GUERRA EN GAZA

“Ningún riesgo es mayor que no hacer nada”: la voz de la flotilla rumbo a Gaza

Alejandra Martínez, activista a bordo de la flotilla que navega hacia Gaza, atiende a Artículo14: "El silencio y la complicidad son el mayor riesgo de todos"

Alejandra Martínez, a la izquierda, y Lucía Muñoz, a la derecha.

Alejandra Martínez atiende la llamada de Artículo14 desde el puerto de Túnez. Jurista y politóloga, es una de las activistas embarcadas en la flotilla que navega rumbo a Gaza para intentar abrir un corredor humanitario. Su voz suena firme: “El riesgo de esta misión es alto, pero ningún riesgo es mayor que no hacer nada mientras somos testigos de un genocidio retransmitido en nuestras pantallas durante más de dos años”.

Martínez viaja en la Global Sumud Flotilla, liderada por organismos como la Freedom Flotilla Coalition, que suma más de 50 embarcaciones civiles y transporta a participantes de al menos 44 países. Entre las figuras destacadas a bordo se encuentra la activista sueca Greta Thunberg, junto a personalidades como la actriz Susan Sarandon o la exalcaldesa de Barcelona, Ada Colau.

La flotilla -que partió desde Barcelona y se dirige hacia Gaza tras hacer escala en Túnez– busca abrir un corredor humanitario, mientras se enfrenta a desafíos como las condiciones meteorológicas o las amenazas de Israel en caso de que se produzca una escalada.

Mientras los barcos se preparan para zarpar hacia aguas más complicadas, la política española sigue dando titulares. El Gobierno de Sánchez anunció este lunes nueve medidas frente al genocidio, entre ellas un embargo de armas a Israel. El Ejecutivo israelí respondió de inmediato vetando la entrada a Yolanda Díaz y Sira Rego, ministras de Sumar. Mientras tanto, Bruselas prefiere reservarse respecto a la flotilla y advierte que “podría escalar el conflicto”.

“Una victoria tardía”

Para Martínez, el paquete de medidas de Moncloa es una señal de que la presión funciona: “El anuncio de estas medidas es una victoria de la sociedad civil organizada y del movimiento de solidaridad con Palestina”. Pero enseguida matiza: “Llegan tarde, tras dos años con Gaza reducida a escombros, más de 70.000 asesinados, centenares de miles de heridos y millones de desplazados”.

Vista de uno de los barcos que forman la flotilla
EFE

Su crítica va más allá: “Durante este tiempo, el PSOE y Sumar han convertido a España en el país europeo que más armamento y munición ha comprado a Israel. Hoy el Gobierno confirma lo que algunas llevamos diciendo ya mucho tiempo: claro que se podían tomar medidas para parar el genocidio”.

La activista concluye que la vigilancia ciudadana sigue siendo indispensable: “Tenemos que esperar a la letra pequeña y a cómo se implementan estas medidas, porque el Gobierno es especialista en grandes titulares que luego no se traducen en realidades”.

Vetos y disciplina

La reacción de Israel contra dos ministras españolas es interpretada desde la flotilla como una advertencia política. “El señalamiento a Yolanda Díaz y Sira Rego se suma a la línea que comenzó con Irene Montero y Ione Belarra. Demuestra la intención de disciplinar a cualquiera que sea mínimamente crítico con el genocidio”, apunta Martínez.

A su juicio, lo que se busca es limitar el margen de acción europeo: “Si se responde tan agresivamente a simples anuncios que aún no se han traducido en sanciones, el mensaje que se manda es que eso es todo lo que se puede hacer. Y no es verdad. Se puede hacer mucho más para parar el genocidio”, explica en conversación con este periódico.

En la flotilla, la sensación compartida es que “los gobiernos nos han fallado y nos siguen fallando”, lo que justifica la movilización directa: “Ante su inmovilismo, los pueblos del mundo han respondido con solidaridad hacia el pueblo palestino”.

Bruselas y la legitimidad

El posicionamiento de la Comisión Europea, que se desmarca de la flotilla por temor a una escalada, tampoco sorprende a quienes viajan a bordo. Martínez interpreta esas palabras como una criminalización de la iniciativa: “Lo que hacen realmente es responsabilizarnos en el caso de que Israel vuelva a cometer un crimen de guerra impidiendo la apertura de un corredor humanitario. Nuestra misión no solo es legal, sino un imperativo moral”. Y añade: “Ni somos terroristas ni entregar ayuda humanitaria es un crimen. Por mucho dinero que gasten en propaganda, los pueblos dignos del mundo ya saben la verdad: el Estado de Israel está cometiendo un genocidio”.

Navegar con riesgos

La misión encara además dificultades logísticas. No es fácil coordinar 50 embarcaciones y centenares de personas. Muchas son antiguas, pequeñas y sufren averías. A esto se suman las tormentas y el oleaje que se espera en el mar. “Pero la convicción es firme y priman siempre las medidas de seguridad”, explica la activista. Lo que otorga sentido al esfuerzo es la dimensión simbólica: “Esta acción recuerda que la sociedad civil tiene un potencial que a veces olvidamos”.

Entre la parálisis y la acción

Mientras en Jerusalén un nuevo atentado vuelve a sacudir la ciudad, el Mediterráneo se convierte en el escenario de otro pulso político. España ensaya medidas que llegan tarde, Israel responde con vetos y Bruselas observa con cautela. En medio, la flotilla navega entre llamadas a embajadas, tormentas y advertencias.

Alejandra Martínez lo resume desde Túnez: “Somos conscientes de que podemos enfrentar escenarios de violencia, pero nada es comparable al horror diario que vive Palestina. Ese silencio y esa complicidad son el mayor riesgo de todos, no solo para el pueblo palestino, sino para la humanidad”, sentencia.