Opinión

Samantha Eggar, actriz de culto

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Puede que su nombre no resulte tan familiar para el gran público como el de la también recientemente fallecida Diane Keaton, pero para quienes amamos el cine de fantasía, terror y suspense, la muerte de Samantha Eggar representa el adiós definitivo a uno de los rostros y presencias más singulares, agradecidos y prolíficos del género.

Nacida en Londres, el cinco de marzo de 1939, como Victoria Louise Samanthe Marie Elizabeth Therese Eggar, ahí es nada, de padre oficial del ejército británico y madre de ascendencia holandesa y portuguesa, Samantha comenzó pronto a estudiar teatro, debutando muy joven en varias obras de Shakespeare, para pasar rápidamente a la pequeña y la gran pantalla, en alas tanto de su talento como de un rostro peculiarmente agraciado, dotado de cierta ingenuidad pizpireta no carente de malicia, con lo mejor de su herencia inglesa.

Tras participar en buen número de series televisivas y varios largometrajes, alguno tan interesante como Doctor Crippen (1963), que ya parecía predecir su futura querencia por las historias más turbias y siniestras, sus casi dos horas de gloria le llegarían por fin al convertirse en protagonista femenina absoluta de El coleccionista (1965), la obra maestra de William Wyler, basada en novela de John Fowles.

Enfrentada a un estupendo Terence Stamp —quien nos dejara también el pasado 17 de agosto—, Samantha Eggar conquistó los corazones de todos y todas con su Miranda Grey, inocente víctima del psicopático y peripatético pero no por ello menos peligroso Freddie, que a lo largo de toda la tensa, angustiosa y claustrofóbica intriga del filme intentará sobrevivir desesperadamente a su captor, pasando de la ingenuidad a la malicia, de la indefensión a la seducción, aunque por desgracia (ojo: spoiler) sin llegar a conseguirlo. El resultado, además de un clásico del cine de suspense: el Globo de Oro a la mejor actriz, el premio a mejor actriz del Festival de Cannes y, por supuesto, su única nominación al Oscar (que sí ganó Terence Stamp).

Después de esta gloriosa irrupción en el estrellato, Samantha Eggar se volvió rostro habitual en todo tipo de series televisivas y películas dirigidas al gran público, así como de cada vez más y más títulos caracterizados por su adscripción al terror, el thriller y el fantástico, como si el triunfo de El coleccionista, una de esas contadas excepciones que se da el lujo de pertenecer a ambos mundos, como años después El silencio de los corderos (1991) o más recientemente La sustancia (2024), hubiera determinado definitivamente su futuro.

Así, pudimos verla en comedias musicales como El extravagante Dr. Dolittle (1967), junto a Rex Harrison; dramas históricos y sociales como Odio en las entrañas (1970), con Sean Connery; intrigas criminales como El precio de amar (1970), dando réplica a David Hemmings, o La dama del coche con gafas y fusil (1970), con Oliver Reed, e incluso en films de acción como Los jóvenes leones (1978), spaghetti-bélico de Umberto Lenzi, con reparto internacional encabezado por Helmut Berger, Giuliano Gemma, Stacy Keach, Ray Lovelock y John Huston. Pero para entonces, Samantha ya se había convertido en auténtica Scream Queen. Una reina sin corona del grito. de la que estábamos irremediablemente enamorados todos los amantes del cine de terror y suspense más variopinto, loco y extremo.

Profesional a prueba de bombas, podía pasar de víctima abusada en la delirante y ultraviolenta La luz del fin del mundo (1971), brutal perversión de la novela de Julio Verne reconvertida en precedente de Mad Max, con Kirk Douglas y Yul Brynner, a heroína sexy e inquietante del turbio giallo italo-germano-yugoeslavo El dios de la muerte asesina otra vez (1972), junto a Alex Cord, John Marley y Horst Frank. De la fallida pero entretenida La herencia maldita (1973), con su mansión encantada y muertes sobrenaturales, protagonizada por el simpático Robert Culp, a convertirse en la perfecta Mary Watson de Elemental, Dr. Freud (1976), estupenda adaptación del pastiche sherlockiano de Nicholas Meyer. De curiosas Series B de ciencia ficción como el Wéstern virtual Welcome to Blood City (1977) con Jack Palance y Keir Dullea, a uno de los mejores episodios del film antológico de terror Las garras del infierno (1977): “Hollywood 1936”.

Pero será el gran David Cronenberg quien le dará de nuevo la oportunidad de brillar a la altura de El coleccionista, como la Nola Carveth de Cromosoma 3 (1979), de nuevo junto a Oliver Reed, donde se convierte en una suerte de “Madre Terrible” posthumana, cuyas frustraciones y represión se transforman, por vía de una experimentación genética y psicosomática aterradora, en un ejército de pequeños engendros asesinos. Un papel que Samantha Eggar asume con total convicción, tanto dramática como física, y que hoy día, visto lo visto, podría haberla hecho merecedora, como mínimo, de una nueva nominación al Oscar, amén de otros muchos premios. Pero no en 1979, claro, cuando Cronenberg y su Nueva Carne eran solo “carne de cañón” para el entonces vilipendiado y denostado cine de terror más gráfico y splatter, y esa cosa llamada body horror carecía de cualquier prestigio cinematográfico o cultural.

Tras esta espectacular encarnación de la nueva Mater Tenebrarum posmoderna, Samantha volvió a sumergirse gozosamente en la mejor y la peor Serie B y la más descarada exploitation, con títulos de culto como El exterminador (1980), Macabra. La garra del diablo (1981) y el delicioso slasher canadiense Cortinas (1983), todos merecedoras de la simpatía y el aprecio del aficionado sin prejuicios. Algunas de sus últimas apariciones en films del género serían en The Phantom (1996), como la madre de Diana Palmer (Kristy Swanson), compañera eterna del Hombre Enmascarado de los cómics, aquí encarnado por Billy Zane; y como la Dr. Patraba de La cara del terror (1999), nada despreciable combinación de La semilla del diablo (1968) y Me casé con un monstruo del espacio exterior (1958).

Trabajadora incansable, polifacética y dotada de una gracia especial para encarnar todo tipo de personajes, insuflándoles simpatía y encanto, pudimos verla también en episodios de El Santo, Lucas Tanner, Baretta, Colombo, Starsky y Hutch, Hawai 5-0, Vacaciones en el mar, Falcon Crest, Hart y Hart, Se ha escrito un crimen, Magnum, P. I., Hotel, Alfred Hitchcock presenta, Disneylandia, El abogado Matlock, Star Trek: La nueva generación, La ley de Los Ángeles, Superespías, Caso abierto o Mental, entre otras muchas series, dedicándose además con frecuencia al doblaje de películas y series de animación o personajes de videojuegos.

De El coleccionista a Cromosoma 3, pasando por la más descarada Serie B, Samantha Eggar demostró con sus exquisitas interpretaciones que el cine fantástico y de terror se merece a las mejores estrellas, dándolo todo tanto en obras maestras hoy reconocidas como tales, como en títulos descaradamente comerciales, denostados, bizarre y casi olvidados, en los que supo poner también siempre todo su talento, talante y belleza inolvidables. Algo por lo que la estaremos eternamente agradecidos.

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