La Iglesia Católica atraviesa un momento crucial. Tras la muerte del Papa Francisco el pasado 21 de abril, los cardenales han sido convocados en Roma para uno de los procesos más herméticos y trascendentales del Vaticano: las votaciones del Cónclave, que decidirán quién ocupará el trono de San Pedro en el siglo XXI. Un evento histórico que no solo escoge a un nuevo pontífice, sino también una dirección espiritual, teológica y política para millones de fieles.
Qué es el Cónclave y por qué es tan importante
Las votaciones del Cónclave son el procedimiento mediante el cual la Iglesia elige a un nuevo Papa. Se trata de un sistema milenario, rodeado de solemnidad, secreto y liturgia, que se activa cada vez que queda vacante la Sede Apostólica, ya sea por fallecimiento o renuncia del pontífice.
En esta ocasión, las votaciones del Cónclave adquieren un carácter aún más simbólico. Tras una década de convivencia entre Benedicto XVI y Francisco, ahora el nuevo Papa no tendrá predecesores vivos. Todo indica que la Iglesia se enfrenta a una disyuntiva entre dos modelos: continuar la apertura sinodal impulsada por Francisco o volver a la firmeza doctrinal del pasado.
Quiénes participan en las votaciones del Cónclave
En estas votaciones del Cónclave participan 133 cardenales electores, todos menores de 80 años. De ellos, aproximadamente el 80% fueron nombrados por el Papa Francisco. Eso sugiere una inclinación del colegio cardenalicio hacia una continuidad reformista.
No obstante, no todos los convocados estarán presentes. Hay cardenales que han declinado asistir por motivos de salud o por cuestiones personales. Aun así, la cifra final de electores permite desarrollar las votaciones del Cónclave con normalidad, requiriendo al menos 89 votos para elegir al nuevo pontífice.
Cómo se realiza el voto en el Cónclave

Durante las votaciones del Cónclave, cada cardenal recibe una papeleta con la inscripción en latín Eligo in Summum Pontificem (“Elijo como Sumo Pontífice”). En ella escriben, a mano, el nombre de su elección. Luego, uno a uno, se acercan al altar bajo el Juicio Final, y con la fórmula solemne Testor Christum Dominum, qui me iudicaturus est… depositan su voto en la urna.
Para que un cardenal sea elegido papa en estas votaciones del Cónclave, necesita obtener al menos dos tercios de los votos. En este caso, eso significa lograr el respaldo de 89 de los 133 cardenales. Si no se consigue en la primera ronda, pueden realizarse hasta cuatro votaciones al día: dos por la mañana y dos por la tarde.
Qué pasa si no se elige Papa tras varias votaciones
Si después de tres días de votaciones del Cónclave no se alcanza el consenso necesario, el proceso se interrumpe para un día de oración y reflexión. Durante esa pausa, el cardenal presbítero más antiguo pronuncia un discurso para inspirar al colegio cardenalicio.
Si las votaciones continúan sin éxito, se permite una nueva tanda de hasta siete votaciones. Si tras ellas tampoco hay elegido, se detienen de nuevo para una jornada de reflexión, esta vez a cargo del cardenal obispo más veterano. En este punto, las reglas del Cónclave permiten redefinir estrategias, pero no se elimina el requisito de la mayoría cualificada.
Qué ocurre cuando se elige a un nuevo Papa

Cuando un cardenal logra el número necesario de apoyos en las votaciones del Cónclave, se le formula una pregunta canónica: Acceptasne electionem de te canonice factam in Summum Pontificem? (“¿Acepta usted su elección canónica como Sumo Pontífice?”). Si acepta, debe elegir su nuevo nombre como Papa.
Desde ese instante, es llevado a la sacristía llamada la Sala de las Lágrimas, donde se viste por primera vez con la sotana blanca. Luego, el cardenal protodiácono aparece en el balcón central de la Basílica de San Pedro y pronuncia las palabras: Habemus Papam. El nuevo pontífice se asoma y ofrece su primera bendición como cabeza de la Iglesia Católica.