El final de la undécima etapa en Bilbao, que debía ser una fiesta deportiva, terminó convertido en un campo de tensión. Los cánticos, banderas y gritos de los manifestantes propalestinos derivaron en empujones junto a la línea de meta. Ante la imposibilidad de garantizar la seguridad, la organización decidió neutralizar la etapa a falta de tres kilómetros. La Vuelta, de esta forma, se quedó sin vencedor en una jornada marcada por la incertidumbre y el desconcierto.
No fue un episodio aislado. Ya el martes, un corredor sufrió una caída tras ser empujado por un manifestante. Y otras dos interrupciones habían obligado a frenar la carrera. La Vuelta acumula incidentes desde que arrancó y la escalada alcanzó su punto más grave en Bilbao, con un balance de tres detenidos, cinco identificados y cuatro agentes de la Ertzaintza lesionados. El temor a que estas protestas se repitan sobrevuela ahora cada etapa.
Las reacciones del pelotón
La frustración de los ciclistas fue inmediata. Tom Pidcock habló de “un día perdido” que debía haber sido el suyo, mientras Jonas Vingegaard lamentaba no poder celebrar en meta el cumpleaños de su hijo. Ambos coincidieron en señalar que lo esencial es competir con seguridad. Y agradecieron el trabajo policial para contener la situación. La Vuelta, al escuchar estas voces, refleja un pelotón que pide protección antes que espectáculo.
Carlos Verona fue aún más explícito. Recordó que los ciclistas no están en la carrera para entrar en debates políticos, sino para ofrecer deporte y esfuerzo. Admitió que las protestas son legítimas, pero pidió que no pongan en riesgo la integridad de los corredores. Para La Vuelta, este tipo de declaraciones se han convertido en un recordatorio de que el deporte no puede convertirse en terreno de enfrentamiento.

Entre los organizadores surgió una voz polémica: Kiko García, director técnico, sugirió que la única solución pasaría por que el Israel-Premier Tech se replantee su presencia. El conjunto patrocinado por el Estado israelí se ha convertido en el epicentro de la protesta. Y, según los convocantes, no es bienvenido en la ronda española. La Vuelta, no obstante, está sujeta a normativas deportivas y no puede excluir unilateralmente a un equipo inscrito de forma legal.
La postura de la UCI
La Unión Ciclista Internacional reaccionó con un comunicado en el que condenaba los incidentes y reafirmaba su compromiso con la neutralidad política. Para la UCI, el deporte debe tender puentes y no ser utilizado como herramienta de sanción. La Vuelta acogió este respaldo institucional como un aval para seguir adelante, aunque sabe que la tensión seguirá latente en cada jornada.
Más imágenes de la verguenza internacional que está dando España en La Vuelta ciclista.
Para protestar por los precios de la vivienda, de los impuestos abusivos o de la inseguridad en las calles por lo que sea no montan este espectáculopic.twitter.com/a3yblDMiF8
— Chantal (@chantaal44) September 3, 2025
Mientras tanto, la plataforma Gernika-Palestina, organizadora de las protestas, celebró lo ocurrido. En un comunicado afirmaron que los ciclistas, los aficionados y las instituciones ya son conscientes de que el equipo israelí no es bien recibido. Y que la etapa neutralizada demuestra que el sportwashing no es la solución. La Vuelta queda así atrapada entre las reivindicaciones sociales y la obligación de mantener el curso de la competición.
¿Y ahora qué?
Hoy está previsto que se dispute la duodécima etapa entre Laredo y Los Corrales de Buelna, con 144,9 kilómetros por delante. Sin embargo, la gran incógnita es si la jornada podrá desarrollarse con normalidad. La Vuelta se enfrenta a la necesidad de reforzar la seguridad en salidas, metas y puntos clave, mientras el pelotón observa con inquietud. El riesgo de nuevas interrupciones está sobre la mesa.
La organización descarta, por ahora, una suspensión general. Sin embargo, no se puede negar que el futuro inmediato de la ronda española se juega en cada etapa. La Vuelta podría verse obligada a neutralizar más recorridos, reubicar llegadas o incluso modificar horarios para esquivar protestas. El desafío no es solo logístico, sino también comunicativo: la credibilidad del evento depende de que la información llegue con claridad a corredores y aficionados.