Las mujeres siguen invirtiendo menos que los hombres. Según una encuesta europea de ING de 2024, solo el 18 % de las mujeres lo hace de forma regular, frente al 31 % de los hombres. La cultura financiera tampoco ayuda: un estudio de King’s Business School subraya los escasos referentes femeninos del sector en los medios lo que puede alimentar la sensación de que “invertir no es para ellas”. En este contexto, hay una nueva generación de jóvenes que no tiene gran poder adquisitivo como para comprarse una vivienda pero sí buscan vías de ahorro e inversión más cercanas a su mundo.
El oro está marcando máximos históricos y la incertidumbre económica empuja a diversificar más allá de los cauces tradicionales. Mujeres jóvenes a la que le interesa especialmente la moda, prefieren destinar parte de sus ingresos a relojes, joyas y bolsos icónicos. No solo por estatus, sino como forma de diversificar patrimonio con bienes que pueden volver a vender en el futuro.
Un activo refugio
El fenómeno se apoya en varios motores. Primero, la revalorización de materiales como el oro y los diamantes, que devuelve protagonismo a la joyería como activo refugio. Segundo, el auge del mercado de segunda mano, especialmente fuerte en relojes y bolsos. Según el Luxury Study de Bain & Company y la Fundación Altagamma, la reventa de artículos de lujo movió en 2024 unos 48.000 millones de euros, gracias en parte al tirón de los consumidores jóvenes que quieren acceder a piezas icónicas a precios más razonables.
La Generación Z (nacidas entre 1997 y 2012), en particular, está impulsando el mercado de relojes pre-owned. Financial Times recoge que uno de cada cinco jóvenes de 18 a 24 años prevé comprar un reloj de lujo en los próximos doce meses. El atractivo no es solo llevar un Rolex o un Cartier; también pesa saber que, llegado el caso, esa pieza puede revenderse con relativa facilidad en plataformas especializadas y recuperar una parte sustancial del desembolso inicial.
De complemento a vehículo inversor
La fiebre inversora se extiende a los bolsos. Modelos de firmas como Hermès, Chanel o Loewe conservan casi el precio original de venta si se mantienen en buenas condiciones. Para muchas compradoras jóvenes, significa que parte del gasto en moda puede funcionar como inversión a largo plazo: un objeto de deseo que, además de identidad y utilidad, mantiene un precio razonable en reventa si se cuida bien.
Plataformas como Vestiaire Collective, The RealReal o Rebag han profesionalizado esta nueva forma de compra: autentifican, puntúan el estado, publican históricos de operaciones y cobran comisiones transparentes. El resultado es un mercado con dinámicas que recuerdan a las bursátiles. Los precios suben o bajan según la escasez de cada producto, los cambios de tendencia o la visibilidad que dan celebridades e influencers. Algunas marcas han empezado a experimentar con el recommerce y la circularidad. Son conscientes de que el ciclo de vida de sus productos también genera valor reputacional y económico.
Un mercado de 233.000 millones
También ayuda el contexto de materias primas. Que el oro esté en máximos refuerza el atractivo de la joyería de 18 quilates: no es solo adorno, también contiene un metal con cotización internacional y, por tanto, valor para el futuro. De acuerdo con Fortune Business Insights, el mercado mundial de joyería rondó los 233.000 millones de dólares en 2024 y podría crecer cerca del 5 % anual hasta 2032.
El precio de reventa depende del estado, la autenticidad, la rareza y el ciclo de la moda. Además, las casas de lujo controlan la oferta con listas de espera y ediciones limitadas, lo que eleva la barrera de entrada. Pero la tendencia es persistente: donde antes había solo consumo aspiracional, ahora hay decisiones de compra con cálculo financiero.
Para la Generación Cartier la compra responde a un gesto de independencia: un pequeño patrimonio portátil, visible y propio en un mundo donde el acceso a la vivienda se complica. Las nuevas generaciones tienen formas alternativas de inversión que se están asentando. Los bitcoin, los NFTs o creaciones digitales coleccionables y la moda de lujo de segunda mano forman parte de sus nuevos códigos inversores.