Los principales líderes de la oposición de Venezuela han ejercido ese rol más o menos desde el comienzo de la etapa autoritaria, iniciada con la llegada del Hugo Chávez al poder, en enero de 1999, tras ganar las elecciones con 56,2% de los votos. Esa larga exposición, siempre en primer plano, nos ha permitido observar la conducta y posiciones de quienes ejercen la conducción del colectivo inclinado a la recuperación de la democracia y rehabilitación de las instituciones.
Una rápida evaluación de los respectivos comportamientos de estas personas nos lleva a la conclusión de que apenas han cambiado en estas dos décadas. Henrique Capriles, por ejemplo, apenas si ha variado en sus reacciones, manera de hablar y forma de lidiar conflictos; y lo mismo puede decirse de Manuel Rosales y Andrés Velásquez. En este panorama hay dos excepciones, Leopoldo López y María Corina Machado (MCM), en cuyo perfil nos concentraremos.

La burguesita del imperio
Desde sus inicios, cuando enfrentaba a Chávez como diputada, hasta su actual lucha contra Nicolás Maduro, Machado ha tenido una trayectoria marcada por una transformación política significativa. Baste señalar que comenzó su andadura en un nicho reducido, vinculada a la élite empresarial venezolana y a movimientos contrarios al proyecto autoritario de Chávez. De hecho, hasta hace poco era vista como una ficha “de derecha”, “una burguesita del imperio”, como la tildó el golpista de 1992. En sus inicios, su oposición se centró en la denuncia al autoritarismo y el proyecto socialista chavista que, según ella previó y hemos visto, empobrecería y limitaría las libertades de Venezuela.
Tras la muerte de Chávez y la llegada al poder de Maduro, su protagonismo creció. Machado fue una de las voces más críticas y radicales no solo contra el régimen y su desbordada corrupción, sino contra cualquier atisbo de negociación con este. Desde el primer día, Machado ha postulado un enfrentamiento de todo o nada; y calificado de espurio un diálogo que, para ella, supondría conferirle al régimen un rango de interlocutor en paridad de condiciones (y no un factor criminal que ha arrasado el país e incluso comprometido su soberanía en contubernios con mafias internacionales).
Pocos previeron que esa intransigencia devendría uno de sus atributos más apreciados, incluso por el chavismo desencantado o arrepentido. En vez de reprochársele testarudez, se le reconoce coherencia, honestidad, capacidad de mantenerse firme sean cuales sean las presiones, la inmensidad del oponente y las tentaciones.

Pero claro que ha cambiado. Y esa flexibilidad explica en buena medida el sitial de líder indiscutible de las fuerzas democráticas venezolanas (sobre todo, de las bases) y adalid de la democracia en Hispanoamérica. Su estrategia en el antagonismo con el “socialismo del siglo XXI” pasó de una confrontación directa y radical a una postura más moderada, inclusiva y movilizadora de amplios sectores sociales; eso sí, sin perder su firmeza en el rechazo al régimen.
Expropiar es robar
Si en 2012 le echó en cara a Chávez que “expropiar es robar”, (cuando, como ha hecho el chavismo mil veces, el embargo no va seguido del pago a los dueños despojados); y en 2014 promovió movilizaciones masivas, que enfrentaron una severa represión y llevaron a su expulsión de la Asamblea Nacional y persecución política. Ya entonces, criticaba la oposición en procesos electorales que consideraba fraudulentos y afeaba las mesas de diálogo y negociaciones con el chavismo por “infructuosos y colaboracionistas.”
En 2023, cuando la prolongación de Maduro en el poder y en la destrucción del país era evidente, se presentó a las primarias de la oposición con el objetivo de convertirse en su candidata para las elecciones de 2024 contra el tirano. Las ganó con el 93% de los votos y Maduro la inhabilitó: prohibió que ella fuera su contrincante. Entonces, ella no se replegó ni se hundió en una cueva a lamerse las heridas, sino que mostró su nueva flexibilidad al apoyar al diplomático Edmundo González Urrutia y con este rostro le ganó a Maduro con el 70% de los votos. Esto, sin contar con los votos de la diáspora, que Maduro imposibilitó en su casi totalidad.

