Las últimas provocaciones de Rusia a la OTAN -primero en Polonia y después en Rumanía– han cambiado el guion. Donald Trump, que hasta hace poco presumía de cercanía personal con Vladimir Putin, aparece ahora de nuevo del lado europeo.
En Washington lo presentan como un gesto de firmeza. “Estoy listo para aplicar sanciones importantes a Rusia cuando todas las naciones de la OTAN dejen de comprar petróleo a Moscú”, escribió el presidente estadounidense en su red social. Una advertencia que en Bruselas se interpretó como una rectificación forzada: de socio incómodo a aliado inevitable.

El fracaso como negociador en jefe
Trump prometió que acabaría con la guerra de Ucrania en un solo día. Pero dos años después, la guerra no sólo continúa, sino que se intensifica. El propio Kremlin reconoció esta semana que el proceso de negociación está “en una pausa”.
Los hechos han desmentido al autoproclamado negociador en jefe. Las incursiones de drones rusos en Polonia y Rumanía, que han puesto a la OTAN en máxima alerta, han mostrado hasta qué punto Moscú sigue jugando con los límites.
Varsovia invocó el Artículo 4 de la Alianza. Bucarest denunció que un dron ruso permaneció en su espacio aéreo durante cincuenta minutos. “Esas acciones son inaceptables e imprudentes”, declaró la ministra rumana de Exteriores, Oana-Silvia Toiu.
Romanian Air Force intercepted a Russian drone violating our national airspace near the Danube.
Two F-16s from the 86th Air Base tracked it until it left our airspace without causing any damage or casualties, 50 minutes later, and two allied German Eurofighters were also ready…
— Toiu Oana (@oana_toiu) September 13, 2025
Trump, que se jactó de su relación con Putin, se ha visto obligado a reaccionar con sanciones condicionales. Pero los resultados son escasos. Ni alto el fuego ni avances diplomáticos. Sólo más presión sobre sus propios socios europeos.

Bruselas se rearma
Europa, en cambio, ha hecho de la amenaza una oportunidad. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, anunció un “muro de drones” para reforzar el flanco oriental. La OTAN activó la operación Eastern Sentry con cazas desplegados a lo largo de la frontera. Y varios países, de Alemania a España, se han sumado a una estrategia de defensa colectiva que parecía difusa hace apenas unos meses.
“Quien busque el fin de esta guerra debe tomar las medidas necesarias para detener la maquinaria bélica rusa”, recordó el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky. Sus palabras coincidieron con la oleada de drones rusos que atravesaron Polonia y confirmaron la vulnerabilidad de la frontera oriental.

La distancia con Putin
Mientras tanto, Putin sigue su propio guion. Ha intensificado las maniobras conjuntas con Bielorrusia y ha ensayado misiles hipersónicos en el Ártico. Mensajes militares para recordar que Moscú no se doblega ni a la presión de Washington ni a la de Bruselas. “Rusia sabe exactamente adónde se dirigen sus drones y cuánto tiempo pueden operar en el aire. Esto no puede ser una coincidencia”, denunció Zelensky tras la incursión en Rumanía.
La cercanía personal entre Trump y Putin, que en otro tiempo se presentó como baza diplomática, ya no es garantía de nada. Moscú marca la agenda y el presidente estadounidense se ve arrastrado a un papel más clásico: el del garante militar de Europa.
Una alianza reconfigurada
Kaja Kallas, jefa de la diplomacia europea, lo resumió en una frase: “La guerra se prolongará al menos dos años más”. La advertencia no iba sólo a Kiev, sino también a Washington.
Trump buscó reordenar la partida acercándose a Putin y exigiendo a Europa más concesiones comerciales. Pero las incursiones rusas han dado la vuelta al tablero. Hoy la imagen es otra: un Estados Unidos empujado a reforzar a la OTAN, una Europa que acelera su rearme y un Kremlin que juega a tensar la cuerda. Y según las expertas en Relaciones Internacionales, lo seguirá haciendo. Tal y como advirtió hace menos de una semana Lena Georgeault en este periódico: “Rusia seguirá tanteando“.

