El futuro de la oncología

La caja negra del cáncer

Descifran cómo se originan los tumores y hacia dónde evolucionan: "Con esta técnica podemos predecir con varios años de antelación qué pacientes acabarán necesitando terapia"

Una imagen de células cancerosas

Cuando los investigadores buscan esclarecer las causas de un accidente aéreo, lo primero que recuperan es la caja negra. En ella se guarda la memoria del vuelo, los datos que permiten reconstruir, segundo a segundo, todo lo ocurrido. Durante décadas, la oncología se enfrenta a un desafío similar: ¿Cómo leer la historia de un tumor? ¿Cómo saber cuándo empezó a crecer, con qué rapidez lo hizo o hacia dónde se dirige?

Ahora, un equipo internacional liderado desde el Clínic‑Idibaps de Barcelona, en colaboración con el Instituto de Investigación del Cáncer de Londres, ha descubierto esa “caja negra” del cáncer. Publicado en la revista Nature, su estudio revela que existe un registro biológico dentro de las células tumorales. No se trata de un dispositivo físico, sino de una huella molecular, marcas químicas en el ADN que funcionan como un registro secreto, guardando la historia completa de la vida del tumor.

Una memoria escrita en el ADN

El punto de partida de este hallazgo es la epigenética, esa capa de información que, sin alterar la secuencia genética, regula qué genes se activan y cuáles permanecen silenciados. Una de sus señales más importantes es la metilación: pequeñas marcas químicas que se adhieren al ADN y que, durante años, se interpretaron únicamente como interruptores de encendido o apagado.

Lo que descubrió el equipo de investigadores es que esas marcas, en realidad, fluctúan con el tiempo. Y en esa variación -aparentemente caótica- se esconde un patrón capaz de reconstruir la historia del tumor. “Lo que hasta ahora considerábamos ruido, información irrelevante, en realidad contiene la historia evolutiva del cáncer”, explica Martí Duran-Ferrer, primer autor del estudio.

Cáncer de mama - Pruebas
Una prueba de detección del cáncer de mamá (EFE)

Para descifrar esta memoria invisible, desarrollaron un algoritmo bautizado EVOFLUx, capaz de traducir las oscilaciones de la metilación en una especie de cronograma. Con su ayuda, analizaron más de dos mil muestras de pacientes con leucemias y linfomas, consiguiendo reconstruir la genealogía de los tumores: cuándo comenzó la transformación maligna, a qué velocidad progresó y cuán diversas eran sus poblaciones celulares.

Tumores que llevan años en silencio

Los resultados ofrecen una visión mucho más amplia de lo que realmente significa “tener cáncer”. La mayoría de los pacientes recibe el diagnóstico en un momento concreto: una prueba, una biopsia, una confirmación médica. Pero este estudio muestra que, en realidad, el tumor puede haberse gestado en silencio durante años, incluso décadas, antes de hacerse visible.

En el caso de la leucemia linfática crónica, una enfermedad de progresión lenta que a menudo no requiere tratamiento inmediato, la caja negra epigenética permite anticipar cuándo será necesario intervenir. “Con esta técnica podemos predecir con varios años de antelación qué pacientes acabarán necesitando terapia y cuáles podrán permanecer bajo vigilancia”, explica Iñaki Martín-Subero, coordinador del proyecto e investigador ICREA en el Idibaps.

Esta capacidad predictiva transforma de manera radical la relación entre médicos y pacientes. Ya no se trata solo de detectar la presencia de un tumor, sino de comprender cuál será, con probabilidad, su evolución futura. Es como un reloj molecular que avanza silencioso, pero cuyo tic-tac puede ahora medirse.

Hacia una medicina más precisa

Las implicaciones son enormes. En oncología, uno de los grandes retos es determinar el momento exacto para intervenir. Tratar demasiado pronto puede someter al paciente a terapias agresivas e innecesarias; esperar demasiado puede permitir que el cáncer avance sin control. Gracias a la información que ofrece esta caja negra, los médicos podrán adaptar sus decisiones a cada caso, ajustando tanto la intensidad como el calendario del tratamiento.

“Esto nos acerca al ideal de la medicina personalizada: tomar decisiones no solo en función del diagnóstico, sino también de la biografía del tumor”, señala Martín-Subero.

El alcance del hallazgo va más allá de las leucemias. Aunque el estudio se centró en cánceres linfoides, los investigadores confían en que la técnica pueda aplicarse a tumores sólidos, como los de mama, pulmón o colon. Aún serán necesarios ensayos específicos y validaciones, pero el horizonte es prometedor. Imaginen un mapa temporal que permita anticipar la trayectoria de la enfermedad en distintos órganos, ofreciendo a los médicos una guía más precisa para planificar cada intervención.

El futuro de la oncología

Como ocurre con todo avance científico, hay que tener cautela, porque el algoritmo trabaja con probabilidades, no con certezas. La reconstrucción depende de la calidad de las muestras y del tipo de tumor, y antes de llegar a los hospitales será necesario validar los resultados en ensayos clínicos y estandarizar el proceso.

Aun así, hay entusiasmo entre la comunidad científica. Este descubrimiento no representa una cura inmediata, sino una herramienta que permite comprender mejor al enemigo. Conocer de dónde proviene un tumor y hacia dónde se dirige facilita anticiparse, planificar estrategias y, en última instancia, mejorar tanto la supervivencia como la calidad de vida de los pacientes.

Además, el hallazgo abre un capítulo esperanzador en la narrativa del cáncer. Durante años, afrontar la enfermedad se ha descrito en términos bélicos: lucha, golpes, batallas, resistencias y enfrentamientos constantes. Ahora, gracias a esta caja negra epigenética, la metáfora cambia: se trata de leer la historia que el tumor ha escrito en su interior.

En los laboratorios del Clínic, los investigadores insisten en que este avance no es un fin en sí mismo. “Queremos que llegue al paciente, que esta información se traduzca en decisiones clínicas reales”, subraya Duran-Ferrer.

Detrás de cada muestra analizada hay una persona, una familia, una vida atravesada por la incertidumbre del cáncer. Para ellos, conocer no solo qué tipo de tumor tienen, sino también cómo se ha desarrollado y cómo puede evolucionar, marca una diferencia enorme. “Poder anticipar lo que ocurrirá dentro de cinco o diez años cambia por completo la manera de afrontar la enfermedad”, añade Martín-Subero.

La caja negra del cáncer nos recuerda que, aun en el silencio de cada célula, existen historias capaces de guiarnos hacia la vida y la esperanza.

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