“La mala de película”. Qué frase tan típica en nuestro día a día, utilizada para todos los escenarios, pero en los que la protagonista siempre es la misma: la mujer. Y no cualquier mujer, una mujer malvada, castigadora y vengativa. Pero que no cunda el pánico, esto no ocurre en todas las relaciones, pero sí se da en la gran mayoría de relaciones abusivas, es decir, en la que, en este caso, el hombre es un narcisista nato.
Cuando una pareja termina y es la mujer quien toma la iniciativa de romper el vínculo, se activa con frecuencia un juicio social que intenta encontrar culpables o razones ocultas detrás de su decisión. Este cuestionamiento suele ignorar las complejidades emocionales de la relación, especialmente cuando ha estado marcada por dinámicas abusivas.
En muchas relaciones, elementos como el afecto, la atención, la intimidad y el cuidado emocional son fundamentales para construir un vínculo sano. Sin embargo, cuando estos elementos desaparecen o se utilizan como herramientas de manipulación, como ocurre en los vínculos con personas narcisistas, la relación se vuelve insostenible. En ese momento, la mujer que decide proteger su bienestar y cortar con esa dinámica es, injustamente, señalada como la responsable del quiebre.
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“Descarte invertido”: la técnica que le da la vuelta al relato
“¿Qué crees que sucede cuando el narcisista cree que no puede obtener nada más de ti?” La psicóloga Deborah Murcia, especializada en narcisismo y abuso, plantea una pregunta contundente que señala el mecanismo: “Se utiliza una técnica poco conocida pero tremendamente devastadora para la víctima: el descarte invertido.” comenta Deborah.
“Consiste en que el narcisista se encarga de machacarte, de destruirte y de dejarte completamente anulada o anulado para que seas tú la persona que reacciones y dejes esa relación porque es insostenible”, explica la psicóloga. De esta manera él o ella queda de cara a la galería como la víctima.
“Puede contar su versión así: ‘ay no mira con todo lo que yo he hecho por esta persona y va y me deja’.” Con el descarte invertido, el narcisista podrá seguir manteniendo su papel de víctima. Un narcisista nunca va a permitir que sea él quien sea dejado: insistirá en que te quedes, presumiendo de todo lo que ha dado, poniéndote como desagradecida, resaltando tu supuesto egoísmo o crueldad. Los reproches, la manipulación y la presión emocional forman su arsenal: “Es su técnica, el hacerte sentir mal por tomar la única decisión de salvarte a ti”.
Desde fuera, cuando una mujer se planta y decide priorizarse en una relación abusiva, “te conviertes en la mala cuando decides ponerte a ti primero, donde ya no permites abusos ni te quedas donde ya no te valoran”. Así lo explican diferentes profesionales de la salud mental.
E incluso en redes sociales circula una narrativa exagerada y dañina: “Una mujer te puede querer por la mañana, darlo todo y seas el hombre más perfecto que jamás ha conocido. Y por la tarde odiarte, querer denunciarte y no querer saber nada de ti”. Esa afirmación va mucho más allá, culpabilizando y estigmatizando a quien termina.
Las estadísticas muestran que no es un patrón aislado: en el caso de divorcios, entre el 60 por ciento y el 69 % de los casos son iniciados por mujeres, según múltiples estudios en EEUU y Europa. Por ejemplo, datos recogidos entre 2009 2015 indican que el 69 % de todos los divorcios fueron presentados por mujeres, mientras que sólo el 31 % fueron iniciados por hombres.
En relaciones narcisistas, ser quien deja es también una condena
En las parejas donde hay abuso narcisista, esa presión social se convierte en arma: la mujer sufre una doble condena. Primero, acepta la responsabilidad discriminada de mantener la relación; y cuando finalmente se va, se convierte en la villana del relato. Desde fuera la ven como quien rompe el consenso y causa el conflicto.
Cuando una mujer decide dejar una relación abusiva, especialmente con un narcisista, no solo rompe un vínculo tóxico: también desafía una construcción social que busca culparla. Al dejar la relación, pasa a ser vista por los demás como la “mala de película”, pero al empezar a conocer la verdad, ese relato se derrumba.
Es urgente visibilizar que, en contextos abusivos, ese paso que da la mujer es un acto de justicia, no de egoísmo. Rompe una dinámica desigual, protege su integridad física y emocional. Y si se presenta como agresora, es porque así se construye la narrativa del narcisista.