Aunque discrepan en cuanto a porcentajes concretos, numerosas encuestas coinciden en que la mayoría de los miembros de la Generación Z aspiran a hacer carrera como influencers. Después de todo, parece más fácil que nunca ganar dinero publicando en redes sociales opiniones sobre moda o ejecutando coreografías ridículas; y, aunque muchas personalidades de ese tipo estarán encantadas de confirmar que las cosas no son tan sencillas en ese sentido, es fácil entender el atractivo que la profesión ejerce en personas como la protagonista de Diamante en bruto, primer largometraje de la francesa Agathe Riedinger. Basada en el cortometraje Waiting for Jupiter (2017), dirigido por ella misma, la película no es sino una nueva variación de una historia de sobras conocida: la de una joven que vive en circunstancias adversas y sueña con el estrellato, y cuyo viaje hacia la fama la arrastra a lugares física y emocionalmente oscuros.
“La belleza da esperanza a la gente”, afirma la chica de 19 años que protagoniza la película, Liane (Malou Khebizi), y en su caso esa esperanza pasa por conseguir la fama ‘online’. Con el fin de acumular followers, la joven ha tuneado cada parte de su cuerpo: se ha sometido a una cirugía de aumento de pechos y se ha recauchutado los labios, se pinta constantemente como una puerta, y se embute los pies en zapatos de tacón adornados con las piedras brillantes que arranca de camisetas en el centro comercial donde acostumbra a robar.
Como una variación poligonera de las Kardashian, representa una versión exagerada y caricaturesca de la feminidad, y está convencida de que hacerlo es una forma de empoderamiento porque, después de todo, hace que la gente la observe; puede que la miren con vergüenza o con lascivia, pero al menos están mirando. Y por eso le reza a San José para que se cumpla su sueño: ser seleccionada como participante en un reality show similar a La isla de las tentaciones; cumplirlo es la única manera de alejarse de su madre, que en el pasado la puso en manos de los servicios sociales y por culpa de la que pasó tres años en hogares infantiles. Ahora, de regreso en la vivienda familiar, intenta cuidar de su hermana pequeña, mayormente intentando convertirla en una versión en miniatura de sí misma.

Durante su audición con la representante de la productora del reality, esta le advierte de que el programa no está interesado en concursantes puritanas. Ella jura que no lo es, pero su incomodidad durante la entrevista quizá revele algo diferente. Al fin y al cabo, Liane está obsesionada con su cuerpo pero no lo usa para el placer, y siente una mezcla de terror y repulsión por el deseo que despierta. Anhela el amor, pero se resiste a él cuando se lo ofrecen. En otras palabras, ha creado un personaje solo para adultos pero, emocionalmente, sigue siendo tan inmadura como una niña. En esa misma audición, afirma que quiere que los espectadores conozcan su verdadero yo pero, considerando las uñas postizas, las extensiones capilares y los implantes, resulta difícil saber a qué se refiere exactamente.
Pasan las semanas y los meses y Liane sigue sin tener noticias del reality, y mientras tanto su actitud de diva hace que sus amigas vayan perdiendo más y más la paciencia; su creciente obsesión le impide comprender hasta qué punto se va aislando de su entorno. Ella no se da cuenta, o no lo quiere admitir, pero el dolor que siente en su interior no se cura con un implante.
Quizá la mayor virtud de Diamante en bruto es que en ningún momento retrata a su protagonista como un bicho raro o una víctima. Se acerca a ella poniéndose a su mismo nivel, sin mostrarse condescendiente ni castigarla y, por supuesto, sin juzgarla. ¿Son sus aspiraciones discutibles o, por el contrario, hace bien al apuntar alto y potenciar sus atributos para lograr su objetivo? La película prefiere dejar que cada espectador decida. Y aunque entretanto demuestra tener pocas cosas nuevas que decir sobre la búsqueda de la fama y el precio que conlleva, a cambio resulta muy ilustrativa respecto a cómo el modelo económico impuesto por las nuevas tecnologías ha reconfigurado la psicología de las nuevas generaciones, más preocupadas por los fans que no han conocido que por la gente de su entorno y vulnerables a la sexualización y la misoginia derivadas de él. Pero, de nuevo, destaca por su empatía. Liane ha decidido consagrar su vida a las redes sociales, y la película reconoce que, aunque esa no sea la elección correcta, es la más esperable de una chica de su edad en 2025.