Gaza

“Un misil israelí destruyó la clínica y con ella, nuestros dos embriones”

Entre los horrores menos visibilizados de la guerra en Gaza, uno de los más crueles ha sido la destrucción de clínicas de fertilidad y bancos de embriones. “Nos han matado incluso a los hijos antes de nacer”

Embriones
Ahmed Jarboa, de 30 años, y su esposa Rania Mohamed, de 26
KiloyCuarto

En Gaza, el dolor no se parece a ningún otro. La guerra israelí, que se prolonga desde hace más de 630 días, no solo ha dejado un reguero de muerte, destrucción y desplazamiento forzoso: ha infligido heridas profundas e invisibles en el alma colectiva, heridas que no cicatrizan. Más de 55.000 personas han muerto, en su mayoría mujeres y niños, y más de un millón y medio han sido desplazadas. Pero hay pérdidas que no aparecen en las imágenes de cadáveres ni en las colas del hambre: son los duelos callados, silenciosos, que escapan al foco de las cámaras.

El léxico de la tragedia palestina se ha ampliado. Han surgido términos como “WCNSF” (del inglés wounded child, no surviving family), acrónimo que señala a niños heridos sin familia superviviente, o “feto mártir”, aludiendo a bebés que nunca llegaron a nacer. Entre los horrores menos visibilizados de esta guerra, uno de los más crueles ha sido la destrucción deliberada de clínicas de fertilidad y bancos de embriones, donde familias que luchaban contra la infertilidad habían depositado su última esperanza de tener descendencia. La ofensiva israelí no solo ha matado cuerpos, también ha extinguido futuros, sueños que apenas eran un puñado de células congeladas en nitrógeno líquido.

La destrucción de la mayor clínica de fertilidad de Gaza

En diciembre de 2023, apenas dos meses después del inicio de la ofensiva, un bombardeo israelí arrasó con el centro “Al Basma” de fecundación in vitro (FIV), el mayor de toda Gaza. La explosión no solo redujo a escombros el edificio: destruyó más de 4.000 embriones y más de 1.000 muestras de esperma y óvulos no fecundados, almacenados en cinco tanques criogénicos. Desde entonces, los nueve centros de fertilidad existentes en Gaza han cesado por completo su actividad. El de Al Basma, el más avanzado en cuanto a capacidad médica, ya no existe.

Gaza
Yunis Jumaa, de 9 años, desnutrido, junto a su madre en el Hospital Nasser en Jan Yunis
Efe

En Artículo14, hablamos con Ahmed Jarboa, de 30 años, y su esposa Rania Mohamed, de 26. Vivían en Rafah, pero ahora sobreviven desplazados en la zona de Al Mawasi, en Jan Yunis. Se casaron en 2017 y, debido a problemas médicos de Ahmed, no pudieron concebir hijos de forma natural. En 2018 iniciaron un largo y agotador tratamiento de fertilidad. Sometidos a ciclos de esperanza y decepción, la pareja atravesó múltiples clínicas y fracasos, con un alto coste económico y emocional. Las dificultades logísticas eran enormes: residiendo en el sur de la Franja, debían desplazarse constantemente a clínicas en la ciudad de Gaza.

“Un misil israelí destruyó la clínica y con ella, nuestros dos embriones”

“Fue un calvario”, relata Ahmed. “Todo lo que ganábamos, lo gastábamos en tratamientos. Nos arruinamos emocional y económicamente. Estuve a punto de rendirme”. Finalmente, tras cambiar de médico, lograron obtener dos embriones viables mediante fecundación in vitro. “Íbamos a iniciar el proceso de implantación cuando estalló la guerra. Unas semanas después, un misil israelí destruyó la clínica y con ella, nuestros dos embriones. Fue como recibir una sentencia de muerte”, dice Ahmed con la voz quebrada. “Preferiría haber muerto yo antes que perder a mis hijos sin ni siquiera haberlos conocido”.

Rania, visiblemente afectada, apenas puede hablar. “Preparamos su ropita, su cuarto… estábamos convencidos de que vendría. Y de repente, todo desapareció. El dolor no se puede explicar”, susurra. Tras la destrucción del centro, nadie les ofreció apoyo psicológico ni asistencia de ningún tipo. “En Gaza, nos han matado incluso a los hijos antes de nacer”, lamenta.

“¿Cómo explico mi dolor en una tierra donde otras madres han visto morir a sus hijos?”

También hablamos con Fátima, de 37 años, quien ha preferido mantener el anonimato. Lleva una década intentando quedarse embarazada. “Siempre supe que quería ser madre”, cuenta. “Pasé años con inyecciones hormonales, dietas estrictas, análisis, pruebas… cada intento fallido era una herida”.

Al menos 22 menores de edad y 15 mujeres perdieron la vida en unos ataques israelíes contra el norte de la Franja de Gaza, que dejaron 50 muertos.
EFE/ Ahmad Awad

Finalmente, tras años de lucha, conseguimos cuatro embriones en una clínica reconocida. Cuatro oportunidades. Cuatro vidas en potencia. Pero una bomba israelí acabó con ellos antes de que “pudieran crecer dentro de mí”. Su voz se quiebra: “¿Cómo explico mi dolor en una tierra donde otras madres han visto morir a sus hijos entre sus brazos? Yo lloro por el que no llegó, por el nombre que ya tenía, por la vida que imaginé para él”.

Fátima lo tiene claro: esa era su última oportunidad. “Mi edad ya no permite más intentos. Y en Gaza, aunque esta guerra acabe, no quedan clínicas, ni médicos, ni esperanza. Quizá sea mejor así”, dice. “¿Para qué traer a un niño a este mundo? Para que le maten, le amputen, le condenen al hambre… No seré madre. No porque no quiera, no porque no lo intente, sino porque Israel ha decidido que no lo seré”.

Gaza
Uno de los bebés que ha podido huir de Gaza hasta Jordania para recibir tratamiento médico
Efe

La destrucción de infraestructura reproductiva en Gaza

En marzo, una comisión de investigación de la ONU acusó formalmente a Israel de haber atacado y destruido de forma deliberada el centro Al Basma. El informe denunció que el Ejército israelí había destruido “de forma sistemática” las infraestructuras relacionadas con la salud reproductiva en Gaza, lo que podría constituir un crimen de genocidio. Además, según ese informe, el Estado israelí ha impuesto un bloqueo que impide la entrada de medicamentos esenciales para garantizar embarazos seguros y cuidados neonatales.