A pesar del reciente alto el fuego, las condiciones de vida en la Franja de Gaza siguen siendo desesperadas. Médicos Sin Fronteras ha denunciado que más de un millón de personas continúan desplazadas en el sur del territorio palestino, viviendo en circunstancias extremas que amenazan su salud y su dignidad. Según la organización, el 70% de las consultas médicas que realiza en esta zona están directamente relacionadas con las malas condiciones de vida.
Desde hace dos años, la población gazatí sufre las consecuencias de una ofensiva militar que ha devastado la infraestructura civil, incluido el sistema sanitario. En palabras de MSF, la combinación de desplazamiento masivo, destrucción y bloqueo ha generado “la tormenta perfecta para la propagación de enfermedades”. La organización ha reclamado a las autoridades israelíes que permitan de inmediato una ampliación significativa de la ayuda humanitaria y garanticen su libre acceso a Gaza.

Ruinas y precariedad
En lugares como Al Mawasi, en Jan Yunis, miles de familias desplazadas intentan sobrevivir entre tiendas improvisadas, escombros y montones de basura. Aitor Zabalgogeazkoa, coordinador de emergencias de MSF en Gaza, describe la situación: “En el sur de Gaza, las familias que han tenido que huir una y otra vez están hacinadas en un mar de tiendas improvisadas, abarrotadas en las pocas escuelas que aún permanecen en pie o durmiendo al raso entre los escombros, los montones de basura, los desechos animales y las aguas residuales desbordadas”. Y añade: “Es algo totalmente inaceptable”.
El invierno agrava aún más esta crisis. Con el descenso de las temperaturas, la exposición al frío y la falta de refugios adecuados aumentan los riesgos sanitarios. El agotamiento físico y emocional, sumado a la carencia de agua potable, saneamiento y alimentos, deja a la población en una situación límite.
Condiciones de vida
Los datos médicos recopilados por MSF en 2025 revelan una realidad alarmante. Siete de cada diez consultas ambulatorias están vinculadas a dolencias provocadas por las malas condiciones de vida. Entre ellas destacan las infecciones respiratorias, gastrointestinales, cutáneas y oculares, así como el aumento de dolores generalizados.
“El entorno en el que la gente se ve obligada a vivir está enfermando a las personas”, explicó Adi Nadimpalli, coordinador médico de la organización. “La desnutrición, la falta de saneamiento y las condiciones de vida insalubres están teniendo un impacto devastador en la salud de las personas”.

El colapso del sistema de agua y saneamiento, resultado de la destrucción y del bloqueo impuesto a la entrada de materiales, ha provocado un fuerte incremento de enfermedades transmitidas por el agua. Desde abril de 2025, los equipos de MSF han tratado más de 24.000 casos de diarrea, que se suman a los más de 78.000 atendidos en los dos últimos años. La falta de acceso a alimentos y la imposibilidad de preparar comidas seguras agravan la emergencia.
“Tengo miedo del invierno“
La crisis también afecta de manera desproporcionada a mujeres embarazadas y niños. En el hospital Nasser, en Jan Yunis, se detectaron 1.366 casos de desnutrición entre mujeres gestantes entre octubre de 2024 y septiembre de 2025. Muchas madres no logran alimentar adecuadamente a sus bebés: algunas no producen leche materna suficiente debido a su propio estado de desnutrición, mientras que la escasez de fórmula infantil y la falta de agua limpia hacen casi imposible una alimentación segura.
Bassel Altom, desplazado desde Rafah, relata a MSF: “Fuimos desplazados a Jan Yunis y la situación era difícil. Pasamos de una casa a una tienda. Íbamos a buscar ayuda para conseguir comida. Cuando fui, me dispararon en la pierna, lo que llevó a su amputación”. Ahora vive con su esposa y sus dos hijos en una tienda en Al Mawasi. “No puedo coger a mi hijo cuando quiero; es un niño de dos años y me pide que lo coja, pero no puedo porque uso muletas”, cuenta con tristeza.

Otro caso es el de Nour Mohammad Hamdan, embarazada de siete meses. “Mi esposo y yo no comemos para poder alimentar a los niños. Tuvimos que soportar hambre por un tiempo; no había comida ni agua. Mi hija es pequeña, tiene tres años, no entiende y quiere comer. Estoy desnutrida y embarazada”, relata. “Tengo miedo de la tienda, del invierno y del frío. Daré a luz en diciembre y temo que nos inunde el agua”.
Un llamado urgente
Las consecuencias del colapso sanitario y humanitario son cada vez más evidentes. Desde mayo, los equipos médicos han observado un aumento preocupante de infecciones respiratorias, que ya representan el 67% de los casos de morbilidad según el Ministerio de Salud. A esto se suman brotes de enfermedades cutáneas como sarna y piojos.
MSF advierte que sin una intervención inmediata y sin restricciones al acceso humanitario, la población de Gaza seguirá atrapada en una emergencia evitable. “Las infecciones que antes eran fácilmente prevenibles ahora son habituales”, señaló Nadimpalli, subrayando la urgencia de actuar para evitar más muertes.


