Cuando se habla de escenarios de cuento, a menudo pensamos en lugares como Hallstatt, en Austria, inspiración del reino de Arendelle en Frozen, o en la pintoresca ciudad noruega de Bergen. Sin embargo, no hace falta salir de España para encontrar rincones que parecen extraídos directamente de una película de Disney. Uno de ellos es Lanuza, un pequeño pueblo escondido entre las montañas del Pirineo aragonés que cautiva a quienes lo descubren.
Este enclave, situado al norte de la provincia de Huesca, en la comarca del Alto Gállego, apenas supera el medio centenar de habitantes. Su reducido tamaño y su acceso algo complicado lo han mantenido como una auténtica joya oculta, rodeada de naturaleza en estado puro. El pueblo se asienta junto al embalse de Lanuza, dentro del espectacular Valle de Tena, y ofrece una postal idílica con sus casas de piedra y tejados de pizarra reflejándose en las aguas del río Gállego.
Un pueblo que resurgió de las aguas
Aunque hoy Lanuza deslumbra por su belleza, su historia estuvo marcada por la adversidad. El pueblo tiene orígenes que se remontan, al menos, al siglo XIII, pero en 1976 la construcción del pantano obligó a todos sus vecinos a abandonar sus hogares. Durante años quedó deshabitado y en ruinas, condenado a desaparecer bajo las aguas. Sin embargo, en los años 90 los antiguos propietarios comenzaron a recuperar lo que quedaba de sus casas y a restaurar las calles, logrando lo que muchos consideran un auténtico milagro arquitectónico.

Gracias a esa tenacidad, Lanuza volvió poco a poco a la vida. Hoy, pasear por sus calles empedradas es una experiencia casi mágica: la Iglesia del Salvador, levantada en el siglo XIX sobre los restos de un templo románico destruido durante la Guerra de la Independencia, se erige como uno de sus principales tesoros. En ella se conservan los restos de Santa Quiteria, patrona de la localidad.
Un destino de turismo rural con encanto
El renacimiento de Lanuza ha convertido al pueblo en un destino imprescindible para los amantes del turismo rural y de montaña. Su entorno es privilegiado: a pocos kilómetros se encuentra el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, la histórica estación de Canfranc recientemente restaurada y el balneario de Panticosa, perfecto para quienes buscan relajación en plena naturaleza.
Además, cada verano Lanuza acoge el Festival Internacional de las Culturas Pirineos Sur, que se celebra a orillas del embalse y que atrae a artistas y visitantes de todo el mundo, aportando aún más vida a este rincón que en su día estuvo condenado al olvido.
Cómo llegar a este rincón de cuento
Lanuza está a poco más de una hora en coche de la ciudad de Huesca. El recorrido incluye la A-23, la N-330 y la N-260a, para finalmente tomar la A-136, que lleva directamente al casco urbano. Su ubicación, a apenas quince minutos de la frontera con Francia, lo convierte también en un punto estratégico para quienes deseen explorar el Pirineo en toda su amplitud.
Y es que Lanuza ya no es solo un pueblo recuperado de las aguas, sino un símbolo de resiliencia y un lugar que parece diseñado por la imaginación de un dibujante de Disney: pequeño, encantador, rodeado de montañas y reflejado en un lago que lo convierte en pura magia.