Opinión

Los Depardieu del audiovisual español

Gerard Depardieu
Actualizado: h
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El caso de Depardieu debe servir como llamada de atención para revisar cómo funcionan los sistemas de poder dentro del cine, la televisión y otras industrias culturales. En el sector audiovisual español se señala sotto voce a varios conocidísimos actores y directores que algún día deberían rendir cuentas con sus víctimas y con el conjunto de la ciudadanía. La naturalización de los abusos, la impunidad de los agresores y la precariedad de las víctimas no son problemas individuales, sino síntomas de un sistema que ha perpetuado desigualdades y violencias durante décadas.

El actor francés Gérard Depardieu ha sido condenado por agresión sexual a 18 meses de prisión con suspensión de ejecución por realizar tocamientos y comentarios obscenos a una decoradora de 54 años y una asistente de dirección de 34. Depardieu, figura emblemática del cine europeo, acumula varias denuncias por agresiones sexuales y comportamientos inapropiados. Y el caso, lejos de ser un hecho aislado, se enmarca en una larga serie de abusos silenciados por una industria que históricamente ha protegido a los agresores.

España no es ajena a esta realidad. En los últimos años, diversos informes han arrojado luz sobre la dimensión del machismo y la violencia de género en el ámbito audiovisual. Uno de los estudios más reveladores fue realizado por la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales, que concluyó que más del 80% de las profesionales del sector ha sufrido o presenciado acoso sexual o comportamientos violentos en su entorno laboral. Sin embargo, menos del 10% de estos casos son denunciados. Esta brecha entre la experiencia vivida y la respuesta institucional demuestra una cultura de silencio y miedo que todavía persiste en el sector.

Además del acoso, el machismo se manifiesta en otros aspectos estructurales: las mujeres directoras en España reciben un 42% menos de financiación que sus colegas hombres, y solo el 38% de los puestos de responsabilidad están ocupados por mujeres. Esta desigualdad no solo limita el acceso y la visibilidad de las mujeres en el audiovisual, sino que también condiciona los contenidos, las narrativas y las representaciones que se construyen en pantalla.

Ante esta situación, se han impulsado algunas iniciativas institucionales. Una de las más importantes ha sido la creación de la Unidad de Prevención y Atención contra las Violencias Machistas en el Sector Audiovisual y Cultural, promovida por el Ministerio de Cultura. Esta unidad ofrece atención psicológica, jurídica y orientación a mujeres que hayan sufrido violencia de género en el entorno laboral y formativo audiovisual.

En Cataluña, se ha aprobado el primer protocolo específico para la prevención de violencias machistas y LGTBIfóbicas en el sector audiovisual. El documento propone medidas preventivas, procedimientos de denuncia y mecanismos de acompañamiento a las víctimas desde la fase de guion hasta la distribución y promoción de las obras. Estos esfuerzos son importantes, pero aún insuficientes si no se acompañan de una transformación profunda del sistema.

Romper el círculo del machismo implica actuar desde varios frentes: fortalecer las políticas públicas de protección, garantizar vías efectivas de denuncia, implementar formación obligatoria en igualdad de género en escuelas de cine y productoras, y, sobre todo, escuchar y creer a las víctimas.

La industria audiovisual tiene una enorme capacidad de influencia en la cultura y en la sociedad. Por eso, erradicar el machismo de sus estructuras no es solo una cuestión de justicia laboral: es también una herramienta clave para transformar imaginarios, romper estereotipos y construir un mundo más igualitario. Habrá que denunciar algún día a los Depardieu españoles. Por el bien de todas, las mujeres que han sido sus víctimas deben animarse a romper su silencio.