El Comité Federal del PSOE estaba diseñado para dar una salida a la crisis desatada por la corrupción de Santos Cerdán con un objetivo en varias fases. Salvar a Pedro Sánchez, para salvar al partido, el bloque de investidura y por tanto, al Gobierno. Paradójicamente, la caída de Paco Salazar define con precisión el momento de Pedro Sánchez. Cuando se prepara un Comité Federal para dar una respuesta después del ingreso en prisión del exsecretario de Organización va y salta una réplica idéntica al escándalo que se intenta aplacar. La elección de Paco Salazar revela la incapacidad para entender qué ocurre. O peor, Sánchez pretende llegar hasta el final con lo que hay. Paco Salazar era y es puro Peugeot. Uno más del núcleo duro de Sánchez como lo fueron José Luis Ábalos y Cerdán, los copilotos de las primarias, el coche incautado por la UCO cuya gravedad el presidente no termina de dimensionar.
Elegir a Salazar era toda una bandera roja. Primero, significa que Sánchez persiste en la cadena de cargos contaminados por Santos-Ábalo-Koldo. Ascender a Salazar a la cúpula orgánica del PSOE implicaba arriesgarse a escuchar más grabaciones (las que le hayan podido hacer sus colegas de primarias, de gobierno y de andanzas ahora imputados). Con su selección, Sánchez le premiaba y al tiempo le eximía de responsabilidad. Salazar era el enlace del PSOE desde la Presidencia del Gobierno. Su trabajo era detectar que Cerdán no era trigo limpio o que seguía viéndose con Ábalos y Koldo después de echarles del ministerio en 2021. Hizo lo contrario, Salazar fue presidente del Hipódromo de 2021 a 2022, antes de volver a La Moncloa, lugar de reuniones de Cerdán fuera de los canales oficiales. De nuevo, el dilema de la insolvencia y la mala fé. Si Sánchez no lo sabía significa que Presidencia no tiene capacidad de recibir información relevante que le afecta. Si lo sabía, se apuesta por unos perfiles de alto riesgo.

La mera elección de Salazar debió hacer saltar las alarmas a los cuadros intermedios. Y de alguna manera lo hizo, pero nadie se atreve a decirlo en alto o traspasar el búnker de un círculo presidencial cada vez más estrecho. Salazar cae por las denuncias en su comportamiento con las mujeres, sobre todo jóvenes y subordinadas. Así que también fallaron los canales internos de denuncia. En un partido tocado por el machismo y proxenetismo de Ábalos y Koldo, Sánchez se entera por la prensa de que el nuevo fichaje peca de comportamientos similares.
Sánchez pidió perdón en el Comité Federal por su fallo en la selección y por no “descubrir qué había detrás”. Con Salazar, como con Cerdán, volvía a “confiar” en la persona equivocada sin haberse enterado de qué había detrás. Que el día del Comité caiga otro de los suyos, significa que sigue abierto el flanco más débil. ¿Hasta dónde llega todo? ¿Cuántos más quedan? Sánchez no es capaz de dibujar el límite de un círculo elegido por él.

El Comité Federal sirvió para ratificar las dos decisiones del presidente. Se queda al frente del partido y del Gobierno. Y sale fortalecido orgánicamente. Hubo cierre de filas alrededor del presidente -al menos en el Comité- y el debate abierto por García Page no se concretó en nada. El PSOE ha decidido apoyar la continuidad del proyecto de Gobierno y que sea Pedro Sánchez quien lidere la salida de la crisis. Es probable que la comparecencia de este miércoles 9-J dé una salida a los socios que piden “una nueva legislatura”. Un paquete anticorrupción que sirva de pista de aterrizaje para mantener el apoyo sin que les arrastre a ellos. Cada socio tiene su coyuntura particular y les va mejor con Sánchez que con VOX, previsible aliado de coalición del PP y futuro veto de todos ellos. El “capitán” ha decidido quedarse al timón de un barco en océano adverso. La metáfora náutica -siempre de riesgo- le delató. Sánchez asume que la travesía es todo oleaje, “mala mar”. Y recuerda también a esa expresión en inglés que dibuja una imagen. Si estás en la cubierta del Titanic reorganizando las tumbonas, da igual como venga la marea.