En la vasta estantería de la literatura universal hay obras que todo el mundo recuerda, como Madame Bovary, Los miserables o Crimen y castigo. Sin embargo, entre esos grandes títulos late también un puñado de novelas que, pese a haber marcado a generaciones de lectores en el pasado, hoy apenas sobreviven en la memoria de unos pocos. Una de ellas es Salambó, de Gustave Flaubert. Una joya oscura, olvidada, que combina guerra, religión y exotismo con una fuerza que sorprende al lector moderno.
Una novela que nació como un escándalo para la época
Cuando se publicó por primera vez en el siglo XIX, Salambó fue recibida con una mezcla de fascinación y polémica. Nadie esperaba que un autor consagrado, famoso por retratar la vida burguesa, se lanzara de lleno a narrar rituales sangrientos, batallas colosales y el misterio de una civilización extinta. El resultado fue un libro tan ambicioso como extraño: exuberante en su lenguaje, obsesivo en sus descripciones y profundamente distinto a todo lo que se escribía en Europa.
Hoy, leer Salambó supone abrir una ventana a un mundo desaparecido, donde los sacrificios humanos y los dioses crueles se entrelazan con la política y la guerra. Una experiencia literaria que, para muchos, resulta incluso más radical que las series históricas más arriesgadas de nuestra época.

La trama de Salambó se sitúa en una ciudad mítica, rodeada de murallas y templos, donde los generales mercenarios se enfrentan a la población local en una guerra brutal. En medio de esa tensión surge la figura de una sacerdotisa enigmática, cuyo nombre da título a la obra. Y que encarna tanto la sensualidad como la violencia de su tiempo.
El lector se adentra así en un universo donde cada detalle está narrado con una precisión casi arqueológica. Desde las armas y los estandartes de los ejércitos hasta los banquetes, los sacrificios y los paisajes desérticos. La novela, obsesionada con la recreación de un mundo desaparecido, logra transportar al lector con un realismo que resulta asombroso incluso hoy.
‘Salambó’ y el peso del olvido
¿Por qué Salambó cayó en el olvido? Una parte de la respuesta está en su estilo. Lejos de ser una narración ligera, la obra exige paciencia. Frases largas, descripciones minuciosas y un ritmo denso que se parece más al latido de la historia que a la velocidad de la novela moderna.
En un tiempo en que el público buscaba lecturas más directas y accesibles, Salambó terminó relegada a los márgenes, convertida en un capricho erudito para especialistas o lectores obsesionados con el exotismo literario. Sin embargo, esa misma densidad es la que hoy la convierte en un tesoro: cada página encierra un mundo y cada párrafo ofrece un viaje al pasado con una intensidad casi cinematográfica.

Aunque rara vez aparece en las listas de clásicos populares, Salambó sigue teniendo un lugar privilegiado entre críticos y amantes de la literatura histórica. Escritores posteriores la reivindicaron como una obra adelantada a su tiempo, capaz de mezclar la fidelidad histórica con la fuerza del mito.
Y es que Salambó no es solo una novela sobre una guerra o sobre un personaje femenino enigmático. Es también una reflexión sobre el poder, la fe y el sacrificio, escrita con un lirismo que hoy podría parecer excesivo, pero que en su momento marcó un antes y un después en la narrativa europea.