Majo Portillo no tenía ninguna referencia tenística en la familia, pero eso no fue un impedimento para destacar. Podríamos decir que el tenis le buscó a ella. “Un entrenador le estuvo pidiendo a mi padre tres meses que me llevase a hacer tenis, hasta que se presentó en su oficina para que me llevase al club, le dijo que a los diez podía ser campeona nacional”.
Aquel entrenador lo tuvo clarísimo, y eso que la mexicana se decantaba por el fútbol. “Yo era amante del fútbol, pero me gustaban todos los deportes y a partir de un campamento de verano cogí una raqueta por primera vez”, recuerda de su infancia.
De esa primera experiencia, y más en un país sin mucha tradición por ese deporte, no sabía que acabaría llevándole al circuito profesional. “Me han llegado a preguntar si en México había canchas“, recuerda con humor.
Finalmente su padre accedió a llevar a su hija, y ahí ya no hubo medias tintas. “He vivido comido y dormido tenis hasta más no poder. Me enganché completamente“, resumen de unos años en los que el cien por cien de su tiempo y de su energía se los dedicaba al deporte que eligió como proyecto de vida. Para ella el tenis era también su proyecto familiar. “La familia también se sacrifica por tu sueño, por ejemplo cuando te mudas para apostar por el tenis. Eso tampoco se cuenta”, explica.
Después de una infancia entera de sacrificio, Majo ahora asesora a familias y a padres cuyos hijos puedan estar encaminándose a la profesionalidad. “Tu hijo no busca perfección. Busca sentirse suficiente para ti.
Que lo mires con amor incluso en sus días rotos. Que lo abraces sin preguntarle el marcador”, explica.
La mentira millonaria
Sobre lo que renta o no dedicarse al deporte, también habla claro y derriba grandes mitos, como la que ella llama “la mentira millonaria”. “Yo no pretendo ganar lo mismo que Sinner o Alcaraz, está claro que ellos ganan lo que ganan por ser uno del mundo. Y no estoy hablando de ganar lo mismo cuando se inicia en el mundo del tenis, estoy hablando de personas que como yo llevamos veinte años dedicándonos a este deporte”. “somos los jugadores que mantenemos el circuito, con el número 1 o el número 2 no se completa el circuito”.
“Una tenista que está 200 del mundo pierde en torno a 20.000 euros por año. Con suerte ganas 60.000 euros, y te hablo de tenistas que están jugando rondas previas de Grand Slams, no de torneos pequeñitos, y aún así a final de año pierdes dinero”.
Para la 335 del mundo, “ a partir del top 100 puedes vivir del tenis pero no tanto por el prize money sino por la ayuda externa que te haga rentable y poder seguir invirtiendo en tu carrera, casi te diría a partir del top 50 del ranking WTA“.
“Todo corre por nuestra cuenta o por la de tu familia. Es bastante difícil conseguir una persona que te ayude en tu carrera”, esas dificultades con las que se empiezan también hacen que no puedas contar con los mejores profesionales al alcance que potencien su talento.
“Yo desde muy pequeñita tenía el sueño de ser profesional, después fui creciendo y lo tenía bastante claro, pero poco a poco se me fueron presentando apoyos y personas que fueron solventando mi carrera”, recuerda de un momento en el que la beca para estudiar en la Academia de Roddick le valió para poder seguir su camino de deportista de élite.
De las pistas en las que ha jugado reconoce que la que más le ha impresionado ha sido Wimbledon. “Ha sido la que más me ha impuesto. Soy una afortunada, el tenis me ha dado muchísimo”, asegura Majo.

A corto plazo se encuentra recuperándose de un “año retador” en cuanto a lesiones se refiere. “Tuve que pasar por el quirófano por dos hernias, volveré a los entrenamientos a partir de enero y mi meta es llegar al top100”, mantiene la tenista mexicana.
Con 32 años, Majo ve de cerca los que podrían ser sus últimos años de tenis y cuando ese momento llegue tiene también claro que tener un plan b.
“Tenemos un tiempo dedicados a ser tenista, pero en mi experiencia, cuando he tenido la oportunidad de entrenar con Paula Badosa, o ver gente top 30 del mundo, y cuando se retiran tampoco lo tienen fácil, no se pone en el curriculum para que te contrate una empresa”.


