Ken Follett, uno de los autores más leídos y traducidos del mundo, lo tiene claro: el Premio Nobel de Literatura no está hecho para él. “No, no creo. La gente que otorga el Nobel tiene su propia concepción de la literatura, igual que yo tengo mi concepción de la literatura, y no son en absoluto la misma”, confiesa con una sonrisa. A lo largo de más de cuatro décadas de carrera, el escritor galés ha vendido más de 180 millones de ejemplares y ha convertido la historia, el suspense y la arquitectura narrativa en un territorio propio, al margen de los cánones académicos. “Mi literatura es simplemente para que disfrutéis; eso es lo que me preocupa”, resume.
El autor de Los pilares de la Tierra o Nunca no oculta su distancia con los criterios del jurado sueco. “En la Academia valoran otro tipo de literatura. Tienen un concepto de la ‘ceja levantada’, y aunque le dieron el Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan, algunas de sus letras son muy enigmáticas, son realmente poesía, en el sentido de que no tienen sentido, si entendéis a qué me refiero”. Ken Follett, que ha hecho de la claridad narrativa su bandera, defiende una literatura accesible, que no renuncie al entretenimiento ni a la emoción. “La última cosa que yo quiero en el mundo es escribir algo que no tenga sentido. Ese no es mi objetivo”, explica.

Mientras el mundo literario especula cada otoño con los nombres de Murakami, Anne Carson o Margaret Atwood, Ken Follett mantiene una postura tan pragmática como coherente: su éxito no necesita legitimación académica. “Me encanta que estéis siempre intentando averiguar quién ganará el Nobel, pero os aseguro que no seré yo”. Su afirmación no suena a falsa modestia, sino a convicción: la suya es una literatura de masas que, lejos de pedir permiso, se asienta en la complicidad del lector. Y quizá ahí —en ese entendimiento popular, emocional y duradero— resida el verdadero premio que lleva décadas ganando.