Las tierras raras han dejado de ser un asunto de geólogos y químicos. El mundo las necesita para la industria de defensa, la tecnología y el desarrollo de las energías renovables, entre otros. La dependencia de Europa respecto a China se ha convertido en un riesgo estratégico y la búsqueda de la autonomía mineral es ya una prioridad. Pekín, por su parte, las usa como arma en el comercio. La administración de Xi Jinping ha endurecido los controles a la exportación de tierras raras, imanes permanentes y tecnologías asociadas. Una decisión que ha llevado a Estados Unidos a amenazar con imponer aranceles del 100% sobre las importaciones procedentes del país asiático.
En medio de este pulso entre soberanía y economía, España tiene una clara oportunidad. Ya se han identificado yacimientos prometedores en la comarca de Campo de Montiel (Ciudad Real). La secretaria general de la Asociación para la Transición Energética (ATE) y del Grupo Español de Materias Primas Estratégicas y Críticas (GEMPEC), María Jesús González, atiende a Artículo 14 para desentrañar los desafíos y ventajas que estos recursos suponen para el desarrollo industrial del país. Lo hace después de finalizar su intervención en la conferencia ‘Tierras raras y economía española’, organizada por la Sociedad Barcelonesa de Estudios Económicos y Sociales (SBEES) de Foment del Treball.
Para situar al lector, ¿qué diferencias existen entre las tierras raras y los minerales críticos?
Antes quiero explicar qué son realmente. Los minerales son rocas, tierra, piedras… Pero los metales son, salvo el oro, la plata y el platino, producto de los minerales. Esos tres sí que se encuentran en estado puro en la naturaleza, no como por ejemplo el cobre, que está dentro de un mineral del que se extrae. Las tierras raras, en cambio, las encontramos en la famosa tabla periódica, como el neodimio, el ternio, el berilio… Son elementos químicos que tienen unas características concretas que los hacen estar en un grupo de 17 componentes.
Las tierras raras realmente no son tierras en el sentido que entendemos nosotros de tierra. Se les conoce así porque antiguamente se llamaban tierras a los óxidos. Ni tampoco son raras porque son muy abundantes en la corteza terrestre. El nombre en realidad viene dado porque no se encuentran sueltas, suelen estar fundidas en otros minerales. De ahí su dificultad de extraerlas y el valor que tienen.

Volviendo a tu pregunta, los minerales críticos son aquellas materias primas esenciales para la industria. No porque sean escasas, sino porque se necesitan en grandes cantidades. Las tierras raras forman parte de esos minerales críticos, principalmente porque la Unión Europea depende en un 98% de China para su abastecimiento. Entonces, cuando tu industria está supeditada a un solo proveedor, estás secuestrado por él.
En España hay indicios prometedores en zonas como el Monte Galiñeiro (Pontevedra) o en Matamulas (Ciudad Real), pero ¿cuál es el papel real que puede jugar el país en esta materia?
Lo primero que hay que decir es que desgraciadamente ni en España ni en Europa se ha hecho el esfuerzo de investigación geológica necesario para saber en qué cantidad hay y la capacidad extraíble. En el Monte Galiñeiro sabemos que hay depósitos de basanita, pero parece que las primeras aproximaciones no son alentadoras. Por la escasez y por la dificultad de su extracción. Es verdad que hay tierras raras en muchas zonas del país. Claro, es lo que decía, son muy abundantes. Pero no hay ningún depósito conocido, salvo Matamulas.
Este yacimiento de monacita gris tiene sobre todo neodimio y praseodimio. Ahí, ya sabemos que hay alrededor de 30.000 toneladas, pero los geólogos están seguros de que si se siguiese investigando la cifra se podría multiplicar por 20. O sea, España podría y debería ser la mina europea de tierras raras ligeras.
¿Existe una oportunidad real de convertir las tierras raras en la industria del país?
La respuesta corta es sí. Los motores de los coches eléctricos, los electrodomésticos, los teléfonos móviles, todos contienen neodimio y praseodimio. O sea, tienen imanes permanentes hechos de estos minerales. Así es que sí, España debería de ser, no solo la mina europea, sino el clúster o el hub europeo de tierras raras. Teniendo la mina puedes pretender y conseguir atraer a los centros de investigación y de fabricación de esos imanes permanentes.
Al mismo tiempo, podrías asegurarte que tu industria del automóvil, que supone el 10% del PIB español, cuente con una gran ventaja competitiva. Tendríamos que estar ya teniendo aquí todas las reuniones europeas que tienen que ver con las tierras raras. Siendo los líderes de la UE en toda la cadena de valor de las tierras raras. El momento es ahora. Probablemente en unas décadas, no las necesitemos debido a la evolución tecnológica, por lo que habríamos desechado nuestra oportunidad.
La Ley Europea de Materias Críticas fija una serie de objetivos para 2030, entre los que está que se extraiga al menos el 10% del consumo anual de la UE en suelo comunitario, ¿podría España asumir esa meta?
Solo con Matamulas cumpliríamos el objetivo del 10% de extracción. Sin ninguna duda. Después el reto está en el refino: en hacer de la monacita el metal con el que construyes el imán permanente. En Europa necesitaríamos desarrollar toda la cadena de valor. Hay países que fabrican imanes, pero traen los óxidos o los materiales refinados, en general, de China. Por lo que, para cumplir, la única posibilidad que tenemos hoy es Matamulas.

