Cómo proteger el ahorro en tiempos de burbuja

Las bolsas baten récord tras récord y, sin embargo, el 91% de los gestores admite que el mercado está sobrevalorado. La paradoja es evidente: todos sospechan de una burbuja, pero casi nadie se baja

El 91% de los gestores de fondos dice que el mercado está sobrevalorado, según datos de Bank of America. Lo curioso es que, en lugar de salir corriendo, siguen comprando. Las bolsas están en máximos históricos, las tecnológicas sumando cada día millones en capitalización y las emociones pesan tanto como los balances. Si esto no es una burbuja, se le parece bastante. Pero, ¿y si lo es? ¿Cómo se protege alguien que no es un inversor profesional pero que tiene sus ahorros invertidos en el mercado?

Porque el miedo está, aunque apenas se note. Las búsquedas en Google sobre “burbuja financiera” se han disparado. Las redes hierben con preguntas, advertencias, apuestas. Y mientras, los grandes titulares celebran cada nuevo récord. El mercado sube con dudas, y ese es el terreno más propicio para una caída inesperada.

La paradoja está servida. Todos sospechan, pero nadie quiere ser el primero en vender. En parte, por ese viejo conocido: el FOMO, el miedo a perderse la fiesta. Pero también por una peligrosa confianza: la idea de que podrán salir justo a tiempo, antes del pinchazo. La historia dice lo contrario.

Hablar de burbuja no es lanzar un pronóstico. Es echar la vista atrás. En los años previos a 2000, también se creía que la tecnología había cambiado para siempre. Que los beneficios vendrían después. En 2007, se pensaba que la vivienda nunca bajaba. Y en ambos casos, se veían señales. Pero la lógica quedaba anulada por la velocidad del dinero. Algo parecido ocurre ahora.

¿Y si esta vez no es distinto?

El entusiasmo en torno a la inteligencia artificial (IA) ha puesto a volar valoraciones en empresas que aún no generan beneficios sostenidos. La concentración en pocos valores sostiene buena parte del avance de los índices. Y el resto del mercado, en muchos casos, va detrás con desgana. No es una copia exacta del pasado, pero sí una secuencia conocida.

Las alertas están ahí. Bank of America ha advertido que la ratio precio/valor contable del S&P 500 ya supera el máximo de la burbuja puntocom.

Société Générale, por su parte, ha puesto cifra al riesgo. Si el S&P 500 alcanza los 7.500 puntos, podría haberse cruzado el umbral psicológico de una burbuja plena, alimentada por recortes de tipos demasiado amables por parte de la Reserva Federal. Por otro lado, desde el Financial Times, se alerta de un posible sobrecalentamiento en la inversión en infraestructuras de IA.

Blindar la cartera

Entonces, volvamos a la pregunta: ¿cómo se protege alguien común, un inversor no profesional, en un entorno tan cargado? Aquí no se trata de predecir el cráter, sino de no construir el futuro justo en la ladera del volcán.

Un primer punto de apoyo es la diversificación. Pero no en el sentido de tener varias acciones de distintas empresas, si todas bailan al ritmo del mismo índice. Diversificar de verdad implica incluir activos que se comporten de forma distinta. Por ejemplo, acciones de baja volatilidad, como las que recoge el fondo iShares Edge MSCI World Minimum Volatility, pueden ofrecer cierta defensa sin renunciar del todo al mercado.

Otra opción son los bonos de corto plazo de alta calidad crediticia, como los que componen el fondo Amundi Short Term Bond. También hay quien combina esto con una pequeña exposición a oro, ya sea físico o a través de fondos como Invesco Physical Gold. Incluso mantener una parte del ahorro en efectivo, hoy remunerado en cuentas al 2% o más, puede ser una jugada más sabia de lo que parece.

Algunos prefieren directamente incorporar protección explícita. No son muchos, pero hay inversores que compran opciones de venta (puts) como forma de seguro. En lugar de vender sus posiciones, se blindan ante caídas fuertes con productos que ganan valor si los mercados se desploman.

Otros, con un perfil menos técnico, eligen fondos mixtos que ya incluyen estas coberturas por diseño. El Carmignac Patrimoine, por ejemplo, combina renta variable, bonos, oro y derivados buscando limitar las pérdidas en escenarios de corrección. Otro caso conocido es el Nordea Stable Return, que ha ganado reputación por mantener el tipo cuando el mercado se vuelve hostil.

También existe una categoría interesante de fondos llamados todoterreno. Son productos pensados para adaptarse a diferentes entornos económicos, sin necesidad de adivinar cuál vendrá. El Pictet Multi Asset Global Opportunities es un ejemplo de ese enfoque. Mezcla activos tradicionales con estrategias defensivas para no depender de que el mercado esté en su mejor momento.

Otra estrategia, más mental que financiera, consiste en fijar reglas antes de que llegue el vértigo. Por ejemplo, reducir exposición si una posición pierde más de cierto porcentaje. O recoger beneficios si una acción sube demasiado rápido en poco tiempo.

Y luego está la liquidez. Una palabra aburrida en los años buenos, pero decisiva cuando vienen mal dadas. Mantener una parte de los ahorros fuera del mercado, en cuentas remuneradas o depósitos flexibles aporta tranquilidad y permite reaccionar cuando los demás venden forzados.

¿Estamos en una burbuja? No hay consenso. Pero lo que sí parece claro es que hay ingredientes que se han repetido antes. Valoraciones exigentes. Concentración en unos pocos nombres. Complacencia generalizada. Y la sensación de que esta vez es distinto. Y, sobre todo, una confianza generalizada en que todo se podrá resolver antes de que ocurra lo peor.

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