Ninguna mujer había llegado a lo más alto del organigrama del banco neerlandés ABN Amor; hasta ahora. Marguerite Bérard marca un hito histórico en un momento especialmente delicado para la entidad. Con 47 años, formación de élite y una carrera construida tanto en la administración pública como en el sector privado, Bérard se ha convertido en consejera delegada en pleno plan de reestructuración, lo que la coloca en el centro de todas las miradas dentro y fuera del banco.
Desde su nombramiento en abril, el banco ha vivido una transformación intensa. Las acciones alcanzaron su nivel más alto desde la salida a Bolsa de ABN Amro en 2015, impulsadas por un plan de ajuste que incluye la reducción de 5.200 empleos y objetivos de eficiencia. En apenas un día, los títulos llegaron a subir un 6,5%, acumulando casi un 100% de revalorización en lo que va de año.
Orígenes
Marguerite Bérard -conocida en su entorno como Margot- procede de un núcleo muy reducido de figuras formado en la cúspide de la élite administrativa de Francia. Ha estudiado en los mejores colegios y universidades y en su promoción había figuras del nivel del actual presidente de Francia, Emmanuel Macron.
Originaria de París, estudió Economía y Administración Pública en el Instituto de Estudios Políticos antes de completar parte de su formación en la Universidad de Princeton. Su paso por la École Nationale d’Administration (ENA), donde se graduó en 2004 con honores, terminó de consolidar su lugar en el círculo de tecnócratas que han marcado la política y la economía francesa en las últimas dos décadas.
Antes de dar el salto al sector privado, Bérard trabajó en la administración pública francesa. Fue asesora en el Gobierno de Nicolas Sarkozy y posteriormente jefa de gabinete del ministro de Trabajo. Ese recorrido le permitió adquirir un conocimiento profundo del funcionamiento institucional, la regulación y la gestión pública hasta dar el salto a la banca.
Experiencia en Banca
En 2012 se incorporó a BNP Paribas, donde lideró procesos de digitalización y optimización de servicios. Ese periodo consolidó su reputación como ejecutiva de gran capacidad y visión estratégica. Su perfil combinaba algo poco habitual en el sector: formación política y administrativa de alto nivel unido a un fuerte olfato empresarial que la ha llevado a la élite de los dos sectores.
Cuando ABN Amro anunció su nombramiento, el banco ya atravesaba un momento crítico, tras decisiones fallidas tomadas dos décadas atrás y las secuelas de su rescate público durante la crisis financiera. La entidad necesitaba una figura capaz de encarar reformas profundas, y Bérard encaja, al menos en la teoría, con ese perfil. Su plan para la etapa 2024-2028 incluye un objetivo de rentabilidad sobre el capital del 12% y una reducción del ratio de costes hasta el 55% de los ingresos. La estrategia no apuesta por grandes expansiones externas: su intención es mejorar lo que ya existe, optimizar recursos y recuperar la solidez que ABN perdió en los años posteriores a la crisis.
La contundencia de su propuesta, acompañada por un mensaje claro de disciplina financiera, envió una señal potente a los mercados. Su liderazgo ha sido interpretado como un giro hacia una cultura empresarial más directa, más exigente y menos acomodada.

Otras facetas
ABN Amro, un banco que durante mucho tiempo había estado condicionado por su pasado y por la presencia del Estado, se ha colocado de nuevo en el radar de los inversores. Pero Margot también ha desarrollado otro tipo de facetas. En 2019, publicó Le siècle d’Assia. Un libro en el que reconstruye la vida de su abuelo, un judío ruso que huyó a Francia antes de la Segunda Guerra Mundial. La obra mezcla memoria familiar y relato histórico, y revela otra faceta de Bérard: la escritura.
La llegada de una mujer a la cúpula de ABN Amro tiene un valor simbólico evidente. Rompe una barrera histórica en una de las industrias más masculinizadas del continente. Pero, más allá del simbolismo, el verdadero impacto de Bérard dependerá de si consigue cumplir los objetivos que ella misma se ha impuesto en un banco que necesita resultados después de dos décadas de graves problemas.
Su liderazgo se está desplegando en un momento complejo, pero también lleno de oportunidades para transformar una institución que quiere dejar atrás su pasado. Si su plan prospera, Marguerite Bérard no solo será recordada como la primera mujer en presidir ABN Amro. Será la ejecutiva que puede reorientar un gigante europeo en el momento de mayor necesidad.

