Super Bowl 2026

Los estadounidenses destapan su racismo: “Bad Bunny sólo canta en español”

La decisión de nombrar a Bad Bunny como cabeza del espectáculo de medio tiempo de la Super Bowl 2026 ha desatado una ola de críticas racistas que exigen que “se cante en inglés”, revelando el sesgo cultural que aún persiste en eventos de gran visibilidad

Bad Bunny actuará en la Super Bowl 2026
Bad Bunny actuará en la Super Bowl 2026

La confirmación de que Bad Bunny será el protagonista principal del halftime show de la Super Bowl LX, programada para febrero de 2026, ha sido motivo de celebración en muchos sectores, pero también punto de división. Pocas horas después del anuncio oficial —realizado conjuntamente por la NFL, Apple Music y Roc Nation— surgieron críticas en Estados Unidos que reclaman que un evento de esa magnitud debe contar con un espectáculo en inglés. Algunas voces conservadoras han etiquetado la elección como una afrenta a la cultura angloparlante y un ejemplo de “activismo cultural”. Estos reclamos no son meros desacuerdos artísticos: revelan una resistencia a que el español —y un artista latino— ocupe un espacio central en un espectáculo global.

Las reacciones racistas no han tardado en aparecer. Presentadores y comentaristas afines al ala conservadora lo han tildado de “antiestadounidense” por interpretar canciones en su lengua materna, e incluso cuestionan su compromiso con los valores del país anfitrión. El escándalo también ocurre a escala simbólica: su elección se interpreta como una amenaza al statu quo cultural de una Super Bowl históricamente dominada por estrellas anglosajonas. No es la primera vez que Bad Bunny se encuentra en ese terreno: ya en 2020 participó como invitado en el medio tiempo con Shakira y JLo, pero ahora asume el rol principal, en solitario. La magnitud del rechazo —y la naturaleza de los comentarios— deja claro que la barrera no es musical, sino identitaria.

El artista puertorriqueño Bad Bunny, en una fotografía de archivo
EFE/ Thais Llorca

“Voy a disfrutar. Voy a mostrar lo que tenemos, nuestra música, nuestra cultura”, ha dicho el artista en las primeras reacciones al respecto. A la vez, se habían disparado los comentarios por la aparente contradicción en la que caída: el mismo Benito que renunció a ir de gira por Estados Unidos para proteger a sus fans latinos de posibles redadas del ICE va a ser protagonista del mayor espectáculo mainstream norteamericano. En este caso, unos le acusan de hipócrita; otros creen que aprovecha el altavoz que le brinda la Super Bowl para realizar un gran gesto político.

Sin embargo, más que una defensa política, Bad Bunny realiza desde sus inicios una defensa patriótica de su cultura, recuperando la esencia boricua y llevan Puerto Rico allá a donde va. “Siempre hago todo con un propósito, y siempre represento y pongo en alto a mi país y mi música”, declaraba a Zane Lowe y Ebro en Apple Music. Benito reivindica su acento, la pava y defiende el español, además de haber llenado El Choli de Puerto Rico 30 noches seguidas en el verano de 2025, dándole prioridad absoluta a sus compatriotas, a la vez que se negaba a girar por Estados Unidos.

Bad Bunny tinder
Imágenes de un concierto de Bad Bunny.

Para comprender la dimensión del conflicto, es útil repasar quiénes han sido los protagonistas recientes del espectáculo del medio tiempo. En 2025, el rapero Kendrick Lamar encabezó el show, llevando una puesta cargada de mensajes culturales y sociales. Ese año, su actuación fue ampliamente comentada tanto por su valor artístico como por su carga simbólica. En 2024, el cantante Usher fue el elegido, acompañado por invitados como Alicia Keys, H.E.R. y Ludacris en un montaje que combinó R&B, hip hop y espectáculo visual. Y en 2023, fue Rihanna quien encabezó el show, consolidando la influencia global de la música pop latina e internacional. Así, Bad Bunny se inserta en una tradición de artistas de gran calibre, pero lo hace empujando fronteras lingüísticas y culturales.

Bad Bunny, cuyo nombre real es Benito Antonio Martínez Ocasio, ha transformado el panorama de la música contemporánea con su estilo urbano, su voz multigénero y su compromiso con causas sociales. Con múltiples premios Grammy y récords mundiales de streaming, su presencia no es un experimento: es reconocida como una de las figuras más influyentes en la música latina global. A ello se suma su historial de rechazos al circuito estadounidense en algunas giras, por temor a que políticas migratorias pusieran en riesgo a sus seguidores, lo que refuerza su postura de artista comprometido con su comunidad latina.

Cuando una parte del público exige que “canten en inglés”, no se trata simplemente de preferencias lingüísticas. Se trata de un rechazo a que se visibilice una cultura que no se ajusta al canon angloparlante dominante. Esa exigencia encierra racismo y egocentrismo: supone que la cultura latina, el español y los artistas que no “traducen” su identidad al inglés son incapaces de protagonizar un evento “estadounidense”. Y eso es precisamente parte del trasfondo del conflicto: Bad Bunny no está allí para traducir su arte, sino para expandir el escenario cultural estadounidense.

Una persona pasa en bicicleta frente a un mural de Bad Bunny este martes, en Vega Baja (Puerto Rico).
EFE/Thais Llorca

En este sentido, su actuación es más que un show: es una declaración simbólica. Representa que un artista latino puede ocupar la tarima más vista del mundo sin renunciar a su idioma ni a su identidad. Para Puerto Rico, para Latinoamérica y para las comunidades hispanohablantes en Estados Unidos será un momento histórico. Pero también es una prueba para la audiencia estadounidense: si los prejuicios dominan las reacciones, la cultura seguirá siendo una frontera más que un puente.

Este episodio no solo cuestiona de qué se puede cantar en la Super Bowl, sino quién merece ocupar esos espacios. La indignación de quienes lo critican revela su inseguridad frente al poder cultural de artistas como Bad Bunny. Que cante en español no le resta valor: al contrario, le da fuerza, visibilidad y desafío. Ene ese desafío está la oportunidad de transformar una tradición que siempre buscó homogeneizar la cultura global.

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