La guerra abierta por Israel contra Irán empezó con un duro golpe sorpresa sobre centrales nucleares, lanzaderas de misiles y asesinatos de altos rangos militares y científicos del régimen de los ayatolá. En respuesta, Teherán dispara diariamente misiles balísticos sobre el estado judío, que están causando daños sin precedentes en infraestructuras civiles. Tras una semana en vigor de un conflicto que rediseñará el equilibrio de fuerzas en Oriente Próximo, la gran pregunta sin resolver es cuándo y cómo terminará la guerra.
En el podcast semanal del diario israelí Haaretz, el periodista Anshel Pfeffer y el teniente coronel en la reserva del Ejército Ron Kochav desgranaron las claves que definirán la duración y el resultado final de una guerra inédita, librada por estado enemigos que combaten a miles de kilómetros de distancia.

Respecto a la presión de Benjamin Netanyahu sobre la administración Trump para intentar arrastrar a EE UU a una participación directa en el conflicto, Kochav matizó que, de facto, Washington ya forma parte de la ecuación. “Los cazas que usa las FDI para bombardear Irán son norteamericanos. Constantemente, llega armamento desde EE UU para reforzar al Ejército israelí, y en Israel hay desplegados cientos de soldados estadounidenses”, aclaró.
Además, la inteligencia estadounidense colabora activamente en la complicada tarea de detectar y neutralizar los mísiles balísticos iraníes, que en algunos casos navegan en el espacio exterior. Tras los dos ataques lanzados en 2024, el régimen de los ayatolá aprendió el funcionamiento de las baterías antimisiles Jetz-3, usadas para repeler misiles balísticos en el espacio.

Pero a diferencia de la “Cúpula de Hierro”, el sistema casi hermético que repele los proyectiles de corto y medio alcance lanzados desde Gaza o el Líbano, la intercepción total de decenas de misiles balísticos disparados hacia un mismo objetivo es casi imposible de lograr. Por ahora, esta es la mejor arma de Irán, que podría estar reservando otros ases bajo la manga en caso de que Washington opte por bombardear Teherán.
“Los iraníes tendrían más objetivos para atacar, como las refinerías gestionadas por aliados estadounidenses en Oriente Medio, o bases militares. También podrían disparar hacia lugares como Dubai, cuya economía depende mucho de EE UU y alberga miles de ciudadanos occidentales. Podría generar el caos”, agregó Kochav.
En esta guerra sin precedentes, ambos bandos también aplican la “economía de munición”. En cada bombardeo en Irán, los cazas israelíes deben recorrer casi 2.000 kilómetros por trayecto, lo que supone un reto para gestionar el combustible y las pesadas bombas que transportan. “En cada ataque, se mide muy bien que recursos utilizar”, comento Pfeffer.

Medios internacionales también especulan sobre una posible carencia de proyectiles en las baterías defensivas israelíes. Tras dos días de relativo descenso en la cantidad de misiles disparados, Irán sorprendió en la mañana del jueves con disparos masivos hacia el centro de Israel y el principal hospital de Beer Sheva, en el sur. Lo hicieron justamente cuando el ejército hebreo relajó parcialmente las restricciones de movimiento, y muchos volvían a trabajar.
Otras de las claves será la capacidad de resistencia de ambos bandos. Analistas israelíes inciden en los golpes duros atestados a la comandancia militar del régimen iraní, y se especula con que el objetivo de la guerra no solo sería neutralizar el plan nuclear, sino acabar definitivamente con el gobierno de los ayatolás. Desde que asumieron el poder en 1979, su mantra existencial es la “destrucción de América e Israel”. Ante la encrucijada, se apunta que el ayatolá Ali Jamenei podría izar la bandera blanca.
También debe considerarse el rol de los opositores al régimen, que podrían aprovechar el momento de debilidad para dar un golpe de gracia y provocar un cambio de sistema. “La guerra no es contra el pueblo de Irán”, insiste el premier israelí Benjamín Netanyahu. Pero en Israel, la resiliencia de la población civil está muy tensionada, tras más de 20 meses de guerra en todos los frentes.

La economía israelí se tambalea, decenas de miles de reservistas son llamados frecuentemente para volver al frente, y millones de ciudadanos pasan noches enteras en párquines, bunkers o paradas de metro. Los israelíes jamás se habían sentido tan vulnerables. E Irán podría aprovechar este factor para eternizar una “guerra de desgaste”, con un goteo diario de pocos misiles, capaces de aterrar y paralizar a un estado judío de dimensiones territoriales ínfimas.
Pero la gran incógnita que podría redefinir el conflicto, la participación directa de EE UU, sigue en el aire. A última hora del jueves, la Casa Blanca aclaró que “Trump podría decidir si entrar al conflicto o no en las próximas dos semanas”. Mientras tanto, millones de israelíes e iraníes viven aterrorizados. En Israel, van 24 muertos y más de 600 heridos. En Irán, más de 220 y más de mil heridos, aunque las cifras podrían ser mayores.