El 15 de agosto de 2025, una investigación de The Athletic destapó un patrón inquietante: estafadores que se hacen pasar por golfistas del LPGA (Ladies Professional Golf Association) Tour para iniciar falsos vínculos sentimentales con seguidores —a menudo hombres de mediana edad— y extraerles dinero o información.
Cuando la mentira se derrumba, algunos engañados, convencidos de haber sido traicionados por la deportista real, llegan a acosarla.
La pieza detalla cómo este catfishing ha puesto en riesgo la seguridad de varias jugadoras y ha obligado a reforzar protocolos internos y medidas de autoprotección digital.
Figuras afectadas y escalada del acoso
Voces de primer nivel han alzado la mano. Nelly Korda —número uno del mundo durante varios tramos de 2024 y 2025— ha expresado públicamente su preocupación por la escalada de cuentas impostoras que utilizan su nombre e imagen para embaucar a aficionados.
La advertencia no es menor: la suplantación no solo provoca pérdidas económicas, sino que, una vez descubierto el timo, algunos afectados canalizan su frustración hacia la deportista auténtica, derivando en acoso digital y presencial.
El fenómeno, descrito como parte de una ola más amplia de acoso a mujeres en el deporte, subraya la grieta entre la exposición masiva en redes y la protección individual de las atletas.
Ocurre algo similar en España
En España no se han conocido casos de gran repercusión que afecten a golfistas, pero sí se dan los ingredientes del fraude.
En enero, la Policía Nacional detuvo en Murcia a una mujer que, tras suplantar a un hombre y mantener durante dos años una relación ficticia, pasó a acosar y amenazar a la víctima al destaparse el engaño: un ejemplo claro de catfishing y su deriva hacia el hostigamiento.
Las autoridades han reaccionado. En 2025, el Consejo Superior de Deportes aprobó un protocolo contra la violencia y el abuso que obliga a actuar ante señales de acoso.

Las campañas públicas insisten en no compartir imágenes del DNI ni datos sensibles, clave cuando los impostores buscan validar su farsa.
A ello se suma la irrupción de perfiles manipulados con inteligencia artificial —capaces de imitar rostros y voces en videollamadas—, que abaratan y profesionalizan la suplantación
Riesgo de réplica en el golf español
El guion descrito en el golf estadounidense o internacional pueda replicarse aquí, en el ámbito nacional, los clubes, federaciones y las propias atletas españolas ya operan en un terreno donde la prevención —verificación de perfiles, comunicación oficial clara y rápida, y canales de denuncia— es tan importante como el rendimiento deportivo.
Por ahora, no hay constancia pública de un patrón de catfishing dirigido específicamente a golfistas españolas, pero las señales de riesgo están sobre la mesa y el sector se mueve para que no haga falta una crisis sonora para actuar.
Catfishing deportivo
En suma, el caso desvelado en Estados Unidos retrata un problema global: la explotación de la admiración deportiva como vector de fraude y, en el peor de los escenarios, como catalizador de acoso.
La combinación de perfiles falsos, narrativa emocional y tácticas de ingeniería social convierte a las golfistas y a sus comunidades en objetivos vulnerables.
España no es una excepción al auge de la suplantación; precisamente por eso, la anticipación institucional y la higiene digital de todos —aficionados incluidos— serán decisivas para que el ‘catfishing’ no encuentre un fairway despejado.