El hashtag #doglover tiene más de 111 millones de publicaciones en Instagram. Las mascotas, especialmente perros y gatos, protagonizan una parte importante del contenido en redes sociales: cumpleaños perrunos, masajes, tratamientos relax, pijamas a juego con sus dueños… El mundo animal no se agota y nuestra relación con ellos no deja de intensificarse.
La misteriosa y casi existencial relación de amor entre humanos y animales ha sido objeto de estudio durante años. Y la respuesta es casi unánime: estar cerca de animales mejora la vida de las personas. Tanto, que en la última década —y más aún desde la pandemia— la presencia de animales domésticos en los hogares españoles ha crecido considerablemente. Lo que antes eran “mascotas” ahora se integran como parte de lo que se conoce como familias multiespecies.
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¿Perrhijos o hijos?
Los términos “perrhijo” o “gatijo”, aunque informales, se han vuelto habituales. La pregunta es clara: ¿preferimos tener una mascota a tener un hijo? No hay cifras oficiales, pero se estima que en España hay entre 9 y 10 millones de perros, y entre 1,5 y 2 millones de gatos, frente a los 8,7 millones de menores de 18 años registrados por el INE.
El dato ha despertado la curiosidad sobre qué hay detrás de esta realidad. La natalidad en España no atraviesa su mejor momento: en la última década, los nacimientos han caído un 20%. Según el estudio Raisin de 2024, criar a un hijo cuesta unos 300.000 euros desde su nacimiento hasta la emancipación, que en España ronda los 31 años. Tener hijos sale caro, pero tener mascota también.
Se vive mejor con mascota
“Es un compañero que no te juzga, que está a las duras y a las maduras. Hacen un papel que a veces los humanos no sabemos hacer de forma consistente”, explica la veterinaria y etóloga Cristina González Cano. Desde su empresa de formación y cuidado animal, admite el dilema que le supone el término perrhijo: “Mis perros y gatos han sido siempre un miembro más de la familia y es lo más similar a un hijo, porque están bajo mi tutela y yo soy la responsable de velar por su seguridad y bienestar hasta el día que dejen de estar en este mundo” pero hay límites.
La humanización de los animales es un campo de amplio debate entre los profesionales. “Una diferenciación injusta hacia los animales puede acarrear problemas en su bienestar” matiza Cristina. Los etólogos y expertos en el comportamiento animal advierten de la humanización excesiva. “Me encuentro con animales que no tienen espacios propios para descansar tranquilos, a los que no se les permite expresar comportamientos naturales como olfatear, explorar o incluso tener momentos de soledad” explica Rosana Álvarez, veterinaria especializada en Medicina del comportamiento.
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Animales que cuidan de nosotros
“Desde mi perspectiva, uno de los mayores beneficios es que nos invitan a mirar el mundo desde otra especie, a salir de nosotros mismos, y a construir un vínculo basado en la observación, la escucha y el respeto” continua Rosana. Los beneficios físicos y emocionales de vivir con animales están más que demostrados tanto en adultos como en niños. Un estudio de la Universidad de Ginebra concluye que las personas mayores de 55 años con mascotas tienen menos posibilidades de sufrir deterioro cognitivo y mejoran su fluidez verbal. Convivir con un animal reduce el estrés y la ansiedad, mejora la forma física, aumenta la capacidad empática y social, disminuye el riesgo de fallo cardiovascular e incluso generan impacto positivo en la salud mental.
“Tener animales es capital social”, repite en sus redes la doctora en Antrozoología y etóloga Paula Calvo. Y los datos respaldan esta teoría. La investigación llevaba a cabo por Social Indicators Research apunta que tener una mascota equivale a hasta 70.000 libras (metafóricas) al año en satisfacción vital, un valor similar al que se obtiene al socializar regularmente con amigos o familiares.“Convivir con animales aporta beneficios a nivel personal y familiar, lo que supone un beneficio a nivel de salud pública”, insiste Paula.
Si por un lado se ahorra en salud y bienestar social, por otro, la industria del cuidado animal no ha parado de crecer: seguros, atención médica, dispositivos de monitorización, talleres, cursos de comportamiento, servicios de entrenamiento, alimentación personalizada – incluyendo robots de cocina – , plataformas de paseadores y hasta una colección específica de Zara para perros. Solo en España la industria de las mascotas mueve 6.000 millones de euros al año.
Rupturas y custodias: ¿quién se queda al perro?
No todo amor es incondicional. En caso de ruptura o divorcio, los animales también entran en la ecuación. La Ley de Protección y Bienestar Animal de 2023 supuso un paso importante en la ampliación de los derechos de los animales. Además de reconocerles como “seres sintientes”, prohíbe su venta en tiendas, obliga al microchip y prohíbe dejar solos a los perros más de 4 horas seguidas. Eso sí, los perros de caza o los equinos, por ejemplo, quedan fuera de esta protección.
A efectos legales, el cuidado del animal debe incluirse en convenios de divorcio. La abogada animalista Nathalie González recomienda detallar al máximo los aspectos relacionados con su cuidado y en su experiencia “hay más problemas cuando no hay niños de por medio”, explica. “A veces las mascotas se usan como medida de presión: ‘Si quieres la mascota, me pagas el doble por esto otro’”.
Las custodias animales deben contemplar alimentación, alojamiento, estado emocional y salud del animal. “Si un perro ha vivido siempre en un chalet con jardín y el otro propietario no tiene ese entorno, el animal lo va a notar”, advierte. Nathalie insiste en la importancia de concretar períodos de vacaciones, días de recogida, gastos ordinarios y extraordinarios.
Aunque el vínculo con los animales puede ser muy fuerte antes de incorporar una nuevo miembro conviene reflexionar. “Hay que ser muy racional cuando quieres incluir un animal en tu vida, porque la parte emocional viene sola”, explica la veterinaria Cristina Cano. Cuestionarse el objetivo de ese vínculo, el tiempo real disponible y, por supuesto, la economía es la base para que ambas partes vivan lo mejor posible.