Después de que el derrotado se declaró vencedor sin mostrar las actas ni cumplir con los requisitos contemplados por las leyes venezolanos para estos casos, Machado optó por combinar una movilización masiva en las calles con una intensa agenda internacional para denunciar la ilegitimidad del régimen y procurar un respaldo global.
La evolución le ganó una percepción hasta ahora imbatible. Es vista como una líder más moderada en el sentido táctico, pero aún firme frente al régimen, al dar prioridad a la resistencia, el boicot electoral y la presión internacional.
Hasta el final
Desde su refugio en la clandestinidad, donde se encuentra desde agosto de 2024, Machado no le ha dado tregua a la dictadura. Cuando Maduro convocó a unas elecciones de diputados y gobernadores para el 25 de mayo de 2025, ella conminó al país a desacatar ese llamado, advirtiendo que el fraude electoral del 28 de julio de 2024 evidenciaba una absoluta la falta de garantías y que ir a nuevas elecciones equivaldría a “pasar la página” y aceptar que Maduro ya se quédó en Miraflotes… Su llamamiento derivó en abstenciones récord (más del 85%), dado que sus seguidores entendieron que de lo que se trataba no era de vaciar al voto de su poder sino de desplegar la resistencia cívica.
El régimen decidió acabar con el Acuerdo de Barbados.
Lo que NO se acaba es nuestra lucha por la conquista de la democracia a través de elecciones libres y limpias.
Maduro y su sistema criminal escogieron el peor camino para ellos: unas elecciones fraudulentas. Eso no va a…
— María Corina Machado (@MariaCorinaYA) January 26, 2024
Dado que una parte minoritaria de la oposición aceptó el llamado de Maduro a elecciones, Machado capitalizó esa fractura para fortalecer su postura de rechazo absoluto a los procesos electorales controlados por el régimen, insistiendo en que la verdadera lucha debe mantenerse fuera de esos mecanismos y centrarse en la movilización social y la presión diplomática. En este punto sigue como el primer día: todo o nada. Pero… muy importante esta salvedad, ahora le habla al pueblo llano, al más humilde de los venezolanos con una propuesta que valoriza la educación y el trabajo, el esfuerzo individual, las libertades políticas y el fortalecimiento económico de los ciudadanos. También ha abordado asuntos sensibles, como la migración masiva, fenómeno que afecta a chavistas y opositores por igual, tocando fibras comunes, como el desgarramiento de la familia atomizada, que ayudaron a ampliar su atracción más allá del electorado opositor tradicional.
En la actualidad, perseguida por el régimen, con su equipo de trabajo preso o en el exilio, escondida en algún punto del territorio venezolano, María Corina Machado es reconocida por su resiliencia excepcional, puesto que de cada adversidad ha emergido más fuerte, con liderazgo ampliado y renovado.

Al cumplirse un año de las elecciones del 28 de julio de 2024, Machado logró demostrar ante el mundo, con las actas emitidas por el propio ente comicial, que Maduro perdió en todo el país y “por paliza”, como ella le recuerda a cada rato. Y es cierto que ella tiene sus movimientos muy limitados por el acoso al que la ha sometido el régimen y que el ticket ganador del 28J sigue sin canjearse, pero también es verdad que no hay una sola democracia en el mundo que le confiera legitimidad a Maduro y que, mientras este pierde apoyos cada día, hasta quedar sostenido solo por los militares, ella conserva su base de apoyo y persiste en el acopio de nuevos aliados.
Su promesa, la de que su lucha es “hasta el final”, esto es, hasta que Maduro y su grupo salgan del poder, no ha sido desechada ni un día en sus incansables y provocadoras comunicaciones.