Salesforce, una multinacional estadounidense y tecnológica, despidió en agosto a cerca del 45% de su departamento de soporte. Su CEO, Marc Benioff, dijo que estaba viviendo los meses “más emocionantes” de su carrera al ver cómo la IA era capaz de sustituir a los seres humanos. 4.000 personas se fueron a la calle.
Amazon, otro gigante norteamericano, prepara también despidos mientras aumenta su inversión en inteligencia artificial. El emporio del comercio electrónico también golpeará a España, donde ya ha activado un ERE que afectará a 1.200 personas de puestos de oficina. Los sindicatos ya señalaban a un culpable. “Habrá que ver qué papel juega la IA”.
Desde que ChatGPT irrumpió en las oficinas, el relato de la inteligencia artificial ha oscilado entre la fascinación y el pánico. Consejeros delegados, gurús tecnológicos y hasta algunos economistas hablan de una “segunda Revolución Industrial” que pondrá en jaque millones de empleos. Y pareciera que ya se está viendo. Octubre en EEUU ha sido el peor año en más de dos décadas para el empleo. Se han despedido a 153.074 personas, el triple que en octubre del año pasado.

Pero detrás del ruido y las predicciones apocalípticas, la mayoría de análisis dibujan todavía una estampa muy distinta: la IA está transformando tareas. Todavía no destruye empleo. ¿Entonces?
Entre el ‘hype’ y el terror
Un estudio de la Universidad de Yale y del think tank Brookings Institution, publicado hace unas semanas concluye que es pronto para ver destrucción de empleo por la IA. Su análisis de series laborales y productivas en EEUU mostraba que, a día de hoy, no hay evidencia de una disrupción masiva del empleo causada por la IA.
Ni los datos de desempleo, ni la rotación de sectores, ni las cifras de productividad apuntaban a un terremoto inminente. Está pendiente de analizar, eso sí, qué es lo que ha pasado este mes de octubre y cuánta incidencia ha tenido la implantación de la IA en el tejido productivo norteamericano.
Por su parte, los autores explicaban que la narrativa sobre la pérdida de empleo masiva está impulsada más por el ‘hype’ que por los hechos. En su lugar, detectan una tendencia más pausada: la IA se está integrando como herramienta complementaria, sobre todo en áreas de análisis de datos, programación y gestión de clientes. Es decir, la máquina no sustituye: reorganiza.

El discurso del miedo
El estudio de Yale y Brookings apuntaba también a un factor menos técnico y más psicológico: el ‘hype’ alrededor del discurso sobre la IA. Las predicciones catastrofistas son rentables. En Silicon Valley, hablar del “futuro sin humanos” sirve para captar atención mediática, inversión y posiciones favorables a la hora de abordar la regulación.
Sin ir más lejos, la startup Artisan, especializada en la creación de “agentes IA”, lanzó una agresiva campaña empapelando estaciones de metro y bus en San Francisco con un mensaje contundente. “Deja de contratar humanos”. Luego se desdijeron, asegurando que había sido un cebo para captar la atención de los transeúntes. “En realidad nos encantan los humanos”, justificaron. “Nuestro objetivo es automatizar el trabajo que no le gusta a las personas para que los puestos de trabajo, en realidad, sean más humanos”.
Ese tipo de discursos no solo distorsiona la percepción pública, sino que afecta a los trabajadores, que sienten cada vez más vértigo. Las encuestas reflejan un malestar difuso: no les preocupa tanto perder el empleo como no entender qué papel jugarán dentro del nuevo escenario tecnológico. Ahí está el auténtico punto de fricción. La confianza.
Una brecha en las empresas
Un segundo estudio reciente, elaborado por las consultoras Perceptyx y The Predictive Index, confirmaba esa fractura cultural. A partir de miles de entrevistas en EEUU y Europa, los investigadores detectan una brecha de percepción entre directivos y empleados. Mientras el 70% de los directivos considera que la IA aumentará la productividad de sus equipos, apenas un 30% de los trabajadores comparte esa visión.

