En noviembre de 2024 en Laos, Bethany y su amiga Simone se unieron a la “happy hour” que un hostal de Vang Vieng anunciaba a diario. Había whisky y vodka. “Uno de nuestros amigos probó el whisky y dijo que no era muy bueno, así que tomamos vodka, pero lo mezclamos con Sprite”, recuerda Bethany. Durante dos horas, en un ambiente festivo, llegaron a beber entre cinco y seis tragos. Lo que no sabían era que el alcohol que bebían estaba adulterado con metanol, un producto barato, que algunos establecimientos -sobre todo de países en los que el alcohol no está regulado- mezclan con bebidas para reducir costes. En el cuerpo humano provoca ceguera, daño neurológico irreversible y, en muchos casos, la muerte. Así fue como Simone perdió la vida.
Bethany, en cambio, no fue tan afectada por el tóxico. Hoy se encuentra recuperada físicamente y ha querido compartir su testimonio con Artículo14 para contar en detalle lo que vivió junto a su amiga.
“La mañana siguiente nos despertamos y todos nos sentíamos un poco cansados, bastante fatigados, no muy bien coordinados. Y tampoco teníamos apetito“, relata Bethany. La debilidad aumentó con el paso de las horas. Cuando intentaron nadar durante otra actividad, descubrieron que no tenían fuerzas: “no podíamos nadar cuando normalmente seríamos muy energéticas”, e incluso “tuvimos dejar que las personas con las que estábamos nos llevaran a nado”.
La situación se complicó en el autobús hacia Vientián. Simone comenzó a vomitar y sus amigos pidieron al conductor que las dejara en un hospital. Sin embargo, la primera evaluación médica fue errónea: “Nos diagnosticaron de intoxicación alimentaria, y nos pusieron suero y algunos antihistaminicos. Pero eso fue todo”.

El diagnóstico tardío fue fatal. “Veintisiete horas después de la bebida, Simone empezó a gritar y a hablar conmigo… parecía que el daño cerebral ya estaba hecho”, recuerda Bethany. La ambulancia tardó una hora en llegar debido a trámites burocráticos, mientras Simone luchaba por respirar. Cuando por fin ingresaron en un hospital privado, los médicos comenzaron con hemodiálisis. “Dijeron: está aquí un poco tarde, pero haremos lo mejor que podamos para ella”. Nada funcionó, Simone estaba en coma y con soporte vital. El 21 de noviembre, con su madre ya llegada desde el Reino Unido, tomó la decisión de desconectarla. Pero, debido a que estaban en un país budista, no lo consiguieron hasta tres días después.
Bethany aún carga con la imagen de aquella espera: “Fue un gran descanso… volvimos a casa el día que murió porque estábamos muy paranoicos, no queríamos estar atrapados en Laos”.
Evidencias borradas y sospechas
La investigación posterior dejó más preguntas que respuestas. Enviaron a Bethany fotografías de botellas retiradas del hostal pocos días después de la intoxicación. “Me enviaron una foto de botellas que habían sido retiradas dos días después… la envié a la policía británica y la enviaron a Interpol”.
Aunque hubo procedimientos abiertos, la mayoría no estaban relacionados directamente con la muerte de Simone. “Los otros hechos son trabajar sin permiso de trabajo, consumir sustancias psicotrópicas y violaciones de seguridad alimentaria. No tienen nada que ver con eso”, afirma Bethany. Para ella, lo sucedido fue más grave: “Cuando la gente muere y es una intoxicación, es generalmente por el metanol industrial que se ha añadido. Y es por eso que es más siniestro, porque la gente sabe exactamente lo que está haciendo”.
El caso de Simone tampoco fue un hecho aislado. Según Bethany, en el mismo establecimiento ya se había registrado un episodio trágico apenas un día antes: “Lo que fue servido en la noche del martes, que mató a cuatro personas y dejó a Callum McDonald ciego, es probablemente lo que Simone tomó, porque fue la única persona que murió en la noche del miércoles”.

El nacimiento de una campaña
De vuelta en su país, Bethany decidió transformar la pérdida en acción. En abril lanzó la campaña Methanol Awareness for Simone, con presencia en Instagram, TikTok, Facebook y Twitter. La cuenta de Instagram supera ya los 25.000 seguidores. “Lancé eso en abril y empezó lentamente, pero también hice un par de peticiones. La primera era tratar de conseguir educación en el Reino Unido… pensamos que realmente debería haber más alertas en los aeropuertos y que los aviones deberían hacer un poco más”, explica.
En este trabajo ha conectado con otras familias que han perdido seres queridos. Menciona el caso de Ashley King en Canadá, que también perdió a un familiar por metanol, y el de Liam Davies en Bali hace 15 años. “Se trata, en realidad, de escuchar a personas que han pasado por experiencias similares y leer los comentarios de quienes cuentan en los posts dónde fueron envenenados”, cuenta. Los testimonios que recibe revelan la amplitud del problema: casos en Indonesia, Australia e incluso Magaluf.
“Debería venir de un nivel de gobierno”
Bethany insiste en que no se trata de una intoxicación accidental por destilación casera, sino de algo más grave: adulteración intencional. “No es como si la gente estuviera haciendo algo en su cocina… es en una escala más grande”.
Su consejo es tajante: evitar alcohol gratuito y no aceptar bebidas de botellas abiertas. “Aceptar tragos gratis nunca es una buena idea… siempre es más seguro consumir de botellas cerradas que de botellas abiertas detrás de una barra”. Sin embargo, incluso eso no garantiza la seguridad, ya que afirma que en Bali ha habido muertes por ginebra embotellada falsificada. “Es realmente aterrador”, resume.

Años atrás, las autoridades de Bali instalaron advertencias en aeropuertos y capacitaron a médicos para identificar los síntomas del envenenamiento. Todo ese trabajo desapareció durante la pandemia. “Es una vergüenza, pero realmente no debería dejar a una familia hacer todo esto. Debería venir de un nivel de gobierno”, reclama Bethany.
Hoy, cada publicación en Methanol Awareness for Simone es un recordatorio de que lo ocurrido hace un año en Laos puede repetirse en cualquier momento. La historia de Simone, una joven que solo tomó unos tragos en un hostal turístico, es un llamado urgente a que autoridades y viajeros no bajen la guardia.