pregunta: “He tenido muchos amores. El amor de mi vida ha sido Miguel Boyer”, afirmó. Con Miguel Boyer, exministro de Hacienda, compartió años de vida matizados por hospitalizaciones y crisis personales que ahora decide narrar con detalle. Entre otras confesiones, Preysler relata también las infidelidades de Julio Iglesias durante su matrimonio, los celos crecientes de Carlos Falcó y la transformación de su figura pública a través del tiempo.
Al preguntarle si se ha sentido tratada injustamente, respondió sin matices: “Por supuesto que sí. He dado mucha más importancia a lo bueno. Cuando eso ha pasado, lo que más me ha importado es lo que piensan mis amigas y mi familia. El resto yo no puedo controlarlo y tengo que pasar”. Para ella, los titulares son “etiquetas que no reflejan la realidad, porque la realidad es mucho más complicada”.
Con un estilo impecable en su vestido –blanco, fluido– la figura de Preysler parecía apacible, pero sus palabras eran cortantes. Y aunque reconoció haber eliminado del libro algunos pasajes, no quiso dar detalles: “He borrado cosas, pero no voy a desvelar de qué se trata”. Su intención quedó clara: abrir un testimonio, no un espectáculo mediático.
El cierre del acto llegó entre bromas, regalos de prensa, y un comentario de Tamara Falcó que arrancó risas: “Eso no vende, mami”, al escuchar su madre hablar de paz y tranquilidad. Con ese gesto, madre e hija abandonaron el hotel por la puerta de atrás entre micrófonos y carreras de periodistas. El libro ya está en las estanterías: un capítulo de vida contado a su modo, sin intermediarios.