Mujeres no objeto

El espejo vaginal

En los años 70, el espejo vaginal se convirtió en un gesto radical: mirarse a sí mismas para recuperar un cuerpo que durante siglos otros habían narrado

Espejo vaginal
Imagen de Kiloycuarto.

No viene envuelto en terciopelo, ni promete secretos ni promesas. No está diseñado para complacer, ni para diagnosticar, ni para embellecer. El espejo vaginal, utilizado en talleres feministas desde la segunda mitad del siglo XX, no busca la seducción, sino la mera didáctica.

Durante mucho tiempo la anatomía femenina fue terreno ajeno para las propias mujeres. El saber médico se disputaba en un terreno históricamente masculino, y construyó un relato sobre el cuerpo de la mujer que lo convertía en tabú, en misterio, en amenaza o en vergüenza. La vulva no se miraba ni se nombraba con propiedad. Se ocultaba, se suponía, y, sobre todo, se ignoraba. Esa ignorancia no era inocente: a menos conocimiento, menos autonomía.

En los años 70, con la expansión de los grupos de autoconciencia del feminismo anglosajón,  el espejo entró en escena más como un acto político que como herramienta médica. Las mujeres se reunían en pequeños grupos, se desnudaban parcialmente, se acostaban sobre esterillas o sillas de plástico. Se pasaban un espejo de mano y lo colocaban entre sus piernas. Lo que veían, en muchos casos, era la primera visión real de sí mismas. No una imagen dibujada, ni una fotografía anatómica, ni una explicación ajena: su cuerpo, sin intermediarios.

El gesto parecía sencillo. En realidad, desmontaba siglos de prohibiciones. Mirarse la vulva con un espejo rompía el pacto tácito que decía que la mujer debía ser observada, nunca observarse. En el modelo tradicional, el cuerpo femenino existía solo en función del otro: el médico lo revisaba, el amante lo deseaba, el pintor lo interpretaba. Mirarse a sí misma era arrogancia, peligro, rompía el espejo desde dentro.

No es casual que muchas de las asistentes a esos talleres contaran que se sorprendían. No sabían cómo era su clítoris, ni su abertura vaginal, ni sus labios y esperaban otra cosa. No entendían por qué había tanta diferencia entre unas y otras, o por qué nunca nadie se lo había explicado. Lo que el espejo reflejaba era una historia compartida de silencio.

La ginecología había avanzado técnicamente, pero no siempre éticamente. Las revisiones se hacían desde una posición pasiva, con el cuerpo recostado, las piernas abiertas y la mirada hacia el techo. El espéculo, instrumento que abre el canal vaginal para inspección, raras veces era mostrado o explicado antes de su uso con lenguaje era paternalista, impreciso o infantilizado. El cuerpo seguía siendo un objeto de análisis, no de diálogo.

Al incorporar el espejo vaginal en los talleres feministas, las mujeres se reapropiaban de su experiencia corporal. Aprendían a identificar su anatomía, reconocían síntomas, a distinguían entre flujo y secreción, entre salud y alarma. Se trataba también de prevención, de autoconocimiento, de no delegar completamente el control sobre lo íntimo.

Con los años, estos talleres se extendieron a centros de salud comunitarios, espacios de educación sexual y programas de acompañamiento ginecológico. Algunas mujeres empezaron a utilizar el espejo antes de las revisiones médicas, para llegar preparadas, para poder preguntar sin miedo. O simplemente, para saber.

El espejo vaginal no tiene carga eléctrica, ni diseño ergonómico, ni se anuncia en televisión. Es de los pocos objetos que no han sido apropiados por el mercado. No se regala, no se presume, no se colecciona, `pero sigue circulando, de mano en mano, en los espacios donde la intimidad no se da por hecha, sino que se construye con confianza. Y devuelve algo que no siempre fue accesible: la mirada propia, directa, sin mediación. Y esa mirada, cuando por fin se da, cambia muchas cosas.

Espido Freire, autora de “La historia de la mujer en 100 objetos” ed.Esfera Libros, ha seleccionado 31 para una saga veraniega en Artículo14 donde hace un recorrido por algunos de los objetos que más han marcado a las mujeres a lo largo de su historia.

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