Tatiana Tîbuleac

Tatiana Tîbuleac: “Escribir sobre la maternidad fue mi forma de hacer las paces con mi padre y dejar huella en mi hijo”

La autora de la sensación 'El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes' y la escritora Elena Medel hablan sobre memoria, literatura e identidad en el Círculo de Bellas Artes de Madrid

Tatiana Tîbuleac, autora del superventas 'El verano que mi madre tuvo los ojos verdes'
Tatiana Tîbuleac, autora del superventas 'El verano que mi madre tuvo los ojos verdes'

A veces ocurre. De repente, una desconocida escritora de un pequeño país y una lengua minoritaria consigue que la intimidad de la escritura trascienda su particularidad personal y se convierta en un fenómeno internacional. Es el caso de la autora moldava Tatiana Țîbuleac (Chisináu, 1978), cuya descarada y poética irrupción con El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, ha marcado ya a más de 80.000 lectores. Su segunda novela, El jardín de vidrio, le valió el Premio de Literatura de la Unión Europea en 2019. Y ya hay una tercera en camino, Cuando estés feliz golpea primero, que llegará a España en septiembre del año próximo de la mano de Impedimenta, la editorial que la ha descubierto en nuestro país y que acaba de lanzar una edición conmemorativa de su celebrado debut, con un prefacio inédito de la autora incluido.

Con esta premisa se ha presentado la escritora nacida en Chisináu (Moldavia) este jueves en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Un encuentro en el que Țîbuleac ha charlado con la escritora y poeta Elena Medel bajo el título: “Vínculos, memoria e identidad”. Un evento al que han acudido en masa una buena legión de sus lectores en la capital, respondiendo a la convocatoria con un entusiasmo que pocas veces asociamos a esos artistas solitarios y de modesta fama que suelen ser los escritores.

Los asistentes han ocupando todos los huecos posibles, haciendo fila con al menos una hora de antelación, desde la entrada del CBA hasta doblar la esquina en la Gran Vía. La mayoría de ellos portaban sus libros en las manos, entre los que destacaba con claridad la portada de El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes. Madres e hijas, amigos y parejas, jóvenes y mayores, todos ellos parte de una comunidad a la que ha unido la identificación con los conflictos y traumas de las novelas de Țîbuleac.

En su primera novela, publicada por primera vez en 2017, y en 2019 por Impedimenta en castellano, Țîbuleac retrataba la difícil relación entre una madre y un hijo, empezando con un impactante arranque lleno de rencor e insolencia: «Aquella mañana en la que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea. Era la madre más inútil que haya existido jamás».

“Sé que el comienzo resulta muy chocante. Ninguna madre quiere que sus hijos piensen así sobre ellas, aunque también creo que todos los hijos han pensado así sobre sobre sus madres al menos una vez en su vida. Pero pienso que hablar o escribir sobre esto es posible empezar una conversación sobre temas de los que no se habla muchas veces, sobre todo en familias disfuncionales”, ha justificado la autora.

Con una gestualidad seria y elegante, mostrando una sonrisa reservada y cálida, la escritora moldava ha reconocido la sorpresa que le produce ver cómo tantos años después de su publicación, la gente sigue queriendo escucharla hablar sobre él. “Todo lo que ha sucedido con este libro ha crecido tantísimo y se ha ido transformando, que yo misma me he convertido en una seguidora y una acompañante del camino que va recorriendo. Lo escribí para mi hijo, porque cuando me convertí en madre el concepto de maternidad me golpeó de tal forma que pensaba que no iba a ser capaz de ser una buena madre, pero también lo escribí para mi padre para decirle ciertas cosas que no pude decirle de otra forma. Me ayudó a hacer las paces con mi padre y a dejar huella en mi hijo”.

Tatiana Tibuleac en el Circulo de Bellas Artes

En ese momento, la autora ha reconocido su particular obsesión por el papel de la familia en el desarrollo de las personas. “Lo que se nos da en exceso y de lo que se nos priva cuando crecemos, es lo que marca la vida como adultos”. Para Țîbuleac, a todos nos afecta la influencia de nuestra familia, o bien para huir de ella cuando nos ha hecho infelices, o bien porque buscamos recrear lo que teníamos cuando éramos pequeños, incluso cuando eso implica hacer infelices a los que tenemos alrededor.

Otro de los asuntos que la escritora moldava ha tratado con insistencia ha sido el tema de la violencia. Ella defiende que la dureza en sus libros viene del realismo de las situaciones por las que pasan sus personajes. Y confiesa que esa violencia que envuelve a sus novelas viene por haber estado muy presente en su vida desde que nació. Como en su segunda novela, El jardín de vidrio, donde refleja la dura infancia de una niña en la Moldavia de finales de los ochenta y la crisis que supuso el fin del dominio soviético. “Esa fue mi infancia aunque yo no fuera huérfana. Cuando era pequeña había mucha violencia, era parte de la educación, en el seno de las familias, en la propia sociedad, existía este mito de que durante la infancia los niños tenían que pasar dificultades para poder hacer frente a la vida adulta”.

Tatiana Tibuleac en el Circulo de Bellas Artes

Esta segunda novela fue la que le llevó a involucrarse más en contar la historia en mayúsculas de su país. Una pulsión creativa y personal que guarda relación con otra de sus obsesiones: la memoria. “Es un tema que me interesa cada vez más y al que vuelvo recurrentemente. Me interesa volver al pasado para poder repararlo, porque la memoria es una especie de medicamento, una habitación para hacer las paces, pero sobre todo es un lugar para hacer justicia. Mi país ha tenido un pasado tremendamente doloroso e injusto, pero hemos hablado muy poco de este pasado porque no nos ha importado como sociedad, nuestra historia ha sido falsificada y a los jóvenes no les interesa, hay una falta de memoria colectiva por la que el presente sufre, la cultura también sufre y nosotros nos volvemos más pobres”, ha denunciado Țîbuleac.

Con su estilo poético y fragmentario y una ambientación muy visual y sensitiva, la lectura de sus libros se construye a través de imágenes, escenas y recuerdos con una impactante carga psicológica. Una fórmula en la que se mezcla lo bello y lo grotesco, la violencia y la ternura, con la que la escritora moldava ha superado las fronteras de su pequeño país, calando especialmente en el lector hispanohablante. Una fama cimentada gracias a una buena lista de premios, el boca a boca y también una insólita presencia en redes sociales, donde el contenido y las reseñas sobre sus novelas (principalmente El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes) se multiplica cada día.

“Creo que el motivo por el que mis libros tienen tanto éxito en España y en América Latina es porque compartimos la necesidad de vivir intensamente. Como una montaña rusa en la que por la mañana estás contento y por la noche estás triste y no puedes más. Creo que mis lectores comparten esa visión y siento que aquí me entendéis y también que mis personajes son vuestros amigos”, ha confesado la autora.

“Otra cosa que compartimos es que para nosotros no existe ese miedo a la muerte, sabemos que la muerte es algo que nos acompaña desde el primer día, somos conscientes de que desde que nacemos vamos a morir y por eso somos capaces de dejarlo a un lado y concentrarnos en otras cosas. También creo que, por ejemplo, en Latinoamérica les preocupan conceptos como la enfermedad, la traición o la soledad, pero no la muerte, porque la muerte no es el final”, ha concluido Țîbuleac.

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