El Premio Nobel de la Paz concedido a María Corina Machado ha tenido un impacto inmediato entre las mujeres venezolanas que viven fuera del país, que interpretan el reconocimiento como una señal política en un momento de máxima tensión en Venezuela. En medio del régimen de Nicolás Maduro y tras unas elecciones denunciadas como fraudulentas, el galardón ha reactivado la atención internacional y ha devuelto visibilidad a una oposición debilitada dentro del país, pero muy activa en el exilio.
Desde España, donde vive una parte significativa de la diáspora, el premio se interpreta como una señal política más que como un gesto honorífico. Marianelly, venezolana residente en Madrid desde hace casi seis años, lo resume así en conversación con este diario: “María Corina Machado representa la voz de millones de venezolanos que no podemos ser escuchados”. Para ella, el Nobel “es una forma de que el mundo entienda la magnitud de lo que vivimos”.
Marianelly abandonó Venezuela empujada por un deterioro acelerado de las condiciones de vida. “Había zonas con toque de queda, fallas constantes de luz y agua, inseguridad y salarios que no alcanzaban para vivir con dignidad”, explica. La situación económica sigue siendo uno de los principales factores de expulsión: “Hoy el salario mínimo ronda los dos dólares. Vivir así no es vida”.

Esa degradación estructural es la que mantiene al país en una situación límite. Eva Enríquez, que salió de Venezuela en 2004 y reside en España desde entonces, sostiene que el colapso no es reciente. “La democracia venezolana estaba herida de muerte”, afirma, tras años de concentración de poder, persecución política y vaciamiento institucional. “Hoy no hay Estado de Derecho. Venezuela es un Estado fallido”.
La concesión del Nobel llega, además, en un momento clave para la oposición venezolana, que sigue denunciando el fraude electoral y la falta de garantías democráticas. Eva destaca el papel de Machado tras los comicios del año pasado: “Fue capaz de organizar a los venezolanos para documentar el fraude y mostrarlo ante el mundo”. A su juicio, el premio “no solo reconoce su lucha, sino que devuelve legitimidad internacional a la causa democrática venezolana”.

Para Marianelly, el impacto es también emocional. “Jamás he perdido la esperanza”, asegura, aunque admite que la caída del régimen no será inmediata. “Esto es un proceso largo, pero el Nobel demuestra que Venezuela no está sola”.
“No es un problema de izquierdas o derechas”
Ambas coinciden en una advertencia recurrente desde el exilio: lo que ocurre en Venezuela no es un debate ideológico. “No es un problema de izquierdas o derechas”, insiste Eva. “Es la destrucción de un país y de sus instituciones”. Una realidad que, pese al silencio y al desgaste, esta semana ha vuelto a abrirse paso en la agenda internacional.
El Nobel no cambia el equilibrio de poder en Caracas, pero sí ha alterado el clima político. Para muchas venezolanas, dentro y fuera del país, supone algo concreto: visibilidad, respaldo y una presión internacional que llevaba tiempo ausente.
“Llevo 21 años fuera de Venezuela. No he vuelto a mi país desde entonces. Quiero creer que es posible recuperar la democracia”, termina diciendo Eva, que reconoce a Artículo14, que esta entrevista le ha servido de desahogo. “Por fin han comenzado a nombrar la verdad con los sustantivos correctos. Mi enorme admiración y profundo respeto a esta mujer. La historia le hará justicia“, sentencia.


