En España hay cosas que no son normales, pero que, a fuerza de repetirse, han acabado por ser corrientes, cotidianas incluso, y por eso la sociedad está ya en una fase en la que no reacciona, ni sufre ni padece.
No es normal, por ejemplo, que el secretario de Organización del PSOE y diputado por Navarra, Santos Cerdán, se dedicara a hacer preguntas por distintas adjudicaciones de obras en la Comunidad Foral “y en el resto de territorio”. Cerdán ha querido ponerse la venda antes de que la UCO le haga una herida en su carrera política y se ha adelantado a admitir esas gestiones, asegurando, eso sí, que ahí no hay ningún delito.
El problema es si se demuestra que esas adjudicaciones por las que se interesó se concedieron a empresas que le pudieron beneficiar de una u otra manera. El tiempo y la Guardia Civil lo dirán, pero lo cierto es que Cerdán sólo registró cinco preguntas sobre distintas concesiones en Navarra en una fecha no muy lejana: el pasado 9 de mayo. Y ya.
Tampoco es normal que un ex portero de discoteca condenado dos veces por la justicia, Koldo García, acabara siendo el chico para todo del exministro de Transportes, que lo mismo te hacía de intermediario de un comisionista a sueldo de una empresa que quería ser rescatada por el estado, que colocaba a las amigas de su jefe en distintas empresas públicas (haciendo que trabajaran poco o nada), o que amenazaba a un alcalde de su partido crítico con el Ministerio.
De Matos a Gallardo
No es normal que el expresidente del Parlamento de Canarias y actual vicepresidente de la cámara, el socialista Gustavo Matos, planteara supuestamente a un empresario libanés intentar frenar las inspecciones policiales a los negocios que le servían de tapadera para todo tipo de actividades ilícitas. Matos llegó a ofrecerle hablar con dos o tres ministros, incluso con Marlaska y con el delegado del Gobierno en las islas o con el subdelegado… Con quien hiciera falta, vamos.
No es normal que el líder regional de Extremadura, Miguel Ángel Gallardo, haga renunciar a cinco personas para ser diputado autonómico y conseguir el aforamiento que le libre, de momento, del banquillo de los acusados, en el caso que también afecta a David Sánchez, el hermano del presidente del Gobierno. A la diputada que ha tenido que dimitir se le ha querido dar una salida, claro, nombrándola subdelegada del Gobierno en Extremadura, una operación que, de momento está parada por el revuelo que ha provocado la publicación de la noticia.
De Mazón al ministro japonés
Y no es normal que uno de los máximos responsables políticos de una tragedia que costó la vida a más de 227 personas, Carlos Mazón, siga al frente de la presidencia de la Comunidad Valenciana hablando de la reconstrucción de las zonas afectadas como si todo se arreglara haciendo cuatro calles.
Para que vean la comparación, en Japón el ministro de Agricultura se ha visto obligado a dimitir por bromear diciendo que a él no le hace falta comprar arroz (cuyo precio está por las nubes), porque se lo regalan sus simpatizantes.
El historiador romano Tácito decía que “en un espíritu corrompido no cabe el honor”. Yo añadiría que, para algunos, tampoco hay hueco para la vergüenza. Pero ahora esto, aunque no sea normal, es lo corriente.