El siglo XXI será el siglo de las reinas. Por primera vez en la historia, la mayoría de los tronos europeos tienen mujeres como futuras jefas de Estado: Leonor de España, Elisabeth de Bélgica, Amalia de los Países Bajos, Ingrid Alexandra de Noruega o Estela de Suecia. Todas ellas han sido criadas en democracias maduras, con exquisita formación internacional y plena conciencia de su papel.
Elisabeth de Bélgica cumple 24 años como una de estas herederas preparada para reinar. El país puso fin a la primogenitura masculina en 1991 y será la primera mujer en convertirse en reina soberana de los belgas, tras el reinado de su padre, el rey Felipe.
Su carrera es impecable y este último año ha sido decisivo como embajadora de causas globales: educación, sostenibilidad o igualdad. Conecta, sin perder solemnidad, con la sensibilidad contemporánea e inspira respeto, afecto, humanidad, solidez. Es una mujer culta y representa los valores que pueden sostener el futuro de la monarquía.

Salvando la distancia generacional y de contexto, hay quien ve en la futura monarca rasgos de la querida reina Fabiola, que conquistó el corazón de los belgas por su cercanía humana, elegancia sobria y gran capacidad para adaptarse a los desafíos. Esa misma madurez reflexiva se advierte ya en la heredera belga, a pesar de su juventud. Al contrario que su antecesor Leopoldo III, euroescéptico, e incluso su bisabuelo Balduino en sus primeros años de reinado, el perfil de Elisabeth es europeo. También lo es el de su padre y su abuelo, Alberto II.
Europeísta y educación cosmopolita
Los reyes Matilde y Felipe están favoreciendo su progresión serena. Reinar en un país considerado el corazón de la UE implica muchos desafíos. En Bélgica, como en España, el rey es el jefe de Estado y ostenta, entre otras funciones, el mando de las Fuerzas Armadas. Tras completar su bachillerato internacional en el UWC Atlantic de Gales, se formó militarmente, pasó por la Universidad de Oxford y ahora estudia en la Kennedy School de Harvard.
El rey Felipe, que sufrió una crianza distante y muy fría, cuida con celo la unidad familiar. Elisabeth es la mayor de cuatro hermanos. Gabriel nació en 2003; Emmanuel, en 2005; y Éléonore, en 2008. Todos ellos, incluso la primogénita, viven protegidos de la exposición mediática. Han aparecido cada 21 de septiembre, Día Nacional de Bélgica, los inicios del curso escolar o algunas salidas familiares. Poco más.
Con diez años, la princesa inauguró junto a sus padres el Hospital Infantil Princesa Isabel. Fue su primer acto oficial. En 2022 emprendió un viaje en solitario con motivo del cumpleaños de la princesa Ingrid Alejandra, futura reina de Noruega, y en el acto estrenó su propia tiara. En septiembre de ese mismo año, acudió vestida de negro a la residencia del embajador británico y escribió un mensaje en el libro de condolencias en honor a Isabel II.
Practica esquí, tenis, vela y buceo y ama la música, la lectura y los viajes. Deslumbró hace solo unas semanas con su fabulosa tiara en la proclamación de los nuevos Grandes Duques de Luxemburgo, Guillermo y Stéphanie. Junto a ella, Amalia de Holanda, que estrenó la tiara de la reina Emma. Con un diseño azul de Natan, que combinó con salones de tacón de Jimmy Choo en ante negro y largos pendientes de diamantes, la imagen de la heredera belga dio la vuelta al mundo.
Quién será el rey consorte
Ahora el foco mediático está puesto en el futuro cónyuge. El rey Felipe, casado con Paola, ciudadana belga, ya rompió la tradición de buscar matrimonio fuera del país para evitar tensiones. Ya pasó, por tanto, esa época de elegir príncipes y princesas extranjeros. Sin embargo, el corazón es caprichoso y hace apenas un mes se viralizó una imagen que sugería un romance con el príncipe Jorge de Liechtenstein. Sería el primero entre royals en los últimos cincuenta años.
Pudo ser una imagen falsa, creada por inteligencia artificial, según un comunicado de la Casa Real, o una historia de amor secreta. Si fuese cierta, habría hecho las delicias de la reina Victoria, que se dedicó a casar a sus hijos y nietos con las monarquías de toda Europa. De confirmarse y consolidarse, rompería la tendencia actual de matrimonios de los herederos con plebeyos. El príncipe Jorge es el tercero en la línea de sucesión al trono de la monarquía más rica de Europa. Liechtenstein no permite que las mujeres formen parte de la línea de sucesión. Su linaje exclusivamente masculino e ininterrumpido se remonta al siglo XII.

Aunque cualquier movimiento es analizado con lupa, nada interrumpirá el camino certero que ha iniciado esta princesa amante de la moda española hacia el trono belga, uno de los más austeros y menos ostentosos del mundo, pero con gran peso político e institucional. A la sobriedad que recibe como herencia, Elisabeth de Bélgica añadirá la feminización de la monarquía. No es un fenómeno nuevo. La historia está llena de grandes soberanas como Isabel II o Margarita de Dinamarca. Si valoramos la cascada de obstáculos que se interponen en el liderazgo femenino en otros ámbitos, podríamos deducir que la monarquía es bastante más feminista.




