En un cambio sorprendente con respecto a décadas de tradición, la cumbre de la OTAN que se celebrará esta semana en La Haya se comprimirá en una única sesión de dos horas y media, un reajuste diplomático impulsado por una realidad política ineludible: al presidente Donald Trump no le gustan las reuniones largas.
La cumbre recortada, confirmada por funcionarios de la Alianza Atlántica esta semana, está diseñada explícitamente para adaptarse a la conocida aversión del presidente estadounidense a los compromisos diplomáticos prolongados. Mientras que en reuniones anteriores se celebraban varias sesiones a lo largo de dos días, este año toda la agenda se abordará en una única reunión muy bien gestionada. Según los diplomáticos que participan en la planificación, la decisión tiene tanto que ver con garantizar la productividad como con evitar el tipo de turbulencias que Trump suele provocar al final de las sesiones.

“Vamos a mantenerla centrada, breve y concisa”, afirmó al diario “The Times” un alto diplomático de la OTAN. “Trump no ha ocultado su impaciencia, y la alianza debe ser lo suficientemente ágil para adaptarse”, añadió.
El elemento central de la cumbre, un acuerdo formal para aumentar el gasto en defensa de la Alianza Atlántica hasta un nuevo objetivo del 5% del PIB, se resumirá en un comunicado de solo cinco párrafos, lo que contrasta claramente con la declaración de 5.400 palabras emitida tras la reunión del año pasado en Washington. Los diplomáticos esperan que este formato abreviado haga el acuerdo más digerible para Trump y limite las oportunidades de desviaciones o enfrentamientos fuera del guion.
Una lección del G7
La cumbre de la OTAN sigue de cerca a la reunión del G7 celebrada del 15 al 17 en Canadá, donde Trump se marchó antes de tiempo, saltándose debates críticos y lanzando posteriormente ataques en las redes sociales contra otros líderes. Su partida, abrupta pero nada sorprendente, no ha hecho más que reforzar la determinación de los funcionarios de la Alianza Atlántica de evitar dramas similares.

“¿Habrá una bomba de Truth Social a altas horas de la noche si tiene una rabieta en la cumbre?”, se mofó otro diplomático, solo medio en broma. “Todos hemos visto esta película antes”.
Esta vez, tampoco habrá rueda de prensa conjunta con el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, el ex primer ministro neerlandés. Esa tradición se ha dejado de lado discretamente y se ha sustituido por ruedas de prensa separadas para limitar el riesgo de enfrentamientos en tiempo real o comentarios improvisados.
¿El triunfo de Trump o una cuerda floja?
A pesar de la cuidadosa coreografía, se espera que la Casa Blanca presente los nuevos objetivos de gasto como una victoria personal de Trump, prueba, según sus aliados, de que sus exigencias sensatas de un reparto más justo de la carga están finalmente dando sus frutos.

Los objetivos propuestos -el 3,5 % del PIB para el gasto militar básico y otro 1,5 % para presupuestos relacionados- han desatado disputas entre bastidores sobre los plazos. Mientras que algunos, como el primer ministro británico Keir Starmer, están a favor de un plazo hasta 2035, otros quieren que se aplique en 2032. Trump, como es habitual, ha presionado para que se fije la fecha más temprana posible.
Sin embargo, aunque el compromiso de gasto puede suponer una victoria política para Trump, el objetivo más amplio de preservar la unidad de la OTAN sigue siendo precario. Las declaraciones pasadas de Trump cuestionando el compromiso de Estados Unidos con la defensa colectiva han sembrado la inquietud entre los aliados. Como señaló la jefa de Asuntos Exteriores de la UE, Kaja Kallas, en una declaración ante los eurodiputados: “Cuando los líderes de la OTAN se reúnan la próxima semana, mantener la unidad de la alianza será tan prioritario como aumentar el gasto en defensa”.

Ucrania y Rusia: posicionamiento cauteloso
El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, ha sido invitado a la cumbre, pero se le restará importancia diplomáticamente, en un esfuerzo por evitar cualquier enfrentamiento directo con Trump, que ha mantenido una relación tensa con el líder ucraniano desde su primer mandato.
Zelenski sigue teniendo previsto asistir, aunque los funcionarios de Kiev señalan que su participación podría cambiar en función de los acontecimientos de última hora. Por ahora, el plan es que asista tanto a la cumbre como a una cena real ofrecida por el rey Guillermo Alejandro de Países Bajos.
En cuanto al comunicado, seguirá describiendo a Rusia como una “amenaza directa”, pero no llegará a respaldar el “camino irreversible” de Ucrania hacia la adhesión a la OTAN, otro guiño a Trump, quien en el G7 volvió a criticar que se expulsara a Moscú y tiene una polémica visión de la invasión rusa.
El método Trump
Dentro de la Casa Blanca, los asesores describen a un presidente cuyo estilo se aleja de la estructura formal y se acerca más a la improvisación enérgica. Según partidarios como la columnista del New York Post Miranda Devine, el magnate republicano “encadena una reunión tras otra”, alimentándose de la interacción espontánea y de un ritmo implacable que a menudo se prolonga hasta altas horas de la noche.
A sus 79 años, “es más activo que la mayoría de las personas 40 años más jóvenes”, escribió Devine recientemente. “Cuando se despierta, lo primero en lo que piensa es en los negocios. Todo son negocios”.

Sin embargo, el enfoque diplomático de Trump tiende a resistirse a las convenciones de las cumbres. Atrás quedaron las largas sesiones informativas, las deliberaciones en grupo y los comunicados cuidadosamente coordinados de las administraciones anteriores. En su lugar, las reuniones son informales, marcadas por la química personal y, a menudo, centradas más en la imagen que en el fondo.
Una cumbre en la era de Trump
Mientras la alianza de la OTAN se enfrenta a las crecientes tensiones globales, la necesidad de un frente unido nunca ha sido mayor. Pero en la era de Trump, esa unidad debe expresarse ahora en formatos más sencillos y breves, diseñados no solo para transmitir el consenso estratégico, sino también para adaptarse a las preferencias del hombre que ha vuelto al puesto más poderoso de la mesa.

Queda por ver si esa estrategia dará resultados duraderos o si simplemente retrasará divisiones más profundas. Pero una cosa es segura: esta semana en La Haya, lo bueno si breve, dos veces bueno.