Miami dejó este martes de ser el bastión republicano que había sido durante las últimas cuatro décadas y ella es la responsable. La candidata demócrata, Eileen Higgins, se impuso claramente a su rival trumpista, Emilio T. González, en la segunda vuelta de las elecciones a la Alcaldía de la ciudad y rompió la hegemonía conservadora en la ciudad.
La clara victoria de Higgins supone una nueva señal de alarma para los republicanos, que acumulan derrotas electorales desde que Donald Trump regresó a la Casa Blanca; para los estrategas un indicio de que están en serio riesgo de perder su mayoría en el Congreso en las elecciones de mitad de mandato que se celebrarán en noviembre del año que viene.
Según los primeros resultados preliminares, Higgins se impuso por 19 puntos porcentuales, una abrumadora diferencia que choca en una ciudad lleva años orientada hacia la derecha y que alberga a la mayor parte del exilio anticastrista en Estados Unidos y en los últimos años también una numerosa colonia venezolana que huyó de la ruina de Chávez y Maduro en su país.

De 61 años, esta ingeniera mecánica de profesión con experiencia como voluntaria en Belice, se convertirá en la primera alcaldesa demócrata en casi treinta años y en la primera persona no hispana en ocupar el sillón municipal desde la década de 1990. Con unos años como comisionada en el Condado de Miami-Dade como única experiencia política, Higgins sorprendió con su victoria avasalladora.
Consciente de que tendrá que gobernar una ciudad con una enorme e influyente comunidad hispanohablante, Higgins pronunció en español sus primeras palabras como alcaldesa electa. “Me siento profundamente honrada por estar aquí como su nueva alcaldesa”, dijo. Y, en plena ola xenófoba desatada por la Administración Trump, prometió “una ciudad que nos pertenezca a todos” y en la que “los inmigrantes se sientan bienvenidos y respetados”.
Sus seguidores jubilosos, congregados en el histórico Club de las Mujeres de Miami, en la bahía de Edgewater, no pasaron por alto el hecho de que será la primera mujer en liderar la ciudad en mucho tiempo. “¡Señora alcaldesa!”, le gritaban.
Las elecciones a la Alcaldía de la ciudad de Miami rara vez habían recabado tanta atención nacional, pero en el contexto actual cada elección local o estatal de las que a menudo se celebran en Estados Unidos se ha convertido en una suerte de plebiscito sobre las políticas de Trump. Las encuestas arrojan una pronunciada caída de su popularidad y las últimas elecciones parecen haberla confirmado.
El pasado 4 de noviembre, los candidatos demócratas barrieron en las elecciones a gobernador en Nueva Jersey y Virginia, y a la alcaldía de Nueva York. Esta vez los aparatos de los partidos se habían volcado en una campaña en la que el candidato republicano contó con el apoyo explícito de Trump.
Pero Higgins no cambió su hoja de ruta. No escondió banderas como la del colectivo LGTB+, que la ha apoyado decididamente, y prometió una gestión eficiente y centrada en resolver los problemas de los ciudadanos en una ciudad que en los últimos años se ha tenido que acostumbrar con los escándalos de corrupción.
La apuesta le ha dado resultado a una candidata de la que muchos dentro y fuera de Miami nunca habían oído hablar hasta hace bien poco, mientras que el candidato apoyado por Trump ha obtenido unos resultados que escocerán entre los republicanos.
Si las derrotas en Nueva Jersey, Virginia y Nueva York ya hicieron pensar a muchos que la percepción negativa de la gestión de Trump podía arrastrar al partido al abismo electoral, el hecho de perder y por tanta diferencia una ciudad que durante tantos años fue su feudo inexpugnable probablemente les quitará el sueño a muchos de los congresistas que se jugarán la reelección el año que viene. La pregunta es cuándo y cómo se atreverán a exigirle al presidente un cambio de estrategia. Higgins les ha vuelto a mostrar que el camino actual tal vez solo les lleve al fracaso.


