Cristina Cifuentes e Isabel Bonig ya no forman parte del Partido Popular. Aunque dirigieron dos de las estructuras más importantes de la organización y dieron una de las batallas más simbólicas de puertas para adentro. En 2017, ambas pelearon desde sus territorios por abrir el partido a sus bases e hicieron famoso ese “un militante, un voto” que llenó tantos titulares. Delante, un Mariano Rajoy que no lo tenía nada claro y que acabó buscando una fórmula intermedia de la mano de su gran fontanero, Fernando Martínez-Maillo.
Ahora, Alberto Núñez Feijóo plantea suprimir el sistema de doble vuelta -las conocidas primarias del PP- en el próximo congreso nacional, que se celebrará los días 5 y 6 de julio. ¿Qué formula plantea el líder gallego? Formalmente, aún no lo ha aclarado, a la espera de la Junta Directiva Nacional que se celebrará este lunes. Si bien, todas las fuentes consultadas por Artículo14 dan por descontado que buscará reforzar el poder del aparato a través de los compromisarios. Un modelo de voto único.
¿Qué ocurrió en ese 2017? Desde la Comunidad de Madrid, Cifuentes defendió públicamente un modelo de primarias abierto, directo, que hiciera partícipe al afiliado. Su discurso, entonces, chocaba con la cultura interna del PP, dominada por un sistema de compromisarios y decisiones cerradas en la cúpula. En Valencia, Bonig fue más discreta, pero igual de firme. Impulsó fórmulas de participación y apostó por un modelo más horizontal, al menos en el plano autonómico.
“El contexto político de entonces fue decisivo”, explican hoy fuentes de aquél PP valenciano. “Ciudadanos llevaba mucho con el tema de la regeneración democrática, la izquierda también apretaba mucho y el PP no podía perder ese tren”, rememoran.
Ese impulso respondió también a una necesidad práctica: “La idea era aunar voluntades, que la gente se volviera a ilusionar. Teníamos una crisis económica muy dura. Y el PP en Valencia había tenido problemas de corrupción”.
Una idea que también se compartía en Madrid. “Con Cifuentes, el partido volvió a reaccionar, llegaron más afiliaciones… fue una especie de apertura”, rememora un destacado dirigente de la estructura.
La receta era clara: implicar al militante, recuperar las sedes como espacios de encuentro y debate, explorar nuevos mecanismos internos. “Nosotros defendimos la idea de ‘un militante, un voto’ pero también otros mecanismos. Charlas, conferencias, congresos a nivel interno”, explican.
Una fórmula que costó consolidar
Desde Génova, sin embargo, las resistencias eran notorias. El aparato del partido no se sentía cómodo con la idea de ceder tanto control. “Al principio al partido le costó”, admiten las fuentes consultadas. “Hasta que finalmente Génova diseñó esa doble fórmula” que combinaba el voto directo de los afiliados con el voto ponderado de los compromisarios. El sistema fue instaurado en el congreso de 2017, y se convirtió en el modelo a seguir por las estructuras autonómicas y provinciales.
Esa apertura -“A medias”, rememoran hoy algunos en el partido- sirvió para oxigenar el discurso del PP. “El objetivo era democratizar y abrir el partido en un momento muy concreto: nos uníamos en las sedes, hablábamos”, explican.
Aquella etapa coincidió con una “modernización” de las formas del PP y nuevas figuras al alza. Fueron los tiempos en los que Pablo Casado, como vicesecretario de comunicación, empezó a ocupar minutos de tertulias en radios y televisión. Tras él, Javier Maroto o Andrea Levy, entre otros.
Y, además, se rompieron tabúes como limitar la acumulación de cargos, que casi le cuesta un disgusto a María Dolores de Cospedal, que entonces ocupaba la cartera de Defensa y la secretaría general del partido. “Hubo una apertura, eso es indiscutible. Y Cristina e Isabel, con sus perfiles distintos, tuvieron mucho que ver. El partido se movió. Era también lo que quería la gente joven, gritaban que querían primarias”, rememora un ya veterano de los populares madrileños.
Cambio de modelo con Feijóo
Ahora, más de cinco años después, el partido sopesa revertir todo aquello. O, al menos, eso se interpreta de puertas para adentro a la espera de conocer el detalle de la ponencia. Feijóo y su equipo argumentan que el mecanismo de primarias ha generado más división que cohesión, y que el partido exige otras fórmulas. Juanma Moreno, el presidente de Andalucía, se ha alineado con esta tesis e Isabel Díaz Ayuso discrepa.
“Las primarias es verdad que traen una parte negativa de división y es necesario tener mucha altura democrática para asumirlo”, reconocen incluso sus impulsores. Pero también hay quien lamenta que el PP cierre la puerta a un modelo más participativo, justo en el momento en el que la política parece haberse vuelto más opaca.
Cifuentes y Bonig ya no están en primera línea. Pero sus nombres quedan asociados a un momento clave en el que el Partido Popular exploró vías para dar más voz a su militancia. Desde dos territorios distintos, su papel fue clave en una etapa en la que el partido abrió la puerta a nuevas formas de participación. Desde Madrid y Valencia, ambas impulsaron una idea que entonces ganó fuerza: que los militantes tuvieran voz directa en las decisiones.