¿Qué dificultades presenta su extracción?
Pues te diría que el caso de este mineral es un milagro de la naturaleza. En el campo de Montiel – donde se encuentra Matamulas- la monacita está suelta en la tierra. Además, se ubica a menos de cinco metros de profundidad del suelo. Es decir, es un yacimiento en superficie. Tú si vas allí y coges un buen puñado de tierra, la pones en un colador doméstico y lo bates, aparecen unas piedrecitas grises que parecen perdigones y eso es la monacita. Es algo muy extraño, normalmente las tierras raras están insertas en minerales y para extraerlas necesitas procesos químicos muy duros.
En Ciudad Real la concentración es muy alta y alcanza el kilo de monacita por tonelada de tierra. Una vez hecho el cribado y separada la monacita, los 999.999 kilos restantes se volverían a llevar al lugar de donde se extrajeron. Se llama minería de transferencia y es el método menos invasivo que puede existir porque no precisa de voladuras y no quedan huecos derivados del proceso.
Entonces, ¿por qué no se lleva a cabo todavía?
La empresa que investigó el yacimiento hizo un proyecto de impacto ambiental, pero la declaración no fue favorable. No porque el proceso minero fuese agresivo, la razón que entonces se dio es que el depósito está ubicado entre dos CEPAS -Área de Especial Protección Ambiental-.
Pero si realmente el terreno en el que se ubica no está protegido y la extracción no es agresiva, ¿Por qué los vecinos se oponen?
Lo primero es reconocer que no hay ninguna acción humana que no genere un impacto. Además, la oposición social siempre está ahí. Yo tengo un amigo geólogo que dice que “no hay mina sin su asociación antimina“. La gente relaciona esta industria con las minas de carbón del siglo XVII de las películas, pero esa imagen de la actividad, como sucia, peligrosa o esclavista, no es la realidad en Europa.
Además, cuando se valoró en su momento Matamulas, nadie hablaba de su necesidad. Las materias primas no estaban en la agenda diaria internacional, nadie consideraba que fuese algo necesario. En Castilla-La Mancha no se supo ver el interés real del proyecto.
¿Hay impedimentos por parte del Gobierno?
Impedimentos no, pero si demoras… En España conseguir un permiso minero lleva entre 10 y 12 años. La Comisión Europea pide que la tramitación concluya como máximo en 20 meses. Y aunque la normativa comunitaria intente paliar las dificultades, sigue siendo potestad de los Estados miembros acelerar los procesos. En el caso de España, como la ley de minas da la competencia a las comunidades autónomas, cuando un yacimiento se descubre pasa a su dependencia, salvo que se declare de interés estatal, algo que no ocurre desde hace 50 años.
Cuando después de la pandemia los estados europeos parece que descubren las tierras raras, el Miteco estableció una hoja de ruta. Se trata de un documento técnicamente muy bueno, pero que, a día de hoy, no tiene un plan de aplicación. En España los ministerios de Industria, Economía y Defensa son muy conscientes de los riesgos que se están asumiendo por no hacer una política más activa con los minerales críticos. Pero después hay otras partes del Gobierno, como Medio Ambiente, que no lo entienden.
¿Cómo ha evolucionado la política de Pekín respecto a este tipo de materias primas críticas?

Antes, China vendía las tierras raras ya refinadas, de modo que los compradores podían implementarlas en sus productos. Desde el año 2020, Pekín quiere controlar la cadena entera, no solo la extracción y refinado. Es decir, yo tengo la mina, yo tengo la industria para su trasformación, hago el coche y lo vendo. O vendo las partes que tienen suficiente valor y que lo monten donde quieran. Lo hace con el único criterio de controlar el mercado para fijar los precios.
¿Y qué puede hacer Europa en el caso de que, bueno… como está ocurriendo ya, China cierre el grifo?
Llorar. Que es lo mismo que hicimos cuando el COVID. Después empezarán a poner remedios: a hacer reglamentos, poner dinero para investigar, incentivar a que se hagan industrias europeas relacionadas con las tierras raras, se pedirá a los Estados establecer grupos de trabajo… Ya lo hemos visto con la dependencia de suministro del material sanitario durante el COVID. Nos volverán a llegar las prisas.




