Lucía no quiere dejar su dinero quieto en el banco. Tiene 100 euros al mes y un plan. Cada vez que cobra, aparta esa cantidad. No la gasta, no la guarda debajo del colchón ni la deja criando polvo en una cuenta corriente. Decide invertirla. No en criptomonedas, ni en acciones de moda, ni en negocios milagrosos. Prefiere algo más previsible. Los mete en un fondo indexado. Uno que replica el MSCI World, por ejemplo. Ni se lo piensa. Lo automatiza. Al tercer mes ya ni recuerda que está invirtiendo. Y lo hace llueva o truene en los mercados.
Comisiones para todos los bolsillos
La inversión pasiva, que es como se llama esta estrategia, tiene muchas ventajas. La principal son las comisiones. No hay que pagar a un gestor para que tome decisiones constantemente, ni estar pendiente del mercado día sí y día también. La mayoría de fondos indexados aplican comisiones anuales muy reducidas, en torno al 0,07% o al 0,2%. Frente a esto, los fondos de gestión activa suelen cobrar entre un 1,5% y un 2%, una diferencia aparentemente pequeña, pero con efectos importantes a largo plazo.
Lo que Lucía no sabía cuando empezó a invertir es que dos fondos que replican el mismo índice pueden ofrecer resultados muy distintos, precisamente por esas comisiones. Según cálculos de Morningstar, si se invierten 30.000 euros durante veinte años, una diferencia de tan solo el 0,13% en los costes anuales puede acabar restando más de 4.000 euros a la rentabilidad final. Y esto es así porque cada euro que se va en comisiones deja de multiplicarse con el tiempo.
Del MSCI World al Ibex 35
Ahora bien, no todos los fondos indexados son iguales. Están los que replican índices globales, como el MSCI World, que invierte en las mayores compañías del mundo desarrollado. Los que apuestan por Estados Unidos, como el S&P 500. Los que apuestan por Europa como el Eurostoxx. O los que lo hacen por España como el Ibex 35. Los hay temáticos, centrados en inteligencia artificial (IA), energías limpias o salud. Están los fondos ponderados por capitalización, donde las grandes empresas pesan más, y los de ponderación igual, donde todas pesan lo mismo.
También está la distinción entre fondos de acumulación (que reinvierten los dividendos) y los de distribución (que los reparten). En España, además, los fondos indexados disfrutan de una ventaja fiscal respecto a los ETF (fondos cotizados), ya que permiten cambiar de fondo sin tributar por las ganancias, lo que se conoce como “traspaso”.
Interés compuesto y disciplina mensual
No suena especialmente emocionante. Incluso suena a anuncio barato. Pero al hacer los números, todo cobra sentido. Si Lucía invierte 100 euros al mes durante 20 años y obtiene una rentabilidad media del 7% anual, al final del periodo tendrá algo más de 52.000 euros. De ellos, solo 24.000 habrán salido de su bolsillo. El resto será fruto del interés compuesto. Su dinero generando más dinero, que a su vez genera más dinero.
Pero, ¿es esto una garantía? ¿Un plan infalible? Evidentemente no. Los fondos indexados también tienen su cara menos amable. La primera es la paciencia. Hay periodos, como el que empezó en el año 2000, donde el S&P 500 tardó más de 13 años en recuperar sus máximos. Quien invirtió justo antes del pinchazo de la burbuja tecnológica tuvo que esperar mucho.
Consejos y trucos para invertir en fondos indexados
La inversión pasiva se presenta, en apariencia, como algo simple. Se elige un fondo que sigue a un índice como el S&P 500, el MSCI World o incluso uno más temático, se pagan comisiones bajas y se deja que el mercado haga su trabajo. El problema es que, con su creciente popularidad, el abanico de opciones es cada vez mayor. Y ahí empiezan las dudas. ¿Qué fondo es mejor? ¿Cuánto cuesta de verdad? ¿Qué diferencia hay entre uno que parece idéntico a otro?
Aquí es donde empiezan los matices. Algunos fondos incluyen comisiones de depósito o gastos operativos que no aparecen en la ficha técnica. Por eso, comparar es parte del juego. Interactive Investor recomienda prestar atención no solo al coste anual (TER), sino también al seguimiento del índice. Un fondo puede decir que replica el MSCI World, pero si cada año se queda un punto por debajo, esa diferencia se acumula y puede suponer una pérdida de rentabilidad considerable.
También hay que mirar con lupa el índice que replica cada fondo. No es lo mismo un índice global que uno que excluye mercados emergentes. Y dentro de los globales, unos incluyen más empresas tecnológicas y otros dan más peso en energía o finanzas.
No menos importante es la estructura del fondo. Aunque los fondos indexados tradicionales domiciliados en España permiten el traspaso sin tributar, muchos inversores, sin saberlo, acaban invirtiendo en fondos que no lo permiten. Porque, sorpresa, algunos bancos y plataformas ofrecen productos muy parecidos, pero que no cumplen los requisitos fiscales. Y claro, cuando uno decide cambiar de fondo y se encuentra con la factura fiscal, ya es tarde.
Y por supuesto, está la eterna trampa del marketing. Fondos temáticos que prometen capitalizarse del auge de la IA, del coche eléctrico, del envejecimiento de la población. Todos suenan atractivos, pero muchas veces tienen comisiones más altas y no siempre cumplen con las expectativas. Lucía miró uno centrado en salud global. Sonaba bien. Pero al revisar la ficha descubrió que tenía una comisión del 1,1%. Más que muchos fondos de gestión activa. Decidió pasar.
Lo que empezó siendo una decisión sencilla para Lucía, invertir 100 euros al mes en un fondo barato, se convirtió con el tiempo en una masterclass financiera. Aprendió a elegir, a comparar, a revisar cada detalle. Y aunque los fondos indexados siguen siendo una de las formas más sensatas de empezar a invertir, también tienen sus riesgos e inconvenientes.