El motivo es simple: la mayoría no ha recibido formación ni información clara sobre cómo se aplicarán esas herramientas en su día a día. Las empresas están comunicando el cambio tecnológico desde el poder, no desde la colaboración, concluye el estudio. El resultado es un clima de desconfianza que de hecho ralentiza la adopción de la IA. Una desconfianza que es más perjudicial que la regulación para la propia tecnología.
En muchos entornos, los trabajadores interpretan los sistemas IA como un control o como una amenaza, no como un apoyo. Los directivos, en cambio, los ven como un atajo hacia la eficiencia. El choque entre ambas visiones explica por qué la disrupción que tanto se anuncia sigue sin materializarse.
¿Ningún terremoto a la vista?
Organismos internacionales riegan con datos este hecho: la IA no habría cambiado nada… todavía. En su informe de otoño, la OCDE advierte que, pese a la expectación generada, no está claro si el impulso de la IA bastará para compensar la caída de la población laboral derivada del envejecimiento demográfico. Es decir, el problema del empleo en los próximos años no será el exceso de máquinas, sino la escasez de personas.
Es más, en el informe Perspectivas sobre el empleo de 2025 publicado este verano por la propia OCDE se señala que los desarrollos en IA y automatizaciones “ha llevado a muchos académicos a mostrarse optimistas sobre la posibilidad de que la productividad laboral abandone su tendencia decreciente de los últimos años”. “Sin embargo, no está claro si ese impulso sería suficiente para llevar la productividad a los niveles necesarios para compensar el retroceso del input laboral”, del envejecimiento de los trabajadores.
Menos hype, más valor
Por otro lado, sí es cierto que otros análisis, como el Barómetro de Empleos IA publicado por la consultora PwC en septiembre refleja un patrón global que también se repite en España. Las vacantes que requieren habilidades de IA han pasado del 0,5% en 2018 al 2% en 2024, una multiplicación por cuatro en solo seis años. Lejos de destruir empleo, la IA está creando nuevos nichos de demanda laboral. Según el mismo informe, en los sectores más expuestos a la IA los salarios crecen el doble de rápido que en el resto.

Que por el momento la IA no haya causado ningún terremoto en el mercado de trabajo no quiere decir que no sea ya el argumento favorito para muchas decisiones corporativas. A principios de la semana pasada trascendieron los planes de Amazon para los próximos meses: 30.000 despidos en puestos corporativos, de oficina. 1.200 de ellos, en España.
Aun con el temor de los sindicatos sobre la mesa, la realidad, sin embargo, puede ser más prosaica: Amazon, como muchas otras tecnológicas, está lidiando con la sobrecontratación que practicó en el boom de la pandemia.
En España
En el caso español, los datos también contradicen la narrativa que atemoriza a muchos trabajadores. Según la última encuesta del Banco de España, casi el 20% de las empresas ya utiliza sistemas de IA en algún proceso interno. Sin embargo, la mayoría los emplea para optimizar tareas de marketing o gestión, no para automatizar funciones completas. Más llamativo aún: el 80% de las compañías encuestadas que ya usan IA considera que no afectará al empleo, o incluso que tendrá un efecto positivo.
El empleo, según la mayoría de análisis, no está en peligro inminente: se está transformando. Que aumenten los despidos no quiere decir que se destruya empleo. Muchas empresas están despidiendo alegando, precisamente, que sus plantillas no se están “reciclando” para adaptarse a la IA.
En ese sentido, cada vez son más los estudios que apuntan en una misma dirección: la inteligencia artificial está transformando los modos de trabajar. Lo que falta, quizá, es ajustar el relato a los hechos. Dejar de plantear esta revolución tecnológica como una que va a sustituir a las personas, sino plantearla como una solución que mejore los puestos de trabajo.


