Ubicado en el corazón del Pirineo Aragonés, Lanuza es mucho más que un pueblo con encanto. Se trata de un rincón mágico que parece sacado de una postal invernal, con sus tejados de pizarra, sus casas de piedra y un entorno natural que corta la respiración. Pero lo que pocos saben es que este pequeño municipio oscense también está considerado como una de las posibles inspiraciones de Frozen, la exitosa película de Disney.
La similitud estética con el reino de Arendelle no ha pasado desapercibida ni para los fans ni para algunos medios internacionales.
Un pueblo resucitado de las aguas
Lanuza no siempre tuvo la vitalidad que hoy enamora a los visitantes. En los años setenta, el pueblo fue prácticamente abandonado tras la construcción del embalse, que obligó a sus habitantes a marcharse. El agua anegó parte del núcleo urbano y durante décadas se pensó que sería imposible recuperar este paraje.
Sin embargo, gracias a la resistencia de sus antiguos vecinos y a una voluntad férrea por preservar el patrimonio, Lanuza volvió a la vida en los años noventa. Lo que fue un pueblo condenado al olvido, es ahora una joya turística que recibe a miles de visitantes cada año.

La historia de Lanuza no es solo la de un pueblo renacido, sino también la de una comunidad que supo enfrentarse al abandono institucional y recuperar su identidad. Hoy, recorrer sus calles es pasear por un ejemplo de cómo la belleza y la memoria pueden más que el agua y el silencio.
El espejo de Arendelle
Una de las características que más llaman la atención de Lanuza es su semejanza con el reino ficticio de Arendelle. Ambas localidades —la real y la imaginaria— están enclavadas en un valle rodeado de montañas nevadas, con un lago en primer plano y casas de arquitectura tradicional que parecen suspendidas en el tiempo.
Aunque Disney nunca ha confirmado oficialmente que Lanuza haya sido una fuente directa de inspiración para Frozen, varios medios internacionales y portales turísticos han apuntado a su similitud con el universo creado por los estudios.

Lo cierto es que el parecido es innegable. Y no solo visual. El espíritu de resistencia, de comunidad y de belleza natural que respira Lanuza también encaja a la perfección con la narrativa de la película. No es casualidad que muchos turistas —especialmente familias con niños— lleguen hasta este rincón del Pirineo Aragonés buscando el “pueblo de Frozen”.
Lanuza hoy: turismo, cultura y naturaleza
A día de hoy, Lanuza se ha convertido en uno de los destinos más codiciados del Pirineo oscense. Su oferta turística combina naturaleza, cultura y una atmósfera que invita a la desconexión. Además de sus bellos paisajes, el pueblo acoge cada verano el Festival Internacional Pirineos Sur. Hablamos de uno de los eventos musicales más importantes de Aragón, que se celebra junto al embalse y convierte el entorno en un escenario natural incomparable.
Los visitantes que llegan a Lanuza no solo buscan referencias a Frozen. Muchos lo hacen atraídos por sus rutas de senderismo. Por su cercanía a los parques naturales de Ordesa y Monte Perdido. O simplemente por el placer de perderse entre sus calles empedradas. El turismo sostenible es una prioridad para los habitantes y gestores locales, que han sabido equilibrar la proyección internacional del pueblo con el respeto al entorno.