La reciente decisión de la alcaldesa de Ripoll, Sílvia Orriols, de prohibir el uso del burkini en las piscinas municipales de la localidad catalana ha desatado una oleada de polémica que va mucho más allá del traje de baño usado por mujeres musulmanas. La líder de Aliança Catalana, la formación ultraderechista catalana que gana popularidad a costa de promover la islamofobia, desafió la Ley de Igualdad de trato y no discriminación de Catalunya, en vigor desde 2021. La medida obliga a los municipios a permitir tanto el topless como piezas de baño integrales, siempre que sean aptas para el uso acuático.
Pese a tratarse de una medida aparentemente simbólica, ha evidenciado una vez más cómo ciertos sectores políticos utilizan el discurso sobre la inmigración y el islam como herramientas para polarizar a la sociedad y obtener rédito político. “Básicamente quieren crear ruido”, afirma la socióloga Özgür Güneş Öztürk Okumuş, doctora en Sociología y experta en migraciones y género, durante una videoconferencia con Artículo14.
El símbolo del burkini
Según Güneş, no se trata de una preocupación real por la convivencia ni por los derechos de las mujeres, sino de una estrategia para “evitar hablar de cuestiones mucho más estructurales relacionadas con la situación de la población de origen migrante”. El “burkini” pasa a ser un símbolo fácil de manipular para activar miedos y reforzar identidades excluyentes. “Estoy segura de que no le importa en absoluto a la alcaldesa cómo viven, cómo sienten o cuáles son las necesidades de estas mujeres”, añade. La medida responde a una necesidad social, sino a una lógica mediática: provocar polémica para ganar visibilidad.
La experta señala cómo la estrategia de Orriols ha funcionado a la perfección en términos de repercusión digital. Una simple búsqueda muestra miles de interacciones en redes sociales: “Una página de Facebook tenía más de 6.000 ‘me gusta’ y unos 1.400 comentarios. Leí unos 50 y la gran mayoría mostraban un claro apoyo a su postura”, remarca.
No obstante, Güneş advierte que el verdadero problema no es tanto Orriols en sí, sino “la base social que le da apoyo”. La alcaldesa actúa como un catalizador de un malestar latente, una figura que da voz a una parte de la sociedad que se siente incómoda ante la creciente visibilidad de la población musulmana. “Ella no sería nadie si no fuera por esa parte de la población. Por eso nuestro trabajo no es con ella, sino con la base que le da razón de ser”.
Burkini y la opresión de la mujer
Uno de los argumentos más repetidos por quienes apoyan la prohibición es que el burkini simboliza la opresión de la mujer y que, por tanto, no puede ser tolerado en una sociedad que se autodefine como igualitaria. Sin embargo, Güneş matiza esta lógica: “Es un argumentario muy vacío de contenido. Reducir la igualdad entre hombre y mujer a si te bañas con burkini o con bikini es ridículo”.

Además, cuestiona la supuesta superioridad moral del “Occidente igualitario”: “que Occidente sea el territorio de los valores por la igualdad de mujeres y hombres es una construcción esencialista y simplista”. Según ella, las condiciones para las luchas feministas pueden estar más desarrolladas en ciertos contextos, pero eso no convierte a Occidente en el guardián exclusivo de la igualdad.
La prohibición, ¿protege a las mujeres?
La cuestión no es si el burkini es un símbolo de libertad o de sumisión, sino si las mujeres tienen derecho a decidir cómo ocupar el espacio público. “Una prohibición, básicamente, lo que quiere decir es que este espacio público no es para ti”, subraya. En ese sentido, la medida de Orriols no protege a las mujeres musulmanas. Las expulsa.
Güneş no elude la complejidad del debate. Desde su experiencia en Turquía -su país de origen-, reconoce que el aumento del islam político genera tensiones: “En contextos como el de Turquía, donde el islam político gana fuerza, muchas feministas se sienten incómodas viendo más mujeres que optan por el burkini. Pero este malestar no es hacia las mujeres, sino hacia el fenómeno político que representa”, matiza.
El auge del islam político
Distinguir entre crítica al islam político y discriminación hacia las mujeres musulmanas es esencial. “Una cosa es reflexionar sobre el auge del islam político, y otra cosa es implementar políticas prohibicionistas que excluyen a mujeres”, argumenta. Para la experta, el feminismo debería abordar ambos frentes: combatir el patriarcado, venga de donde venga, y garantizar que todas las mujeres, también las musulmanas, tengan acceso pleno al espacio público.

Otro aspecto que genera preocupación es el escaso protagonismo público de las voces musulmanas -y particularmente femeninas- en este tipo de debates. Güneş reconoce que la respuesta no es sencilla: “Dudo mucho que ellas sientan suficientes ganas, por todo lo que viven, para poder responder ideológicamente”.
La invisibilidad de las mujeres
Muchas de estas mujeres viven en condiciones de precariedad y racismo estructural, y no cuentan con las mismas herramientas para responder a un discurso tan potente y mediático como el de Orriols. “Responder con la misma velocidad e intensidad sólo es posible si vives en las mismas condiciones vitales”, concluye. Además, muchas veces prefieren no exponerse más a la estigmatización que ya padecen.
Qué debería hacer el feminismo
Frente a este panorama, surge la incógnita sobre qué postura deberían adoptar movimientos feministas locales: apoyar el uso del burkini; o criticar los símbolos que para algunos representan la opresión. Güneş apuesta por una tercera vía: una mirada feminista crítica, pero nunca excluyente. “Una de las finalidades importantes de la lucha feminista es conseguir todas las condiciones para que las mujeres ocupen el espacio público. Por tanto, una prohibición va en contra de esta finalidad”.
A su juicio, el feminismo no debe limitarse a juzgar símbolos, sino a analizar contextos, relaciones de poder y consecuencias políticas. “Hay una diferencia entre reflexionar sobre una cuestión y hacer política. Cuando haces activismo, tienes que mirar si tu discurso aumenta las posibilidades de las mujeres o las limita”, insiste.
La polémica del burkini en Ripoll no va solamente de bañadores, sino sobre el creciente runrún antiinmigración. Bajo la premisa de pretender defender los valores occidentales, hay quienes buscan dividir y excluir a quienes consideran diferentes. Para Güneş, Sílvia Orriols no es el verdadero problema, sino el eco que se da a su discurso. “Ella hace lo que le toca, pero nosotros tenemos que hacer lo que nos toca a nosotros”, concluye.