Cada 10 de octubre, el Día Mundial de la Salud Mental invita a reflexionar sobre cómo las emociones, el cuerpo y la mente están estrechamente conectados. Entre los temas que cada vez ganan más visibilidad se encuentra el trastorno disfórico premenstrual (TDPM), una condición severa que durante años ha pasado inadvertida bajo la etiqueta de “un síndrome premenstrual fuerte”. Hoy, la ciencia y la medicina lo reconocen como un trastorno psiquiátrico con base hormonal, capaz de afectar gravemente la calidad de vida de las mujeres que lo padecen.
Qué es el TDPM y cómo se diferencia del síndrome premenstrual
El trastorno disfórico premenstrual es una alteración del estado de ánimo que aparece de forma cíclica durante la fase lútea del ciclo menstrual, es decir, los días previos a la regla. A diferencia del síndrome premenstrual (SPM), que provoca molestias físicas o cambios leves en el humor, el TDPM implica síntomas emocionales y psicológicos de gran intensidad que desaparecen casi por completo al iniciar la menstruación.
Las mujeres que lo sufren experimentan episodios de tristeza profunda, irritabilidad, ansiedad, ataques de llanto, falta de concentración o pensamientos negativos. Los síntomas pueden interferir en la vida laboral, familiar o social, y en muchos casos se confunden con depresión o trastornos de ansiedad.
El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) lo reconoce como un trastorno depresivo específico, lo que lo diferencia claramente del SPM. Según las estimaciones médicas, entre un 3% y un 8% de las mujeres en edad fértil presentan síntomas compatibles con TDPM, aunque el infradiagnóstico sigue siendo elevado.
Por qué ocurre: una respuesta anómala a las hormonas
El origen del TDPM no está en un desequilibrio hormonal, como suele creerse, sino en la respuesta anómala del cerebro a los cambios hormonales normales del ciclo menstrual. Las fluctuaciones de estrógenos y progesterona influyen en neurotransmisores como la serotonina o la dopamina, esenciales para regular el estado de ánimo.
En las mujeres con TDPM, esta interacción provoca una hipersensibilidad neurológica que desencadena síntomas emocionales desproporcionados. Se trata, por tanto, de una condición biológica y no de un problema de carácter o falta de control emocional.
Diagnóstico y tratamiento
Para diagnosticar el TDPM, los especialistas recomiendan registrar los síntomas durante al menos dos ciclos menstruales consecutivos, anotando cuándo aparecen y desaparecen. Este seguimiento permite distinguirlo de otros trastornos del estado de ánimo.
El tratamiento suele incluir varias líneas de actuación:
- Antidepresivos ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina), que pueden administrarse de forma continua o solo durante la fase lútea.
- Terapias hormonales, para estabilizar las fluctuaciones del ciclo menstrual.
- Terapia cognitivo-conductual, que ayuda a gestionar la ansiedad y los cambios emocionales.
- Medidas de autocuidado: descanso suficiente, actividad física regular, reducción del consumo de alcohol o cafeína y una alimentación equilibrada.
En los casos más graves, los médicos pueden recurrir a tratamientos más específicos, como los análogos de la GnRH, que inducen una menopausia temporal y permiten evaluar la respuesta del cuerpo sin la influencia hormonal.
Romper el tabú: validar el sufrimiento
El TDPM sigue siendo una condición poco comprendida y socialmente minimizada. Durante décadas, muchas mujeres han escuchado frases como “todas estamos más sensibles esos días” o “solo son hormonas”. Sin embargo, los estudios demuestran que su impacto puede equipararse al de una depresión mayor, con consecuencias serias en la salud mental, el entorno laboral y las relaciones personales.
Reconocer el TDPM como una enfermedad legítima es un paso fundamental hacia la validación del sufrimiento femenino, históricamente infravalorado en la medicina. Nombrar el trastorno, hablar de él y acudir a profesionales de salud mental o ginecología cuando los síntomas interfieren con la vida diaria son acciones clave para lograr un diagnóstico temprano y un tratamiento eficaz.
Cuándo pedir ayuda profesional
Si cada mes experimentas cambios emocionales intensos, irritabilidad, tristeza o ansiedad que desaparecen con la regla, es importante no normalizarlo. Llevar un registro de los síntomas y compartirlo con un especialista puede ser el primer paso para entender qué está ocurriendo.
El trastorno disfórico premenstrual no es una exageración, ni una cuestión de carácter. Es una condición médica reconocida que merece atención y tratamiento. Ponerle nombre es una forma de autocuidado y una reivindicación necesaria: la salud mental también se escribe en femenino.